CATORCE

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Habían pasado los días desde el incidente del desayuno con Charles y ahora parecía estar ese tema en el olvido, ambos se encontraban en el césped recostados mientras miraban el cielo y los frondosos árboles sobre ellos, el cantar de las aves junto el viento levantando las hojas secas dejaban una situación un poco relajante. Carlos parecía demasiado cómodo en el pecho de Charles y el castaño apoyó su mentón en su coronilla.

ㅡ Podría dormirme ahora mismo estando entre tus brazos, Ojos bonitos. ㅡ Carlos murmuró roncamente, relamiendo sus labios resecos.

ㅡ Tú donde sea te quedas dormido, Calos, eres un perezoso. ㅡ Sainz sonrió adormilado cuando la risita dulzona de Charles llenó sus oídos.

Su risa era el mejor cantar que el de las aves, saber que esa contagiosa melodía alteraba su corazón dejaba a Carlos en un estado crítico. Sin embargo, la relajante tarde pronto les haría correr hacia la cabaña, puesto que pequeñas gotas heladas de la prometedora lluvia comenzaron a empapar los rostros de los dos melosos jóvenes.

ㅡ ¡No puede ser! ㅡ Charles chilló levantándose junto a Carlos y correr en dirección a su hogar, prácticamente la madre naturaleza los estaba corriendo del aire fresco y eso al híbrido le enfadaba.

Carlos se lanzó en el sofá cómodamente cuando la lluvia se intensificó de poco en poco, volviéndose por fuera de color grisáceo debido a las fuertes gotas caer a montones y el aire frío congelando sus huesos. Charles había ido por una manta, tal vez si pasaba el resto de la tarde junto a Carlos en el sofá se sentiría similar la tranquilidad, su corazón latía felizmente ¿Por qué? Charles sabía que la razón era el gruñón tigre en el sofá, su preciosa y blanquecina sonrisa le hacía perderse tan fuertemente en sus pensamientos, pero ¿Por qué de todos los chicos existentes en el mundo, Carlos Sainz tuvo que ser el que se haga dueño de sus sentimientos? Aquel gatote salvaje llegó tan peligrosamente al corazón de Charles para gobernar en él y parecía que no iba a irse nunca de él. Leclerc de solo recordar sus besos, sus caricias, su mirada, le hacían perder los estribos, queriendo gritar a los cuatro vientos que su dueño era nada más y nada menos que Carlos Sainz.

ㅡ ¿Calos? ㅡ Preguntó una vez estuvo de vuelta, la cabellera oscura del híbrido se asomó a su campo de visión y seguidamente sus ojos penetrantes y oscuros se fijaron en su pequeño ser.

ㅡ ¿Mh?~ ㅡ Carlos bajó sigilosamente su mirada por el cuerpo de Charles, como todo un felino al acecho y sonrió lentamente al ver la manta en sus manos. ㅡ Ven aquí, bebé.

Charles prácticamente corrió a sus brazos, recostándose en su pecho y cubrirse con la enorme manta, besos se esparcieron por sus preciosas y sonrojadas mejillas, junto a caricias en su espalda y ronroneos satisfechos por parte del híbrido.

ㅡ ¿Estás cómodo, bonito? ㅡ Preguntó Carlos en un dulce susurro, haciendo sentir a Leclerc protegido.

ㅡ Uhúmm.~ ㅡ Charles cerró sus ojos dispuesto a quedarse dormido en aquella tarde con una relajante lluvia estremeciendo sus oídos y un chico hermoso dándole besos en su coronilla. Simplemente delicioso.

Carlos simplemente observó a su niño dormir, tan precioso como delicado, pero a su vez fuerte y valiente, Charles parecía estar sediento de amor y cariño, Sainz al principio pensaba que nunca podría ablandar su corazón con él, sin embargo Charles inconscientemente lo logró. Logró adueñarse de sus sentimientos y sus suspiros, su natural ternura, endulzó al híbrido, haciéndole saber que su verdadero amor era él, el chico de cabellos castaños desordenados y con esos preciosos ojos color esmeralda, Charles era su alma gemela, lo sentía... Carlos lo sabía.

Y su fiera despertó para proteger a su pareja.

El lado sobre protector de Sainz salió a flote desde el momento que vio a Charles con esos arañazos en su precioso y sensible cuello, heridas que solo fueron sanadas con besos y marcas de Sainz. Porque ellos se complementaban, Carlos era el bálsamo de Charles.

Tiger |Charlos|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora