4. Escuchando Radiohead

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Aquella mañana, la risa de Chiara resuena en la azotea, atrayendo las miradas de los demás tributos.

El rumor sobre la inusual cercanía entre las tributos femeninas del 2 y del 5 se extiende rápidamente por el centro de entrenamiento. Al fin y al cabo, era difícil que las miradas cómplices y los pequeños gestos de cariño entre ellas pasaran desapercibidos.

Las miradas pronto se convierten en susurros y los susurros en comentarios llenos de recelo y desconfianza.

En el entrenamiento de la mañana, la atmósfera es tensa. Violeta puede sentir el calor de las miradas de los otros tributos en la espalda, como si tuviera un foco encima. El grupo de profesionales, en especial, se encarga de seguirlas de cerca, como una manada de hienas tantea a su presa. 

Entre ellos, el compañero de distrito de Violeta parece especialmente molesto, incapaz de quitarles la vista de encima.

La joven del Distrito 2 se acerca instintivamente a Chiara, quien observa con inseguridad la hilera de armas frente a ellas, intentando elegir una. 

Las risas burlonas se oyen por todas partes cuando a Chiara se le escurre la lanza de acero entre los dedos, cayendo escandalosamente contra el suelo.

En menos de un segundo, Violeta se quita la chaqueta de entrenamiento y la lanza a un lado. Rueda los hombros una sola vez, de forma que es fácil apreciar la definición de los músculos moviéndose bajo su piel. A su lado, Chiara siente su pulso acelerarse al ver la concentración y la fuerza que emana de ella.

El siguiente movimiento es tan rápido que casi ni puede procesarlo. 

Con la vista firmemente sobre el grupo de profesionales, Violeta coloca uno de sus pies bajo el arma que aún está en el suelo y, sin esfuerzo, la eleva de forma que hace una trayectoria perfecta hacia su mano derecha. 

La lanza atraviesa el centro del pecho del maniquí con una precisión aterradora, silenciando las risas al instante.

- Chiara.

Sale de su ensimismamiento cuando Violeta se para frente a ella.

- Acércate al circuito de obstáculos - Le indica con suavidad.

- ¿Qué?

Es entonces cuando se da cuenta de que, aunque las risas han cesado, sigue tendiendo las miradas de los profesionales sobre ella.

- Enséñales lo que puedes hacer.

Violeta le dedica una media sonrisa que deja intuir el hoyuelo en su mejilla, recordando las cientos de veces que había visto a Chiara escalar lugares de dudosa estabilidad con gracia, como si hubiera nacido para ello —y a pesar de la aprensión de Violeta— sin caerse ni una vez.

Bueno, casi ninguna vez.

Chiara se dirige a la estación de entrenamiento. A pesar de sus nervios, la confianza que Violeta le inspira le da el empuje necesario para escalar hasta la plataforma.

Siente las miradas sobre ella mientras uno de los instructores espera con los brazos cruzados para activar el cronómetro.

Una alarma indica el inicio del ejercicio, y Chiara sube, salta y escala con agilidad, sus movimientos rápidos y precisos.

El ejercicio termina y Chiara, con la respiración agitada pero con una sonrisa en los labios, salta desde la plataforma bajo las miradas sorprendidas de los tributos que se habían parado a observar. El instructor del ejercicio levanta una ceja con interés.

- Y sin caerme - Ríe Chiara al alcanzar a Violeta, ajena a los demás.

Antes de que puedan seguir hablando, el tributo masculino del Distrito 2, un armario empotrado de músculos y rabia apenas contenida, se planta frente a Violeta.

In another life | KiviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora