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Después de llegar del funeral, empecé a empacar mi ropa. En cuanto a los muebles, los dejaré todos.
Me iré a vivir a una casa en un pueblito llamado Forks. Es un nombre raro que mis padres nunca mencionaron, al igual que la propiedad, pero me enteré ayer cuando vino el abogado de mis padres para hablar de la herencia. Aunque aún soy menor de edad y faltan meses para que cumpla 18, tomaron la increíble decisión de dármela lo antes posible.
Estaba terminando de empacar mis zapatos cuando escuché los sollozos de mi hija.
Al momento de dirigirme a calmarla, escuché la puerta de mi habitación abrirse, lo que me pareció extraño ya que estábamos solas mi hija y yo.
Me giré lo más rápido que pude, pero la única persona que había en la puerta era Elena...
- Tía Elena, ¿cómo entraste?
- Tengo copia de la llave, ¿recuerdas? Pero tú, ¿qué haces? ¿Por qué empacas?
Al escuchar sus preguntas, puse rápidamente a mi hija en su sillita, ya que se había calmado, para después evitar la mirada de mi tía.
- Me voy. -respondí un poco bajito, pero con firmeza.
- ¿Qué? ¿A dónde? ¿Por qué?
- No grites, Charlotte está calmada.
- No has respondido a mis preguntas, Serafine...
- Un cambio de aire, quiero despejarme de esta ciudad y sus recuerdos. -No le iba a decir que creo que maté a mis padres, no me creería.
- ¿Por qué no me lo dijiste? Podemos ir ambas.
- No. -No puedo hacerle más daño a los que me rodean.
- Serafine, no puedes estar sola en esto, tus padres no lo querían y tienes una hija, necesitas a alguien que te ayude.
- Necesito ir sola, para despejarme, dejar mi vida atrás.
- Ya entiendo, eso también va conmigo, ¿no?
- No, tía... necesito acostumbrarme a estar sola, a ser independiente, a ser madre...
- Déjame ir contigo, cielo.
- Tía, prometo que te llamaré cada semana y día si es necesario, pero necesito ir sola y con mi hija.
- No te convenceré, ¿cierto? -dijo con una sonrisa en su rostro.
- Cierto.
- Bien, pero me tienes que llamar cada semana y enviarme fotos.
