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A penas llevaba una semana y media en la escuela de Hechicería cuando el profesor Yaga lo llevó a travez de los pasillos de la escuela hasta uno de los tantos dojos de entrenamiento de esta.

El pelinegro de tan solo quince años recien cumplidos seguía a su profesor sin hacer preguntas. El hombre le había hablado aquella mañana, pues tenía en mente una táctica para mejorar las técnicas de Suguru, quien si bien era recién llegado a aquel lugar, ya era, debido a su técnica, un hechicero de grado especial.

Llegaron al final del pasillo, frente a una imponente puerta tipo tradicional corrediza.

Era llegado el atardecer, por lo que todo el lugar era teñido del dorado que se colaba por los ventanales.

Ese mismo dorado iluminaba aquel Dojo cuando el profesor Yaga abrió la puerta, donde el joven vio a una chica de pelo rubio atado entrenar lo que en ese momento creía era boxeo.

Ambos hombres permanecieron unos segundos viendo a la chica dar golpes ágiles al maniquí, hasta que tras una certera patada el muñeco, que hasta ese momento parecía muy firme, voló hasta una de las esquinas del lugar.

La chica, que no aparentaba ser mayor a Geto, aún con la respiración agitada, volteó hacia ambos.

—¡Profesor Yaga!—Saludó con una sonrisa.

Yaga avanzó hasta ella. Mientras, Suguru la analizó de arriba a abajo; Pelo rubio, casi ceniza, ojos rojos. No mucho más quizás de metro setenta, de cuerpo evidentemente atlético, visible gracias al top deportivo que llevaba puesto. La chica se secaba el sudor con una toalla mientras hablaba alegremente con el mayor.

—Geto.

Salió de sus pensamientos ante el llamado del profesor, quien se encontraba a unos metros junto a la desconocida. Sonrojado al ser atrapado mirando tan meticulosamente a la chica, caminó hasta ellos.

—Él es Suguru Geto, de quién te hablé.

La chica lo miró curiosa unos segundo para después sonreír y saludarle con la mano.

—Geto, ella es Narumi Hagiwara. Te entrenará en artes marciales.

El pelinegro miró confundido a su profesor. Cuando le dijo que había encontrado la forma perfecta de aprovechar su técnica lo último que esperaba era que lo trajera con una adolescente a que lo entrenara en artes marciales.

El mayor se percató de la expresión confusa de su alumno.

—Hagiwara es estudiante de segundo año, hechicera de Segundo Grado, pero se destaca por su buena formación en artes marciales, las que te imagines. Hasta me atrevo a decir que en este lugar no encontrarás mejor mentora que ella.—Habló apoyando su mano en el hombro de la joven quien sonrió orgullosa.—Tradicionalmente tú técnica se destaca por un combate a distancia, así que qué mejor que afianzar el cuerpo a cuerpo.

El chico asintió, menos confundido pero aún así no muy convencido.

—Bueno. Suerte.

El mayor sin dar más explicaciones se encaminó fuera del lugar.

—E-espere que-...

Suguru no logro ni de cerca retener al hombre quien ya se había esfumado. Desistió y volteó hacia la chica.

—Bien empecemos.—Dijo esta para acto seguido arrojarle una liga de pelo al chico, quien con reflejos logró alcanzarla—Atate el pelo.

El joven Suguru Geto, quien ya empezaba a estilar aquel largo cabello que sería característico de él,  obedeció al pedido de la chica. Se acercó a ella unos pasos más , percatándose que era de una altura bastante parecida; 1'72 ella y 1'76 él respectivamente.

Iba a esperar instrucciones de la que era ahora su "entrenadora", pero fue sorprendido por un puñetazo de esta que a duras penas logró esquivar.

Miró con sorpresa a la chica, quien lejos de darle una explicación mejor le envió otro ataque; Una patada que detuvo con sus antebrazos, evitando que golpeara su rostro pero no evitó el doloroso impacto en sus articulaciones. Era fuerte.

—¿Practicaste algún arte marcial?—Preguntó la chica sin dejar de atacar al chico.

—Hice Tai chi un par de años.—Respondió con dificultad mientras esquivaba y detenía los golpes.

—¡Perfecto!—Una patada a sus pies dejó al chico en el piso.—Es un buen comienzo, me contuve un poco, pero veo que tienes buenos reflejos.

—¿Contenerte?—Ironizó adolorido en el suelo.

Aquella chica parecía tener la fuerza de una bestia, lo acababa de comprobar. Aunque eso no pegaba con la radiante expresión que mantenía en su rostro.

Los puñetazos, patadas y tacleadas continuaron por un par de horas. Bajo la premisa de "medir que tanto sabes", Suguru terminó tirado boca arriba sobre el suelo de tatami acolchado.

Narumi se acercó a él y le estiró su mano. Él dudo, pues creía que podía tratarse de una trampa en la que una vez levantado los puñetazos seguiría, pero al ver que en su otra mano estaba ocupada con dos botellas de agua bajó la guardia y aceptó su ayuda.

La rubia lo levantó con sorprendente facilidad teniendo en cuenta la diferencia de corporalidad entre ambos. Le ofreció una de la botellas mientras ella tomaba de la suya.

—Tienes potencial ¿Te gustaba practicar artes marciales?— Preguntó la chica tomando asiento en el suelo. Geto la imitó sentándose frente ella.

Él asintió.—Practicaba Tai chi con mi padre. Pero nunca lo puse en práctica en peleas reales.

Narumi asintió interesada.

—Eso es un buen comienzo.—Comentó.

Un silencio se instala entre ambos mientras permanecían sentados recuperado el aliento.

La noche había caído, y el lugar era iluminado únicamente por las farolas del exterior y la luz de la luna llena que se colaba por los ventanales.

Suguru quería hacer mil preguntas. No todos los días veías a alguien tan joven con tal manejo y elegancia a la hora de pelear. Se abstuvo de preguntar, y solo observó detenidamente a la chica.


Al día siguiente aquel combate de prueba le pasó factura. Estaba destruido, y mover su cuerpo suponía el peor de los castigos.

—PFF VAYA PALIZA TE DIERON—Rió frenéticamente Gojo a su lado.

Llevaban poco tiempo de convivir, pero si algo ya sabía era que ese chico era una pesadilla. Y lo reafirmó cuando sintió que le tocaba uno de los múltiples moretones en sus brazos, ganándose un buen manotazo de parte del pelinegro.


Su cuerpo pesaba horrores, y las burlas y ruidosa presencia de Satoru Gojo no ayudaban a su malestar.

Sin embargo este quedó en el olvido unos segundos cuando los alumnos de cuarto pasaron frente a ellos mientras vagueaban en el receso.

Eran cinto, un número considerable para un curso de hechiceros, tres hombres y dos mujeres, siendo una de ellas Narumi.

La rubia volteó hacia él de casualidad y al percatarse de su presencia le sonrió y saludó a la distancia. El pelinegro devolvió el saludo de forma tímida. Verla en uniforme se sentía diferente, hasta con otra aura podría decirse.

—¿Dejaste que Hagiwara te diera una paliza? jaaa patéticoooo—Resopló el peliblanco.

—¿La conoces?

—Si. Su presencia en esta escuela es inminente, es como si la hubiera atado con clavos aquí. Cundo era niño y venía por mierdas del clan siempre me la topaba.

Suguru escuchó atentamente a su compañero mirando ahora de forma curiosa a la chica que se alejaba junto al resto de su grupo.

Evermore;Suguru GetoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora