5 - Sentimientos inexplicables

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La felicidad le recorría cada centímetro de su cuerpo; aún le costaba creer que Sancho Marsa decidiera entrenarlo personalmente

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La felicidad le recorría cada centímetro de su cuerpo; aún le costaba creer que Sancho Marsa decidiera entrenarlo personalmente. Esa oportunidad no podía desaprovecharla; su camino hacia su sueño para convertirse en el próximo Rey de las Asistencias estaba a un paso de hacerse realidad.

Junto a sus amigos regresaba a su hogar, haciendo oídos sordos al debate del grupo, que parecían ser simples susurros del viento. Solo tenía hueco para pensar en todo lo que podría aprender de Sancho Marsa en los próximos años. Sin embargo, solo había un obstáculo para realizar tal hazaña: sus padres.

¿Estaba haciendo mal en aceptar entrenar junto a Marsa?

Si tan solo pudiera encontrar la forma de evitar las discusiones con su madre...

— Anda, miren quien está ahí. — la voz de Takasugi sacó a Taki de sus pensamientos. — Es mi prima Nika.

Con solo escuchar ese nombre, Taki no pudo evitar que sus ojos negros se centraran en su figura. Estaba ahí, tan delicada y tierna, apoyada contra aquella pared. Estaba distraída, con los ojos cerrados, una oportunidad perdida de apreciar el ámbar de su mirada.

La veía como una flor delicada, y esa reflexión lo desconcertó. No podía negar que Nika irradiaba una belleza indescriptible.

<< Si no fuera tan hermosa, sería capaz de entablar una conversación con ella. >> Taki agachó la mirada, abatido por el peso de sus reflexiones. << Lo que pensaba sobre ella, mi insulto respecto a su melancolía; ha sido como una bofetada para darme cuenta del error que cometí. Lo está pasando mal, y yo me encuentro aquí, pensando que tal vez tengamos mucho en común. Pero con mi cercanía, podría incomodarla aún más de lo que está. Estoy convencido de que se reirían de ella por mi culpa, y prefiero que no sufra más. >>

La mano de Kisugi sacudió a Taki de sus pensamientos con un repentino zarandeo.

¿Cuánto tiempo había pasado absorto en sus pensamientos sobre ella? Qué vergüenza.

— Oye, Taki. — Kisugi inclinó su cabeza un poco hacia un lado, como si tratara de comprender por qué su amigo estaba tan distraído. — Estaba hablando contigo y parecías estar desaparecido de este plano.

— Oh, perdón. — Taki se llevó la mano hacia su nuca, intentando que Kisugi no se percatara de su evidente sonrojo. — ¿Qué me decías?

El rizoso miró a Taki con picardía.

— Te estaba diciendo que tienes suerte de que Sancho Marsa se encargue personalmente de tu entrenamiento. — comentó Kisugi, sin borrar ese semblante de su rostro.

Esa expresión de Kisugi era la prueba de que se había dado cuenta. Ahora solo quería escapar de lo que se avecinaba en los próximos días: una oleada de indirectas.

— Sí, eso parece. — Taki asintió con la cabeza, sin poder evitar que sus ojos se desviaran hacia Takasugi y Nika. Notó que las manos de su compañero se entrelazaron nerviosamente, como si cargara el peso de una preocupación evidente. — Cambiando de tema. — señaló con su mirada a ambos. — Parece que van a tardar.

Hajime Taki: Destello de la InfanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora