El mundo de los ideales tóxicos, las etiquetas tóxicas y los críticos tóxicos.

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Aquí estoy, lista para desentrañar un tema tan intrincado como un ovillo de lana el día que tejió tu abuela... pero no te preocupes, no se necesitarán agujas gigantes ni habilidades místicas para entenderlo.

Supongamos que eres un hexágono (tu etiqueta), en un mundo lleno de figuras geométricas. Todo iba bien, estabas ahí, con tus seis lados bien definidos, viviendo tu mejor vida poligonal. Hasta que un día, ¡bam!, aparece el ideal del "triángulo verde". De repente, todos están hablando de ser triángulos verdes. Se convierte en el último grito de la geometría social. Y si no eres un triángulo verde, bueno, te miran como si fueras una figura geométrica de otra galaxia.

Entonces, ¿qué haces? Comienzas a preguntarte si deberías haber nacido con tres lados y un color específico. Te preguntas si podrías convertir uno de tus lados en verde y comenzar a triangular por ahí. Pero espera, ¿qué tal si te gusta ser un hexágono amarillo? ¡Error fatal! Ahora las figuras geométricas  te señalan con desdén.

¿Y qué tiene que ver todo esto con la sociedad y la vida real? Bueno, aquí es donde se pone interesante. Desde tiempos inmemoriales, los humanos hemos tenido esta tendencia a etiquetar, categorizar e idealizar todo, desde figuras geométricas hasta personas. Nos encanta simplificar las cosas en términos de "eres así pero deberías ser así" o "no hagas eso, deberías hacer esto".

Históricamente, esto ha sido útil para la supervivencia y la organización social. Pero a veces, esas etiquetas ligadas a un ideal, se convierten en cadenas que limitan nuestro potencial y nuestra felicidad. ¿Cómo podemos ser creativos y explorar todas las posibilidades si estamos encerrados en un molde prefabricado?

La etiqueta tóxica:

Si hay algo que nos gusta a los humanos es poner etiquetas. ¿Introvertido o extrovertido? ¿Millennial o Generación Z? ¿Kardashian o anti-Kardashian? Y no me hagas empezar con las etiquetas de personalidad de los test online (sí, estoy hablando de ti, Myers-Briggs).

Las etiquetas pueden ser de todo tipo: tu signo zodiacal, tu género, tu orientación sexual, tu profesión, o incluso si prefieres la pizza con o sin piña.

Las etiquetas pueden ser útiles para entendernos mejor, pero también pueden limitarnos si viene ligado a un  ideal "la etiqueta que todos debemos aspirar a ser". Piensa en ello: si siempre te han etiquetado como "el tímido" o "la nerd", puede que te sientas atrapado en ese rol. Es como si llevaras una camiseta con tu etiqueta escrita en letras brillantes y todos te juzgarán solo por eso porque no eres parte de lo que es "ideal".

Es como una conversación que tuve con un compañero hace días,"¿Y tú, de qué signo eres?" Me preguntó.  Hasta ese momento, la conversación iba bien. Me sentía relajada, casi humana. Así que, inocentemente, respondí: "Oh, soy Capricornio". Y ahí es cuando vi su cara desfigurarse como si le hubiera dicho que como bebés para el desayuno.

Se alejó sin decir una palabra más, preguntándome si tienia un tercer ojo en la frente o si accidentalmente confesé un crimen. Después de unos minutos de autoanálisis y paranoia, decidí "dejar a la mujer al otro lado del río" porque, bueno, el drama interno tiene que parar en algún momento.

Tiempo después, una amiga me explica que la razón de la fuga repentina fue mi signo zodiacal. Sí, parece que ser Capricornio es peor que confesar que eres el villano en una telenovela. Y ahí es cuando me di cuenta de algo crucial: las etiquetas están en todas partes y pueden ser ridículamente poderosas.

Según los psicólogos, esta es una forma de simplificar la realidad y ahorrar energía mental. Básicamente, nuestro cerebro es como un adolescente perezoso que no quiere hacer más trabajo del necesario. Así que, en lugar de ver a cada persona como un individuo único y especial (lo que en realidad todos somos), optamos por meter a las personas en cajitas con etiquetas bien definidas.

Cartas de una veinteañera del siglo XXIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora