Capítulo 2: Parte 1

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Nota de la autora:

He decidido dividir el capítulo 2 en dos partes, ya que es bastante largo y la lectura puede volverse un poco tediosa. Mañana estará publicada la parte dos, que dará cierre a los sucesos ocurridos en esta primera parte.

Espero que disfruten de la lectura

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Nueve años después.

Willow Ridge, Alabama.

Ese sonido. Ese maldito sonido, cada mañana. Aquel despertador sonaba con furia, casi tanto como la que provocaba en cualquiera que lo escuchase. Era un sonido punzante, que pinchaba como taladros en los tímpanos y eliminaba toda posibilidad de cumplir el deseo que cualquiera tuviese de quedarse en la cama.

Quentin cubrió sus oídos con su almohada, conteniéndose del impulso inevitable que emergía de él de simplemente tomar aquel despertador y hacerlo añicos contra una de las paredes de la habitación. Claro que, aquella idea no era nada nuevo, pues ese había sido el fatídico destino de sus siete anteriores despertadores. Y, bajo las crecientes amenazas de sus padres sobre castigarlo si aquel nuevo despertador también terminaba hecho pedazos, Quentin simplemente decidió permanecer bajo su almohada, deseando que en cierto punto la alarma sonora simplemente se cansara y se detuviera.

Transcurridos unos minutos, al detestable despertador también se le sumó el sonido de golpes en la puerta, volviéndose gradualmente más ruidosos. Al unísono de estos, Quentin podía oír la voz de su madre, quien reclamaba que ya debía estar fuera de la cama hace quince minutos. Sintiendo que ya había perdido la batalla, el muchacho finalmente y con mucho esfuerzo, salió de la cama.

Para Quentin, nunca había significado un problema alistarse para salir de su casa, ya sea para ir a la escuela, al cine, o simplemente a caminar por los extensos arbolados senderos de Willow Ridge. En consecuencia, en menos de diez minutos el chico ya se encontraba encaminándose escaleras abajo, mientras el embriagador olor del desayuno recién preparado inundaba sus fosas nasales.

- Buenos días, mamá - dijo Quentin adentrándose en la cocina, al mismo tiempo que se servía una generosa taza de café.

- Buenos días, cariño - respondió con una leve sonrisa la mujer a su lado, la Sra. Faulkner - ¿Será este finalmente el día en el que ingieras nutrientes en el desayuno, además de esa maldita cafeína? - acotó esta en un tono burlón, colocando una de sus manos en su cintura.

- ¿Será este finalmente el día en el que una gran avalancha de nieve bloquee la puerta de mi habitación, para así poder quedarme todo el día en la cama? - respondió Quentin con el mismo tono burlón que su madre, dando un gran sorbo a su taza de café.

- ¿Pues sabes qué? Realmente no sería una mala idea que de ahora en adelante vivieras en tu habitación, al menos me ahorraría tener que ir a hablar con tu director cada semana por tu mal comportamiento - la mamá de Quentin redobló la apuesta con aquel comentario, sintiéndose victoriosa.

Quentin sonrió, disfrutando momentáneamente de aquel intercambio, pero su rostro pronto se tornó más serio, sin perder su característico toque sarcástico.

- El director aún no te ha llamado esta semana, mamá. Deberías estar orgullosa de mí.

La Sra. Faulkner arqueó una ceja.

- Apenas es lunes, Quentin.

Él soltó un suspiro de frustración y se pasó una mano por el cabello, desordenándolo aún más.

- Mamá, es completamente injusto cómo me castigan. Siempre termino en detención o incluso suspendido porque ciertas cosas se rompen cuando yo estoy ahí; y es extremadamente fácil para todos señalarme como el culpable, como si fuera un demente que anda por la vida rompiendo cosas. Jamás he roto siquiera una hoja de papel en la escuela.

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