EPÍLOGO

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MI PEQUEÑA ESPERANZA.
EPÍLOGO.
El espejo muestra el reflejo de una mujer joven, de pelo negro con rulos y atado con una media cola, un capul tupido con mucho gel, grandes gafas y unos brillantes brackets. Se termina de arreglar y luego se dispone a cambiarle los pañales y la ropa a su hija de 6 meses. La ropa que le pone es simple, barata y prestada, pretende que esté presentable pero sin grandes lujos.
Es de noche y están solas en casa, es la noche ideal para cumplir con la difícil misión. Sale a la calle, un coche la está esperando.
–¿Dónde la llevo señora?
–Al barrio de Palermo, yo le indico el camino.
Llega a la casa de su viejo amigo, Nicolás Mora. Hacía más de un año que no ponía un pie en ese lugar. Era riesgoso, pero ese encuentro no lo podía seguir posponiendo, luego de saludar a doña Eugenia y a su amigo, pasa a la sala donde se va a dar el tan esperado reencuentro.
D. Julia: –Hola mamita, como deseaba verla.
D. Hermes:  –Buenas noches mija –bajando la mirada –que bueno que trajo a la niña, teníamos ganas de conocerla.
Betty:  –Buenas noches papá y mamá, disculpen la tardanza, no quería que nadie me viera, estoy feliz por este encuentro, les presento a Esperanza, su nieta.
Durante un buen rato estuvieron los abuelos jugando con su nieta hasta que esta se durmió. Ya era hora de que esa charla pendiente se dé.
D. Hermes: –Perdón mi niña por haberla sacado así de nuestras vidas. Comprenda que fue por su bien.
Betty:  –No se preocupe, no le guardo ningún rencor, al contrario, esa decisión salvó mi vida y la de mi hija.
D. Julia:  –Igualmente mamita, fuimos muy crueles. Usted no se lo merecía.
Betty:  –Eso ya no importa. Afortunadamente Esperanza y yo estamos muy bien. Tenemos todo lo que necesitamos.
D. Hermes: –¿Pero cómo, usted está trabajando? ¿Cómo lo hace sin documentos si todos creen que usted está muerta?
Betty:  –Tengo otra identidad, no me pregunten mucho, porque sería riesgoso para mí y para la niña. Lo que les puedo decir es que hace más de un año entré a trabajar como mucama en una casa, le caí en gracia a mi jefe y ahora trabajo en su fábrica.
D. Hermes:  –Desgraciados de los Doinnel, ha perdido todo en su vida por culpa de ellos.
Betty:  –Cuidado papá con sus comentarios. No se olvide que antes sus ojos, usted sigue siendo el mismo empleado fiel de siempre.
D. Hermes:  –Cada día me cuesta más.
Betty:  –Pero es necesario, por lo menos por un tiempo, hasta que podamos tomar revancha o hasta que pase el peligro.
D. Julia:  –¡Ay Bettica, no sabe cuánto la extraño!
Betty:  –Y yo a ustedes. –Se le escapa una lágrima, –mamá, yo sé que usted siempre me comprendió, y usted papá, aunque fue duro, usted es sagrado para mí y yo ya lo perdoné. Lo lamento, pero me tengo que ir, ya es muy tarde.
D. Julia:  –¿Pero cómo así? Tan poquito tiempo.
Betty:  –Comprendan que hay espías de los Doinnel por todos lados y con este encuentro nos ponemos en riesgo todos. Es más, quizás en mucho tiempo no nos volvamos a ver.
Y así fue como finalmente se despidieron. Beatriz Pinzón Solano, resucitó sólo por esa noche y jamás volvería. Beatriz Mendoza, tomaría su lugar para siempre.

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Unos días antes
Ese día se llevaría a cabo el lanzamiento de una nueva colección en ECOMODA. No era un evento cualquiera, sería el primero en el que Betty y Armando participaron activamente, ella como secretaria y él como asistente de presidencia. Después de muchos años, Carmencita se jubiló y ellos fueron su reemplazo. Quien también se jubiló fue don Antonio Olarte, vicepresidente financiero, por su salud, decidió retirarse antes. Por lo que ese puesto fue ocupado por su asistente, Nicolás Mora.
En el anterior lanzamiento, Betty ya trabajaba activamente en ECOMODA, pero no fue al evento por ser solo una secretaria, como las del cuartel, pero esta vez era distinto, ya que toda la planta administrativa había sido invitada y además, por su actual cargo, ella debía asistir sin falta, y a esto se le sumaba que esa noche, también sería su prueba de fuego, ya que los Doinnel, y su contador juramentado, Hermes Pinzón, estaban invitados al evento. ¿La reconocerían? Estaba segura de que no. El trabajo de Catalina Ángel fue impecable y ya no quedaba ni la sombra de la que un día fue.
El día fue ajetreado. Para colmo en un accidente en producción, Armando arruinó su traje, por lo que debió ir a última hora a su casa para cambiarse con un traje nuevo.
Al llegar a la casa, en la sala estaban Esperanza junto a Lina, su niñera. Muy amablemente le había dejado su ropa preparada, se cambió rápidamente, pero cuando se estaba por ir, la bebé comenzó a llorar constantemente y estiraba sus brazos en clara señal de que debía alzarla y llevarla. Esa niña era su debilidad, por lo que no resistió la idea de dejarla llorando.
Armando:  –Lina por favor, aliste a Esperancita con el atuendo más elegante que tenga.
Lina:  –Como usted diga don Armando, pero le advierto que doña Betty se va a enfadar, no quiere que la consienta tanto .
Armando:  –¿Acaso le estoy preguntando?
Lina: –Discúlpeme, don Armando.
Armando:  –Discúlpeme a mí Lina, estoy nervioso por el lanzamiento. Y ya sé, Betty se va a poner como una fiera cuando vea a la niña y no pueda cuidarla. Ni modo, me ayudarán las tías del cuartel.
Lina se esmeró y en pocos minutos la dejó preciosa. Era la bebé más hermosa y consentida del universo.

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