Castillo del Norte

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Al esforzarse un poco más para abrir los ojos, Mathias pudo distinguir el preocupado rostro de Kalcion el cuál estaba curando el brazo herido de este.

-¿Kalcion? - Mathias hablo, llamando la atención del contrario quien parecía muy concentrado en su tarea. Al escucharlo levantó la mirada rápidamente.

- Su altezta, ¿Cómo se siente?-

- Mmm... ¿Dónde...?

- Lo traje de regreso a mi castillo, tendrá que quedarse unos días para reposar.-

- ¿Dónde están los demás?

- Regresaron a la capital. Cuando se recupere lo escoltare hasta allá.

Mathias asintió en respuesta, pero en su mente aún rondaba la imagen de el ojo de Kalcion, cuando en un intento de salvar al príncipe se enfrentó a unos demonios y perdió el parche en la batalla. Aquel ojo que parecía brillar igual que la luna en medio de la noche más oscura, una luz que lo hacía sentir que quería seguirlo a dónde él se lo pidiera.

Se quedaron unos minutos en silencio, la atmósfera se sentía un poco tensa, al menos eso pensaba el azabache, pero el príncipe por lo contrario se dejó llevar con pensamientos que lo hacían aceptar lo guapo y sexy que se veía el mayor cuando no tenía el parche puesto. Se dejó llevar por esos pensamientos pero al sentir el leve ajuste de la venda en su brazo lo hizo regresar a la realidad.

Sin poder evitarlo acercó su mano cuidadosamente al rostro del contrario. Kalcion al notarlo dudo un poco en si permitir aquel tacto, pero, al final cedió dirigiendole una mirada entre confusa e insegura al príncipe.

- ¿Pasá algo Mathias?- pregunto mientras se dejaba hacer por la caricia del menor.

- Parece una brillante perla... ¿Por qué lo ocultas?. A caso... ¿Son ciertos los rumores?

El mayor desvío la mirada mientras pensaba, soltó un suspiro y regreso la mirada al castaño.

- Sí, hay una maldición en mi familia. Fue después de que mi abuelo asesinara al gran dragón.- empezó a explicar mientras miraba fijamente los ojos del contrario.
-La maldición hace que todo aquel que mire el ojo tenga ganas de asesinar.-

- Pero yo no sentí nada insusual cuando lo ví.- respondió
- ¿Hay alguna manera de romper esa maldición?-

- La hay.- confirmo el mayor.
- La manera de romper la maldición es convertirse en uno con la persona que no sea afectada por la maldición.-

Mathias miro aún sin entender del todo, y solo dijo;

- ¿Unirse en matrimonio?- preguntó.

- No, en un contacto más íntimo.- respondió con cierto temor de que el contrario se alterará.

El príncipe lo dudo mientras sus mejillas se tornabán de un leve color carmesí. Quedaron en silencio unos minutos, por lo cuál el mayor al no recibir respuesta supuso que el contrario se sentía incómodo. Se alejo con intenciones de marcharse cuando antes de poder alejarse más, sintió un tirón en su capa. Al voltear ligeramente la cabeza para ver atrás, se encontró con el rostro del príncipe con las mejillas rosadas y una mirada brillante.

- Kalcion, hagámoslo.- habló sin titubear, se escuchaba decidido.

Al escuchar la respuesta, Kalcion se acercó al príncipe y empezó a lentamente quitarle la parte superior de sus prendas, dejando al descubierto su torso. Pronto empezó a acariciar la espalda del más bajo mientras esté se dejaba ser ante la calidad de sus manos que aún llevaban puesto sus guantes. La atmósfera en la habitación se calentaba más ante cada toque que el duque le daba al príncipe, y este último no se quedaba atrás mientras iba quetandole la camisa al mayor y empezaba a pasar sus manos de manera desvergonzada por todo su abdomen.

Noche en el Castillo del NorteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora