A distancia

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POV: Martin

La semana había sido un tormento interminable. Acostumbrado a tener a Juanjo a mi lado cada día, la distancia y el tiempo parecían una cruel tortura. Desde que había llegado a Bilbao para descansar con mi familia tras la última obra de teatro, no había dejado de sentir un vacío inmenso. Juanjo estaba en Barcelona, grabando su nueva canción, y aunque sabíamos que esta separación temporal era necesaria, nada hacía que doliera menos.

Una tarde, el peso de su ausencia se volvió insoportable. Me dejé caer en mi cama, sintiendo que cada fibra de mi ser clamaba por él. Las lágrimas comenzaron a brotar sin control, y en un intento desesperado de calmar el dolor, me acurruqué en posición fetal. Cada sollozo era un recordatorio de cuánto necesitaba a Juanjo, de cómo su ausencia dejaba un hueco en mi corazón que ninguna llamada o mensaje podía llenar.

El tiempo se arrastraba lentamente, cada minuto era una agonía. Cerraba los ojos y veía su sonrisa, sentía la calidez de sus abrazos, el consuelo de su presencia. Pero al abrirlos, la realidad volvía a golpearme con toda su fuerza: Juanjo no estaba allí.

En medio de mis sollozos, apenas escuché los pasos de mi madre y mi hermana acercarse a la puerta de mi habitación.

- Cariño, ¿estás bien? ¿Podemos pasar? - La voz preocupada de mi madre, Rebeca, resonó en el aire.

No tenía fuerzas para responder. Mi cuerpo estaba agotado por el dolor, mi mente atrapada en un torbellino de desesperación. Sin esperar mi respuesta, ellas entraron.

- Martin, cariño, ¿qué pasa? - preguntó mi madre, sentándose a mi lado. Se acomodó en la cama y me abrazó, tratando de ofrecerme un consuelo que, en ese momento, parecía inalcanzable.

María, mi hermana, se unió al abrazo, sus ojos se llenaron de lágrimas al ver mi dolor. - Estamos aquí contigo, hermanito. ¿Qué está pasando?

Tomé una respiración entrecortada, intentando encontrar las palabras. - Echo tanto de menos a Juanjo... No lo he visto en una semana y es como si me estuviera ahogando. No sé cómo seguir sin él.

Mi madre acarició suavemente mi pelo. - Lo sabemos, cariño. Sabemos cuánto te duele, pero estamos aquí para ayudarte a superar esto. Juanjo también debe estar sufriendo, pero vais a estar juntos muy pronto.

María asintió, abrazándome con más fuerza. - Te queremos mucho, Marts. No estás solo en esto.

Unos minutos más tarde, mi padre Rafa y mi hermano Erick llegaron a la habitación. Al ver la escena, sus expresiones se tornaron sombrías. Sin decir una palabra, se unieron al abrazo, rodeándome con todo el amor y el apoyo que me podían ofrecer.

- Entiendo tu dolor, hijo. Pero tienes que ser fuerte. Pronto estarás con Juanjo, y cuando eso pase, todo esto quedará atrás. Cuando tu madre y yo estábamos separados por el trabajo, también la echaba de menos cada día. Pero siempre supe que valía la pena, porque cuando la veía, todo el tiempo y la distancia desaparecían, era como si el tocase el cielo con mis propias manos. La habría esperado muchos años más solo para poder abrazarla y tenerla a mi lado. Ese amor, esa espera, siempre valen la pena - habló mi padre haciendo que mi madre le diese un beso y nosotros nos tirásemos encima de ellos empezando a reírnos.

Eric, tratando de aliviar el ambiente, añadió con una sonrisa leve. - Además, cuando lo veas, no tendréis que separaros por mucho tiempo. Y quién sabe, tal vez podáis batir el récord mundial de abrazos interminables.

El calor y la presencia de mi familia comenzaron a calmarme. Aunque el dolor seguía allí, latente, el amor y el apoyo de los míos me dieron un respiro, una pequeña chispa de esperanza.

- Vamos, Martin, - dijo mi madre finalmente, - ve al baño y lávate la cara. No puedes dejar que Juanjo te vea así.

Asentí lentamente y me levanté, caminando hacia el baño. Me miré en el espejo y apenas reconocí al chico que lo miraba de vuelta. Mis ojos estaban rojos e hinchados, mi rostro dejaba entrever la tristeza acumulada. Abrí el grifo y dejé que el agua fría se llevara mis lágrimas, tratando de calmar la hinchazón y el dolor.

Justo cuando terminaba, escuché el sonido familiar de mi teléfono. Era Juanjo, llamándome por videollamada. Mi madre se asomó a la puerta baño y me sonrió con calidez. - Anda, contesta. No hagas que espere más.

"Te lo prometo," respondí con firmeza, sintiendo una renovada determinación. "Nos veremos pronto, y cuando lo hagamos, será como si nunca nos hubiéramos separado."

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¡HOLA DE NUEVO!

Lo siento por haber tardado tanto en actualizar pero el verano está acabando conmigo.

A partir de ahora intentaré actualizar varias veces a la semana, espero que os haya gustado el capítulo y que haya valido la pena la espera, os quiero <333

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