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Capítulo 1: Un regalo.

El primogénito de la princesa Rhaenyra había sido el príncipe Jacaerys Velaryon, quien había sido nombrado por su tía, Daenerys Targaryen. La niña había escogido el huevo de dragón para su sobrino, y Rhaenyra le había permitido a su única hermana elegir el nombre del bebé.

Jacaerys había sido un niño de cabellos negros, amado por la segunda hija de Aemma en el momento en el que vió por primera vez, incluso cuando era un bebé Daenerys supo que sería su mejor amigo.

Eso hasta que los rumores sobre su legitimidad fueron plantados debido a que no poseía el color de cabello Targaryen, o el Velaryon. Y a medida que se fue desarrollando, sus rasgos parecían cada vez más similares a los de Lord Harwin Strong, rumores a los que Daenerys jamás les puso atención.

Pero los mismos rumores que afectaron su cercanía con sus sobrinos, ya que al nacimiento del segundo vástago de la princesa heredera los rumores se fortalecieron, el cabello del segundo niño también era negro. Alicent le había prohibido a Daenerys acercarse demasiado a sus sobrinos, e incluso la había mantenido ocupada durante el tercer parto de Rhaenyra.

—Ya terminé, ¿Puedo ir con Nyra? —preguntó, por tercera vez, una Daenerys de quince años.

Oyó el suspiro profundo de Alicent Hightower, quien le quitó el libro de las manos y se sentó junto a ella sobre un escalón que se encontraba junto a la cama de la reina consorte.

—Apuesto que tu hermana no desea ser perturbada en este momento, Danny —las manos de la reina viajaron al cabello de su hijastra, acomodándole las trenzas que ella le había hecho—, ¿No deberías pasear con Aegon?

Daenerys hizo una mueca, no le agradaba pasear con Aegon. En realidad, disfrutaba más los paseos con Jace o Luke, e incluso con Aemond, quien admiraba a su hermana mayor por haber sufrido tantos años la misma mala suerte que él.

El huevo de Daenerys nunca había eclosionado, e incluso Rhaenyra se había encargado de conseguirle dos más a su hermana, pero ninguno de ellos dio algún rastro de vida a la princesa impaciente.

Daenerys había contado con la coincidencia de que su tío Daemon la haya ido a visitar en el momento correcto, a la edad de diez años y con las constantes burlas de su medio hermano, Daenerys emprendió un viaje a Dragonstone con su tío y se escapó a mitad de la noche del castillo para vagar por las montañas, donde había oído decir a Aegon que habían dragones sin jinete que podrían ser reclamados por un Targaryen.

La imprudencia de la niña de diez años la había llevado hasta la cueva más lejana del castillo, no le prestó atención a las señales de advertencias, a los esqueletos de humanos y dragones que adornaban la entrada, al fuego que amenazó con incinerarla ni mucho menos al intimidante tamaño de Cannibal.

Tras un sinfín de sermones de Daemon, que fueron interrumpidos por su propia risa orgullosa, ambos volvieron a Desembarco del rey, y ahora Daenerys era una jinete de dragón. Una jinete de dragón que le causó pesadillas a Aegon por más de dos semanas, debido a las amenazas sobre alimentar a su dragón con el cadáver de su medio hermano. Y con ello ahora, la princesa tenía la constante interrogativa de su hermano menor, quien tampoco poseía la suerte de haber visto eclosionar a su dragón.

—Aegon está entrenando o algo así —murmuró volviendo a la charla, y moviendo sus manos en señal de fastidio—. Juro que me portaré bien y no estorbaré, ¿Puedo ir a ver a Nyra?

Alicent suspiró a la negativa de su hijastra y preparó la propia, odiaba negarse tanto y menos ante las inocencias de Haelena o Daenerys.

—Puedes ir a ver a Rhaenyra más tarde —dijo con tranquilidad—. Ahora, ve a practicar tu valyrio con tus hermanos. Apuesto que podrás salvar a Aemond de las burlas de Aegon.

El diablo verde || Aegon II Targaryen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora