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Algunas semanas más tarde, el omega de cabellos verdes estaba emocionado

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Algunas semanas más tarde, el omega de cabellos verdes estaba emocionado. Cracker le había dicho que le daría una sorpresa. No sabía qué era, pero le emocionaba mucho.


Sus ojos brillaban; siempre había amado los regalos. En su infancia, su padre nunca le obsequió nada, y los regalos que recibía eran de algunos familiares, por lo cual los atesoraba aún más. En este caso, esperaba a su pareja, ya que quería saber qué era aquel obsequio. Lamentablemente, tenía que esperar a que el más alto llegara del trabajo, y no es por nada, pero su ahora esposo solía llegar muy tarde.

El reloj marcaba las 9 de la noche, pero el omega estaba sentado en el sofá, esperándole impaciente, quería saber de qué se trataba. La perilla de la puerta se escuchó, dando a entender que su pareja estaba en casa; el hombre dejó una bolsa bastante grande en el suelo.

— Ya llegué, Yonji — dijo, dejando las llaves junto a la puerta. Éste fue rápidamente a recibirlo.

— ¿Cómo te fue? — preguntaba, quitándole el chaleco.

— Bastante bien — respondió el hombre, mirando a su omega, notando lo inquieto que estaba. Sonrió un poco al saber de qué se trataba y le entregó la bolsa.

— Adelante, abre tu obsequio — indicó.

El menor obedeció, notó cómo la bolsa tenía algunos hoyos, pero no le importó. Al abrir la bolsa, vio una caja con orificios. Aún más sorprendido, sacó la caja y al abrirla se encontró con un lindo gatito, muy pequeño. Sonrió y acarició al felino.

—¿Te gusta? Sé que pasas mucho tiempo solo en casa, así que quería darte un compañero — expresó Cracker.

— Es lindo, me gusta. Gracias, Cracker — respondió el omega. Dejó al gato en el suelo, se acercó de puntillas, con esfuerzo tomó a su pareja del cuello y le plantó un beso en los labios.

El más alto se sorprendió, su pareja jamás le había dado un beso sin ser chantajeado, obligado o emborrachado, pero no se negó.

—Vamos a cenar — propuso. Se separaron y fueron a la cocina.

Por su parte, el alpha observó al omega ir a la cocina, notando que estaba mejor que cuando estaba enfermo. Había recuperado el peso que tenía inicialmente. Este lo acompañó hasta la cocina, tomó su cintura por detrás y le susurró al oído.

—Creo que quiero otro tipo de comida — murmuró con voz grave mientras pasaba sus manos por sus glúteos. — Vengo con mucho estrés del trabajo y quiero liberarlo —

El chico se ruborizó, dejó el plato y miró a su pareja.

— De acuerdo — le permitió el omega.

Matrimonio arreglado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora