LA MALDITA FAMILIA

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Había demorado más de lo esperado.

Daniel no estaba seguro si la joven aceptaría, pero pudo lograr su cometido, incluso molestar a Patricia e incomodar a su enemigo y solo invirtiendo un par de horas de su día. Claro, tendría que esperar a que la joven se decidiera, pero como dijo Susana, la paciencia es necesaria para vencer.

Llevaba semanas con la voz de su madre en la cabeza, nada extraño, todavía la extrañaba demasiado. Lo preocupante es que su padre aparecía con poca frecuencia, aun cuando sufrieron el mismo destino trágico, pensando en ello hasta que salió del ascensor de la empresa y luego se dirigió hacia la calle.

Marco estaba esperando a su jefe, saliendo del auto para abrirle la puerta al momento que lo vio salir de Ecomoda.

–¿Cómo le fue, doctor? –se atrevió a cuestionar, causando que Daniel lo mirara intencionalmente. –Di-disculpe, doctor. –comentó apenado, permitiendo que por fin entrara al auto, dirigiéndose hacia el asiento de piloto.

Todavía no arrancaba el auto cuando Daniel vio salir de Ecomoda a Armando, pero no iba solo, sino con una modelo de la nueva colección.

Era lógico que tenía plancito, tan distraído estaba con la modelo que no se percató que Daniel atestiguó cuando le ambos se montaron al auto del presidente, y éste arranco.

–Tremendo bastardo –musitó enojado, consciente que el futuro marido de su hermana seguía engañándola sin reparo.

Sencillamente soltó un suspiro cargado de fastidio, negando hasta que se sintió observado, pues Marco lo miraba a través del retrovisor esperando indicaciones. –...Si tanto le interesa, me fue bien. – comentó fríamente mientras Marco arrancaba el auto de una buena vez.

–Eh, no es eso, doctor, ¿Lo llevo a su casa o...? –sondeó Marco, recibiendo un leve asentimiento de su jefe.

Necesitaba leer un informe de su trabajo, también tener la mente clara para la junta que se venía, concentrándose en lo primero mientras Marco sorteaba el tráfico, encontrándose con tremendo embotellamiento por un accidente vial que los entretuvieron por un buen rato.

Daniel odiaba manejar a esas horas por la ciudad.

Siempre pasaba algo, además, ni siquiera se podía concentrar en la información que leía cuando su mente viajó a la negativa de la joven, a la junta que Armando presentaría, al destino y patrimonio de su propia familia.

Y es que por muy duro que quisiese parecer, se preocupaba por el bienestar de sus hermanas, sobre todo por Marcela que se iba a casar con el hombre que momentos antes estaba con otra mujer.

No podría decirle a Marcela que lo vio salir con una modelito en turno cuando él prometió que no intervendría en su relación, que seguramente lo desestimaría, aunque tampoco quería que su hermana sospechara sobre el verdadero motivo de sus visitas.

–Llegamos, doctor –comentó Marco cuando entró al parqueadero interno del departamento, dejando el auto en el lugar que le correspondía. –Hasta mañana –despidió.

–Buenas noches, Marco –despidió monótonamente, viendo a su chofer salir hacia la calle donde normalmente parqueaba su propio vehículo. Sencillamente siguió su camino al ascensor hasta que el repiqueteo del celular lo distrajo. –¿Alo? –musitó Daniel.

–¿Hermanito? Hola, aquí con María Beatriz, ¿Cómo estás? ¿Estás ocupado? –sondeó la estridente voz de su hermana, haciéndolo despegar el auricular unos cuantos centímetros.

–¡Beata, ¿qué quieres?! –exaltó irritado.

–Primero contéstame lo que pregunté –jugueteó María Beatriz, causando que Daniel suspirara fastidiado.

Un vampiro enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora