El sabor del chocolate de este mundo no se parecía al sabor del mundo real, o quizá no me gustaba la sazón de Leah, siempre que leía en el libro que ella preparaba un pastelito, instintivamente se me derretían los labios, y tenía unas ganas inmensas por probarlo. Y ahora que lo estaba comiendo, no me parecía exquisito. Aquí quizás eran más poderosas las palabras más allá de las acciones, y el sabor no cumplía con las expectativas.
O quizá, también, me estaba volviendo un crítico chef ahora que tenía mucho tiempo en la oscuridad, puesto que no tenía NADA más que hacer.
Ya había repasado las posibles teorías de la razón por la que la oscuridad llegaba:
Mayte había dejado de leer el libro.
No estaba cerca de los protagonistas, era probable pensar que el mundo giraba en torno a ellos. Y si ellos no estaban cerca, el resto del mundo desaparecía.
Leah controlaba las cosas con telequinesis.
Pero pensándolo mejor, la última opción no tenía mucho sentido, había leído el libro más de tres veces, y en ningún momento se menciona que Leah poseía poderes, este libro no trataba de magia, ciencia, o energías.
Y mientras me sumergía en aquellos pensamientos, el pastelito se agotaba, aunque intentara dar mordiscos pequeños y masticara más despacio, el final era inevitable.
Todo siempre se terminaba, tarde o temprano, todo acababa. Lo hayas disfrutado o no, todo terminaba del mismo modo.
Suspiré dándole la última mordida y apreté los párpados, estaba cansado de permanecer en la misma posición, sosteniendo mi propio cuerpo y sin poder recargarme en una pared, sentarme en una silla o sillón, sin descansar y dormir. Me dolía la espalda.
Por una parte, quería averiguar cómo deshacerme de la oscuridad, y, por otro lado, quería dejar que solito se arreglara, al fin y al cabo, el libro iba comenzando. Si mal no lo recuerdo, no había terminado el primer capítulo, de los cincuenta y ochos capítulos totales.
Entonces pestañé, y sin preocupaciones, caí en un profundo sueño.
Desperté por el sonido de una mosca cerca de mi oído. Genial, ya había vuelto a aparecer el mundo, y yo estaba tirado en el piso de la calle, como un vagabundo durmiendo a medio día. Nuevamente, en un escenario completamente distinto al último que recordaba: La estación de policías.
Ya comenzaba a cansarme que el mundo cambiara una y otra vez, y no pudiera ser un poco como el mundo real donde todo sigue su transcurso normal, los mismos edificios, el mismo tráfico de siempre, las mismas personas ajetreadas por la ciudad... Quería de vuelta esa vida, por muy desagradable que sonase.
Me levanté como pude, un tanto mareado por la escasa comida, y sentí que mis piernas flaqueaban. No dudé en acercarme a la fuente de un parque para refrescarme la cara, hice una casita con mis manos y por un segundo dudé en tomar de esa agua hasta observarla mejor, era verdosa, y a menos que quisiera morir de una indigestión, la iba a tomar. Y todavía no tenía ganas de morir.
Solo humedecí mi cabello alborotado y rubio, la nuca y la frente. Tenía que despertar, y conseguir un poco de agua, Leah podía pasar a segundo plano, lo primordial era cumplir con las necesidades básicas para sobrevivir.
Y aquello indicaba que, si quería comer y tomar agua, tenía que conseguir un empleo a como diera lugar, no podía quedarme sin hacer nada. La última opción sería robar, pero era mejor no intentarlo para no acabar de nuevo en la comisaría.
Entré a una tienda de dulces a pedir trabajo, su primera reacción fue reírse de mí, no sé por qué creyeron que no hablaba en serio. Después caminé a un restaurante, donde me miraron de arriba a abajo, y mostraron una cara de desagrado, al salir olí mis axilas, para comprobar si realmente olía mal, o era producto de mi imaginación.
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Si lees mi corazón (2)
FantasyIsmael se ha enamorado de un personaje ficiticio, tanto es el amor por su chica "ficticia" que ha dedicado los últimos meses de su vida a descubrir la manera de viajar dentro del libro para conocerla, y no solo eso, salvarla de su trágico final. P...