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En aquel momento, justo cuando Jungkook se disponía a revelar los sentimientos de su corazón, la llegada de una pareja de ancianos al puesto de frutas interrumpió la escena

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En aquel momento, justo cuando Jungkook se disponía a revelar los sentimientos de su corazón, la llegada de una pareja de ancianos al puesto de frutas interrumpió la escena. 

Jimin, con la gentileza que lo caracterizaba, les dedicó una sonrisa cálida y se ocupó en atenderlos con esmero.

El pelinegro, desde su observatorio inadvertido, se deleitaba en la visión del rubio en acción; la gracia con la que sus manos seleccionaban las frutas más jugosas, la paciencia infinita al ilustrar las sutiles diferencias entre las variedades, y esa risa espontánea que resonaba como una melodía curativa en medio del ajetreo del mercado. 

Eran esos momentos efímeros, esos detalles aparentemente triviales, los que tejían la tela de su inspiración más profunda.

Cuando los ancianos se alejaron, satisfechos y sonrientes con sus compras, Jungkook se acercó nuevamente, con su corazón latiendo al ritmo de un tambor.

—Jimin, ¿te gustaría que nos viéramos más tarde? Hay algo de suma importancia que quiero... que necesito compartir contigo —articuló, mordiéndose el labio en señal de su nerviosismo y esperanza.

—Me encantaría —respondió el contrario, dándole un linda sonrisa. —El parque junto al río Han sería un buen lugar. ¿Qué te parece si nos encontramos allí al caer la tarde?

—Me parece genial.

Con la promesa de un encuentro aún por escribirse, intercambiaron una última mirada y el joven chef partió, los mangos en mano y una sonrisa que desbordaba su rostro.

Al llegar a su departamento, colocó la bolsa de mangos sobre la mesa. Se agarro su desbaratado cabello, lavó su manos, y se dirigió a su santuario de sabores, la cocina. 

Cada ingrediente que tocaba se convertía en un verso de la poesía que era la gastronomía, y el pastel que tenía en mente sería la estrofa más dulce de todas; una confesión horneada con la esencia de los recuerdos que compartían.

Simplemente magnífico.

Mientras los ingredientes se fundían en la preparación, y el aroma embriagador del pastel se entrelazaba con el perfume dulce de los mangos maduros, anunciando un festín para los sentidos, Jungkook permitía que su mente navegara en los momentos vividos junto al hermoso rubio. Las risas compartidas, las conversaciones profundas, los ecos de alegría que se quedaban suspendidos en el aire del puesto de frutas. 

Pero ahora, ¿qué palabras usaría Jungkook para su confesión? ¿Cómo expresar el deseo de saborear no solo la dulzura de los mangos, sino también la profundidad de lo que sentía por Jimin?

Mientras tanto, el bello rubio continuaba su jornada, ajeno a la tormenta de emociones que había desatado en el corazón del joven chef. Su día transcurría entre la venta de frutas y el intercambio de sonrisas auténticas.

Sabor a 𝗠𝗮𝗻𝗴𝗼 ♡ kookminWhere stories live. Discover now