Preámbulo

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En algún lugar de Los Cielos, a pocas semanas de la Ceremonia de Entrega del Mando Alfa de Maximiliam Höller.

En la inmensidad de Los Cielos, apartada de Los Celestiales, del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, la Madre Luna, concentrada, se enfocaba en observar la existencia de sus hijos, los sobrenaturales, en La Tierra. Atenta contemplaba lo que sucedía en las manadas, aquelarres, campamentos, colonias, y también los clanes, ya que, aunque los vampiros, por el pacto con Satanás, estaban más inclinados a negar la profecía entregada casi dos mil años atrás, ellos también eran parte de su rebaño desde que nació el primer hijo de las tinieblas con alma. Asimismo, se aseguraba que el único elfo que quedó en el planeta estuviera aún con vida, al ayudarle a permanecer fuera del alcance de los ojos de los humanos.

«Una incursión bélica más se pretende alzar contra Los Höller», se decía a sí misma la Madre Luna. «Estos del Clan Dracul llevan tantos años batallando contra los licántropos que se llevaron a la Princesa Catalin por ser la predestinada del que era el Beta del Alfa Karl. Después de tantos años, creo que es solo un pretexto el argumento que se repiten para justificar la guerra: evitar la unión de licántropo y vampira, de la cual nacerá el híbrido que unificará los pueblos sobrenaturales. Lo que quieren es recuperar a su princesa, mas no evitar la profecía», concluía la Madre Luna tras analizar el comportamiento de Los Dracul en las últimas décadas.

La deidad de los pueblos sobrenaturales empezaba a escuchar los ruegos de sus hijos que, tras caer la noche y prestarse a descansar, elevaban hacia ella en oraciones, invocando su auxilio y mediación ante el Dios Supremo en diferentes temas que les afectaban. Sin embargo, la voz del Padre Celestial, que también era el suyo, hizo que la deidad dejara de prestar atención a los encarnados para reparar en aquello que El Todopoderoso necesitaba comunicarle.

- «Madre Luna, deja por un momento tu misión, que debo compartir contigo aquello que sucederá y afectará a los que he entregado a tu cuidado y protección» -empezaba así a hablar el Dios Supremo.

- «Amadísimo Padre, estoy aquí, presta a escuchar aquello que tiene destinado para los encarnados que amo y considero mis hijos» -respondió la Madre Luna, arrodillándose ante la conexión que El Todopoderoso entabló con ella.

- «Dentro de un par de décadas serán dos mil años desde que demostré a quienes son llamados los hijos de las tinieblas que el único Hacedor soy Yo, al conseguir que, de la unión de una pareja de vampiros, naciera uno de esa especie, no convertido, y que, a diferencia de sus progenitores, este nuevo ser encarnado provenga de uno espiritual, ya que es poseedor de un alma» -así empezó el Dios Supremo a manifestar su designio-. «Sin embargo, en todos estos siglos, los vampiros no han demostrado interés en que la profecía que se les entregó se haga realidad, más bien han ido en contra de ella al evitar la mezcla de especies por la bendición de la predestinación que permití que les concedas, para que no haya ninguna distinción con los otros pueblos sobrenaturales. Así que, he tomado la decisión de que ha llegado el momento de iniciar los preparativos para la llegada de aquel que al ser uno solo, vampiro y licántropo, podrá contener el poder divino que provendrá de mi» -dijo el Dios Supremo, y la Madre Luna inclinó la cabeza, señal de que aceptaba los designios del Padre.

- «¿Qué es lo que se debe hacer para que el destino marcado por El Todopoderoso se realice?» -preguntó la Madre Luna.

- «Enviarás a tu Luz a La Tierra como una simple humana, dándole la cuna más humilde y desamparada que pueda existir en esa realidad, haciendo que esté en manos de aquellas que han entregado su vida a adorarme y hacer labor en La Tierra bajo mi nombre, el cuidado y protección de tu Luz hasta que cumpla diecisiete años, momento en que será encontrada por aquellos a quienes elijas para que su hijo puro se una a ella, y de ellos nazca el Híbrido de la Profecía» -lo dicho por el Dios Supremo supuestamente presentaba una falla, y la Madre Luna se lo haría saber.

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