La búsqueda -- Speranza & Marina cap 2

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El día estaba envuelto en un manto de nubes oscuras, y la lluvia azotaba con furia, acompañada de una tormenta eléctrica que rasgaba el cielo. Mark estaba de pie frente a la ventana, su silueta recortada contra el caos exterior. A su lado, Arantxa Pérez Hernández, su valiente y bella amante, lo observaba con inquietud. La joven militar de las fuerzas especiales notaba algo extraño en él; la tensión en su cuerpo era palpable, como un león enjaulado a punto de desatar su furia.

Sus ojos se desviaron hacia la vitrina cercana, donde una antigua lanza empezaba a brillar con una luz dorada, pulsante y mística. Mark no había tenido un momento de paz en días, su espíritu inquieto traspasando la calma aparente. Arantxa sintió una vibración en el aire, y al girarse, distinguió un par de luces doradas que se acercaban con rapidez desde la distancia. Con la precisión de una guerrera entrenada, su mano izquierda se movió instintivamente hacia la empuñadura de su pistola. El leve zumbido que emitió al activarse sacó a Mark de su ensimismamiento. Giró la cabeza hacia ella, y en su rostro se dibujó una sonrisa enigmática, cargada de un oscuro misterio y una promesa no dicha.

—¿Qué ves, Mark? —Preguntó Arantxa, con la voz firme pero con un matiz de preocupación.

Mark giró hacia ella, una sonrisa enigmática se formó en su rostro. —Ya vinieron, —dijo, su voz cargada de una mezcla de emoción y gravedad.

El brillo en sus ojos reflejaba una verdad ineludible. Las luces doradas se acercaban de manera inexorable, aunque él mantenía el temple. Arantxa, en cambio, no pudo evitar mostrar miedo ante lo que veía, al menos hasta que aquellas orbes de luz se detuvieron frente al ventanal blindado. Dos de ellas tomaron la forma de mujeres aladas: una casi idéntica a Marina, pero con cuatro alas, y la otra, igual a Speranza, con seis alas de fuego. La tercera orbe permaneció como un globo de luz dorada.

La que se asemejaba a Speranza tocó el cristal blindado con una mano, esbozando una sonrisa. Mark se acercó y, con una serenidad que ocultaba su emoción, abrió la ventana.

—Gracias, Mark. Venir desde casa es cansado, incluso para un par de ángeles —dijo la figura alada, su voz acariciando el aire con un matiz de celestial cansancio.

Arantxa, desconcertada, no pudo contener su pregunta: —¿Quiénes son, amor?

Mark sonrió con un dejo de nostalgia. —Ah, disculpa, querida. Ella es Marina Castello, mi...

—Fuimos pareja, señorita —interrumpió Marina, su rostro permaneciendo inmutable mientras decía esto.

—Pasamos a saludar y por algo que sabemos que tienes.

—¡La lanza, Mark, la necesitamos! —indicó Marina sin más preámbulos, su voz cortando la tensión como un cuchillo.

—Por favor, Mark —añadió Speranza con voz conciliadora—, requerimos el artefacto reliquia para una cacería.

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