-𝐟𝐢𝐯𝐞.

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Daemon caminaba por el jardín privado, acompañado de su tan amada soledad. Iba ahí después de dar un paseo en Caraxes para tomar una siesta y luego seguir con su entrenamiento como lo hacía regularmente.

Habían pasado ya unos días desde la última ocasión donde su abuela lo obligó a asistir a una comida con su prometida, y desde ahí, la misma Leyla se excusaba para no ir a esas reuniones, lo que le favoreció, hasta pensó en agradecerle por haber entendido su mensaje. Aunque, ni si quiera él sabía que se lo había dado.

Llegó hasta el Arciano, un viejo árbol que daba una gran sombra, perfecta para holgazanes como el que quisieran dormir tranquilamente. Se quitó sus guantes, mientras su rostro reflejaba el deseo de una ansiosa siesta bajo esta sombra fría, ya podía verse ahí.

Pero, mientras más se acercaba, vio como su lugar de siempre estaba ocupado, algo que lo molesto pero a la vez lo intrigó. Pocos podían acceder al jardín, al menos que fuera una reunión de la familia real o siendo un miembro de esta.

Decidió quedarse quieto, con sus manos puestos en su espalda, para ver si el susodicho que le había quitado su lugar, si quiera se dignaba a mirarlo.

Su presión visual no duró mucho, porque a los segundos vio como la persona se ponía de pie, dándole la espalda, sin dejar ver su rostro. Parecía ser de estatura pequeña, vio que llevaba un vestido dorado, así que supuso que era una mujer. Llevaba el pelo recogido en una trenza mal hecha, le recordaba un poco a las que su madre se hacía o le hacía a sus tías. Estaba apunto de presentarse, por si acaso, y observar la posible belleza de mujer que sus ojos podrían admirar.

Hasta que su sonrisa se fue borrando, al ver que aquella mujer, era..

—Lady Leyla, no espera..—

Sin siquiera dejarlo terminar, Leyla lo pasó por alto, y con prisa tomó su gran libro y se fue, dejándolo hablando solo. Se quedó inmóvil aún mirando el lugar de donde Lea había desaparecido. No supo cómo reaccionar en esa situación, pero antes que nada, cerró la boca y dio media vuelta para pedir una explicación a esa falta de respeto, pero al voltear, Leyla se había esfumado, como si la tierra se la hubiera tragado en un santiamén.

Se sintió realmente avergonzado, aunque nadie había visto su lamentable actuación. Casi siempre, era él quien dejaba a las personas con las palabras en la lengua, y nunca nadie había intentado hacérselo a él. Lo que hizo que se sintieran indignado, y realmente enojado.

Suspiró y dejó esa incómoda situación de lado, caminó hasta su tan adorado lugar y se recostó, recargando su cabeza en el tronco con sus manos cruzadas por detrás de la nuca. Cerró los ojos e intentó ignorar hasta el más mínimo silencio.



-𝐓𝐇𝐄 𝐊𝐈𝐍𝐆- | 𝘋𝘢𝘦𝘮𝘰𝘯 𝘛𝘢𝘳𝘨𝘢𝘳𝘺𝘦𝘯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora