𝙱𝙸𝙰, 𝙝𝙖𝙧𝙪𝙠𝙖 𝘢𝘯𝘥 𝙝𝙖𝙣𝙖𝙗𝙞 𝘭𝘰𝘷𝘦 𝘴𝘵𝘰𝘳𝘺'𝘴 # 𝗰𝗮𝗽𝗶𝘁𝘂𝗹𝗼 𝘀𝗶𝗲𝘁𝗲: ¿qué es lo correcto? « un beneficio sin importar las consecuencias que puedan afectar a su alrededor. »
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ENTRAR A LA CASA DE LO SHIAWASE SERÍA UNA TAREA DIFÍCIL.
Eso diría cualquier persona cuyos conocimientos sobre la familia fueran nulos; sin embargo, Kakumei Hanabi tenía un pasado. Un pasado con relaciones... interesantes. Una de ellas, se trataba de la hija de los Shiawase: Shiawase Fuan. Pese a que el final de su amistad fuese desastroso y con un corazón destrozado por culpa de palabras falsas, Hanabi estaba dispuesta a cualquier cosa para conseguir ese dinero, incluso si eso significaba volver a romperle el corazón a la frágil Fuan, volver a mentirle. La conocía al derecho y al revés, como quien conoce el rastro de las estrellas en el firmamento, manipularla era tan sencillo como acariciar una melodía familiar en un piano antiguo.
Hanabi cruzaba entre las calles de camino a casa de los Shiawase rezando por la presencia de Fuan y no la de sus padres; de ser así, la situación se complicaría de forma exponencial y sería casi imposible llevar a cabo su meticuloso plan. En su viaje, se entretenía con la cartera de Sakura Haruka, cuyo encuentro había sido aprovechado al máximo llevándose con ella su dinero, no era demasiado pero cualquier billete era bienvenido. Una foto suya de pequeño ―adorable debía de admitir― y su carnet de identidad también estaba en ella. Cumplía un uno de abril, cuya fecha ya había pasado, un pena, capaz era de felicitarlo como agradecimiento a su abono para reunir cinco millones de yenes. Se fijó en el año de su nacimiento, resulta que es menor que ella. Sakura tenía quince años recién cumplidos y Hanabi cumpliría sus diecisiete a finales de Julio.
Antes de que se diera cuenta, la casa ―casi mansión― de los Shiawase se alzaba frente a ella como un monumento comprable a la Torre Effiel o el arco del triunfo para esa ciudad. Tres golpes a la puerta llamaron la atención de la joven azabache que residía en el interior, dichosos interrumpieron la lectura de fantasía y romance que poseía entre sus suaves y delicados falanges. Cerró el libro de golpe y observó a su alrededor, confirmando la inexistencia de su madre en el salón para tomar su propia decisión y dirigirse a abrir a quien tan insistente petaba. Al abrirla, se encontró con la presencia más inesperada de su vida y la sonrisa en su rostro se esfumó.