UNA MALINTERPRETACIÓN (O VARIAS)

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*Diferentes días, diferentes personas*


Betty estaba completamente confundida.

Fue capaz de defender el plan de negocios de su jefe, de enfrentarse al gerente del fondo financiero del país y al vicepresidente financiero de la compañía, de conservar el puesto y demostrar sus conocimientos, pero con ello trajo consigo una propuesta que no comprendía: Daniel Valencia le había pedido que mejorara la propuesta de negocios que él planteó a la junta para ganar la presidencia.

Ni siquiera le permitió explicar que, aunque ella pudiese mejorar algunas de sus estrategias, eso no quitaba que el doctor Mendoza asumió el cargo ya.

Tuvo que dejar sus dudas a un lado, quería conversarlo con su mejor amigo para tener otra perspectiva, así que esperó hasta que saliera de la oficina.

–¡Hola, familia! –exclamó alegremente al momentico que cruzó la puerta de su casa.

–Betty, mija, ¿Cómo le fue? –sondeó don Hermes mientras doña Julia aparecía de la cocina.

–¡Ah, muy bien papá! ¿Cómo está, Nicolás? –sondeó cuando vio a su amigo devorar una empanadita que le sirvió su mamá. –Oiga, ¿Si vio que abrieron una exposición gratuita en el museo Nacional? –cuestionó, sentándose a su lado, viéndolo asentir velozmente hasta que pasó el bocado y pudo hablar.

–¡Por eso vine, Betty! ¿Vamos? –soltó Nicolás mientras don Hermes lo miraba enojado. –¡Pero don mil ochocientos! Es una exposición, no tiene nada de malo –suplicó rápidamente, haciendo reír a Betty y a doña Julia que empezaron a comer mientras hablaban de su día.

Don Hermes aceptó.

Era el único amigo de su niña, tal vez era un poco tarde para salir, pero Nicolás seguramente la cuidaría. –¡Pero no tarden! –comentó al momentico que el par salió.

–¿Y cómo le fue con el plan? –sondeó Nicolás, escuchando a Betty decir que le tocó defenderlo frente al par de financistas, causando que éste diera saltos de alegría –¡Yo sabía, Betty, yo sabía! –exclamó.

–Si no sé ni cómo le hice, Nicolás... –exclamó risueñamente, pues era un poco tímida. –Pero luego pasó algo más: el doctor Valencia me pidió que revisara su propuesta –comentó confidencialmente, hasta que tomaron la buseta.

Betty le relató lo que sucedió y lo poco que Daniel Valencia dijo mientras Nicolás escuchaba con suma atención hasta que llegaron al museo, subiendo las escalinatas y uniéndose a la fila que se formó.

–Es una prueba, Nicolás –musitó concisamente. –Si, una prueba para corroborar que fui yo quien arreglo el plan de negocios de don Armando, una forma de, no sé, asegurarse de que no estorbo en la empresa... –relató mientras entraban.

–Betty, yo de usted, lo hago –confió Nicolás, tomando un par de folletos, pero Betty lo miró como si fuera un extraño. –Si, Betty, mire, prueba o no, estoy seguro ¡Segurísimo! Que esa cabecita suya lo impresionó. –exclamó convencido.

–¿Y qué tal que don Armando se entera? Capaz y lo malinterpreta, y piensa que lo estoy traicionando, no Nicolás ¿Se imagina? –cuestionó rápidamente.

–¡Ay! ¿Y entonces porque su jefe puede enojarse, va a perder la oportunidad de quedar en buenos términos con el gerente de fondos financieros de este país? ¡No, Betty! –exclamó mientras negaba molesto.

Nicolás es muy listo.

No solo se trataba de su educación o inteligencia, sino que él veía más allá, y pudo percatarse de que Betty tenía una lealtad muy peculiar hacia una persona que apenas unos días la despidió sin dudar.

Un vampiro enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora