Contigo, pero sin ti.
Capítulo 1.
Iba caminando, de regreso a casa. Era sábado y tenía libre el fin de semana en el trabajo.
Era una alegría descansar estos días, pues trabajaba en una cafetería del centro de Sevilla (una preciosa ciudad de Andalucía, España) que solo abría de lunes a viernes. Mis jefes eran un encanto y ellos se encargaban del local el fin de semana.
Pues lo dicho, iba para casa, pensando en mis cosas, cuando de repente escuché como alguien decía aquella manera tan "graciosa" por la que llamaba él.
-¡Bam, Bam!
"No puede ser, quizás sea alguien que esté diciendo eso por cualquier cosa", pensé.
Otra vez.
-¡Bam, Bam!
Esta vez, me di cuenta que era la voz de una niña. Ese tono de voz me sonaba...
-¡Bam, Bam!- oí aún más fuerte.
Me giré hacia la derecha y la vi. Era Cristina, la hija de él.
Venía hacía mí corriendo, y noté en su cara algo de angustia al llegar a mi lado. Parecía preocupada. ¿Habría sucedido algo?
- ¿Qué pasa, Cristina?
- Bam, Bam... Mi padre... - respondió tomando aire.
Noté un pequeño dolorcito en el estómago, ¿qué pasaba?
- ¿Qué le pasa, cariño?- pregunté inclinándome hacia la niña.
Ella se apartó un mechón de su pelo castaño, hacía atrás de su oreja derecha y me miró con sus ojitos marrones. Seguía siendo tan bonita como cuando la conocí, aunque para tener diez años se estaba convirtiendo en una jovencita muy guapa. Hacía tan poco el hecho de haberla conocido, que me parecía mentira que hubiera pasado solo meses.
- Se ha mareado, está sentado ahí en un escalón de una casa. Se está poniendo blanco.- dijo con pena.
No lo dudé, pese a todo lo sucedido. La miré de nuevo y le dije:
- Vamos, llévame a donde esté tu padre.
Ella comenzó a andar por la calle por donde vino y yo la seguí. No hablamos mientras íbamos de camino.
Tras recorrer unos quince metros, lo vi sentado en el portal de una casa que estaba cerrada. Noté como el corazón me dio un vuelco al verlo de nuevo. Habían pasado al menos seis meses desde aquella última vez y tantas cosas habían pasado desde entonces...
Entre ellas, el irme a vivir con mi mejor amiga a la ciudad. Y pese a eso, jamás me lo había cruzado, hasta el día de hoy.
Suspiré, él tenía la cabeza apoyada entre las manos y no me vio. Me puse de cuclillas a su lado, para estar a su altura, y puse mi mano derecha sobre su brazo derecho, mientras los llamaba por su nombre.
- Fran...
Él levantó su mirada, quitando las manos de la cara. Vi en su rostro, la sorpresa al verme allí.
- Marta...- dijo en un hilo de voz.
- ¿Qué te ha pasado?- pregunté preocupada.
- Creo que es el azúcar... Estoy algo mareado. ¿Cómo has llegado aquí?
- Iba para casa y tu hija me vio. Me contó que estabas mal y me acerqué a ver que sucedía. ¿Te has tomado algo?
Él negó con la cabeza.
- Vivo cerca, vamos y te tomas un refresco. Así te recuperas.- dije incorporándome.
- No quiero ser molestia, Marta.
- No lo eres... Anda, vamos- dije alargando mi mano para ayudarlo a levantarse.
- Papá, no seas cabezón. Bam, Bam, viene a ayudarnos.
Sonreí ante lo que la pequeña dijo. Me hacía gracia que aún me llamara así.
- Le gusta llamarte así, y eso que le he dicho mil veces que te llamas Marta.
- No pasa nada. No me molesta.- le sonreí a la niña y ella me devolvió la sonrisa.
Fran se levantó, y se tambaleó un poco.
- Anda, apoyate en mí. No te vayas a caer.
- Eres demasiado buena conmigo- añadió él.
- Vamos - respondí sin querer añadir nada a lo que él había dicho.
Nos encaminamos a mi casa, Fran me puso una mano sobre mi hombro, para apoyarse. Respiré hondo ante su contacto, y su olor a perfume, inundó mis fosas nasales.
"Sigue oliendo igual", pensé.
Ese olor que tanto me gustaba de él...
Tardamos unos diez minutos en llegar a mi casa. Durante el camino, no hablamos, ni siquiera, al subir las escaleras del piso.
Llegamos a la puerta de casa, abrí y los dejé pasar. Le dije a Cristina que ayudara a su padre a sentarse en el sofá, mientras cerraba la puerta.
Agradecí que Sara, mi mejor amiga, no estuviese en casa, si no, me aniquilaba allí mismo. Ella sabía perfectamente toda la historia con él desde el día que empezamos a hablar. Bueno, ella no tendría porque enterarse, estaría afuera todo el finde.
Me acerqué a la cocina, a por un refresco de cola. Casualmente, tenía los que él solía beber, así que saqué la botella del frigorífico, cogí tres vasos y fui al salón.
- Muchas gracias por todo, Marta- dijo Fran cuando serví el refresco y le di un vaso.
- No tienes por qué darlas. Sabes que no me cuesta nada.
Intentaba no mirarlo a los ojos. Aún dolía... Pero, aunque lo intentara, no podía evitar hacerlo.
- Marta, ¿puedo ir al baño?- preguntó Cristina.
- Si, cariño. Es la última puerta al fondo.
Ella asintió y nos dejó a su padre y a mí, solos. Me senté en el sillón, dejando el hueco de Cristina en el sofá junto a su padre, quedando así separada de él.
- Marta...
- Déjalo estar, Fran.
- Me sorprende que estés viviendo aquí- dijo sorprendido.
- Llevo unos tres meses viviendo con Sara.
- ¿Tu amiga de Granada?
- La misma. Ambas encontramos trabajo aquí y nos vinimos juntas.
- Me alegra saber que estás aquí.- dijo bebiendo de su vaso.
- Supongo- dije mirándolo.
Él sonrió y sentí ese pellizco que siempre sentía cada vez que lo hacía cuando estuvimos juntos.
La niña llegó, agradecí que lo hiciera, pues comenzó a hablar conmigo, aunque mejor hubiera sido que no tocara el tema:
- Marta, papá es tonto.
- ¿Por qué?- pregunté alzando las cejas.
- Por no estar contigo con lo buena que eres.
- Cristina...- empezó a reñirle su padre.
- Son cosas que pasan, tesoro. Tu papá y yo no estamos destinados a estar juntos.
Miré de reojo a Fran, quién desvió la mirada. Me dio la impresión que no le gustó oír aquello. Más me dolía a mí decirlo.
Pero no podía permitirme más ilusiones con él, después de todo lo pasado.
Vi como Cristina se giraba hacia su padre y le dijo:
- Papá, eres muy tonto por dejarla. Mira como te cuida pese a todo. Te tenías que haber quedado con Bam, Bam, y no con Leticia. Ella no te cuidaba como lo hace Marta.
El estómago me dio un vuelco al oír ese nombre. Lo había pasado mal con esa chica de por medio. Bebí un poco de refresco e intenté reír ante las palabras de la niña.
- No le riñas, Cristina. Tu padre sabe lo que hace.
El teléfono de Fran comenzó a sonar, interrumpiendo la conversación. Él se levantó y se fue a la cocina a hablar.
- Yo te prefiero a ti, Marta. Diga mi padre lo que quiera. Contigo me lo pasé muy bien aquel día que te conocí.
Le sonreí y Fran, volvió.
- Mi hermano viene a por mí. Le he dicho donde estoy y nos espera abajo. Tarda cinco minutos, me ha dicho. Cristina, vamos. - se quedó mirándome y añadió - Muchas gracias por todo.
- Pero, ¿estás mejor? No quiero que te pase nada- pregunté.
- Estoy mejor, gracias. - respondió con una sonrisa.
Asentí.
- Bam, Bam, ¿puedo darte un beso?- preguntó la niña.
- Claro que sí, cariño - respondí.
Me incliné hacia ella y me dio un beso en la mejilla, el cual le devolví.
Los acompañé hacia la puerta, la cual abrí y salió Cristina primero.
- Hasta pronto, Marta - dijo ella y comenzó a bajar las escaleras.
- Adiós, bonita- me despedí.
- Ten cuando, Cristina - la advirtió Fran, después de giró hacia mí- Muchas gracias por lo de hoy. Sé que no me merezco que seas así de buena conmigo.
- No tienes que darme las gracias para nada, no ha sido molestia. - respondí intentando hacerme la dura.
- Mi hija tiene razón, he sido un idiota por todo lo que te hecho pasar. Deberías ver pasado de lardo y ni haberte acercado a mí.
- Sabes que no tengo maldad, Fran.
Él sonrió y sentí que mi mundo se volvía a poner patas arriba. Pero logré tranquilizarme.
- Eres un sol de persona.
No pude responder, pues se escuchó la voz de su hija llamándolo.
- Tengo que irme. Espero volver a verte pronto. Ha sido un placer saber de ti. Hasta pronto, marta.- dijo pasando su mano por mi brazo.
Aquel contacto, me erizó la piel.
- Hasta pronto, Fran.
Volvió a sonreír y yo intenté hacer lo mismo. Luego, lo vi bajar las escaleras hasta perderlo de vista.
Cerré la puerta y me dirigí hacia el salón, para recoger los vasos. Los dejé en el fregadero y mil y un recuerdo, vinieron a mi mente.
Y en ese momento, comprendí que seguía enamorada de él.
Pero no podía ser, no... O ¿Si?
Si te preguntas que es lo que pasó con él, espera que te lo cuento...
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Contigo... pero sin ti
Romansa¿Qué haces si el amor de tu vida te daña tantas veces? ¿Cuántas oportunidades le podrías dar? ¿Podría una última oportunidad cambiarlo todo? ¿Qué hacer si esa persona está con otra persona, pero no te suelta? Descubre esta bonita historia donde no...