Siete días después de haber leído la nota de la princesa de ojos celestes. Meliodas dejo el reino en manos de sus dos consejeros de confianza, y junto con Zeldris y Gelda partieron rumbo a Inglaterra.
No esperaba gran cosa de ese lugar, ya que sabía que estaba muy deteriorado.
El viaje duro un par de días, ya que viajaron en un barco del reino
Cuando llegaron al puerto de Inglaterra, encontraron un paisaje desolado, muy pocos comerciantes estaban en sus negocios.
Caminaron por aquel lugar mirado a sus alrededores, entre los mismos aldeanos escucharon acerca de la calamidad que vivían últimamente.
Meliodas supo en ese momento que el ir ahí iba a ser toda una aventura.
Tomaron un carruaje de los que llevaron en el barco, subieron y comenzaron a andar hacia la ciudad.
No sé veía tan mal que el puerto, parecía una ciudad común y tranquila.
Hasta que llegaron a lo que era como una plaza, ahí estaban varios grupos de personas que gritaban y exigían "soluciones".
Meliodas y compañía no pudieron con la incertidumbre y bajaron a escuchar que era lo que esas personas pedían.
-Mas hombres para excavar entre los escombros -
-Agua para las cosechas nuevas-
-Comida -
Era lo que mayormente pedían.
Zeldris y Meliodas se miraron. Entre ellos había una conexión única que con solo mirarse se decían mil cosas.
Gelda solo se mantuvo al margen de la situación y miraba atenta a su alrededor buscando algún detalle que diera la diferencia, y entre todas esas personas la miro por primera vez.
La princesa Elizabeth estaba en medio de un grupo de mujeres, trataba de darles consuelo y soluciones a su incertidumbre.
Gelda palmeo a Zeldris y este miro hacia donde ella le apuntaba con la mirada. Zeldris a su vez hablo a Meliodas y lo hizo ver hacia donde estaba aquella princesa.
Meliodas la miro detalladamente, era más bella de lo que imaginó, y lo que más le llamo la atención era su vestimenta, no portaba lujos, ni un vestido digno de la realeza.
Portaba un vestido color rosa, tenía su cabello recogido en una coleta alta, no tenía guantes, ni corona, ni ningún accesorio de oro.
Parecía una mujer más del pueblo. Quería acercarse a ella, pero temía inportunarla.
De repente ella alzó la voz.
-¡¿Quien me acompaña a las minas?! Necesitamos toda la ayuda posible para salvar a los hombres atrapados ahí. Si alguien quiere ayudar síganme por favor.-
Camino en medio de todos y algunos la siguieron, ella ya había preparado algunas carretas y varios hombres subieron en ellas.
Ella monto un caballo blanco y junto a los demás soldados partieron de aquella plaza
Meliodas estaba atónito a lo que había presenciado.
-Ella no es la típica princesa que se sienta en su sala sin mancharse las manos. Sera todo un reto estar con ella. -
Comentó Zeldris quién estaba igual de asombrado que el.
-Si, así será. ¿Que les parece seguir paseando? Al caer la tarde iremos a su palacio a presentarnos como debe. Creo que será mejor apresurar las cosas, necesitan la mayor ayuda posible.-
Comentó el rubio mientras miraba aún en dirección por dónde se había marchado.
Zeldris y Gelda asintieron y caminaron entre las calles y los puestos del lugar.
Comieron en un restaurante que estaba ahí cerca y luego continuaron su recorrido.
Cuando la tarde comenzaba a caer decidieron poner marcha hacia el castillo real.
El castillo si era digno de una princesa, era grande y tenía un jardín enorme.
Entraron y se estacionaron por la parte trasera.
Caminaron a la entrada y pidieron hablar con la princesa. Aunque ella no habia llegado, Meliodas se presentó como debía.
-Soy el rey de Liones en Britania, Meliodas.-
Aquel consejero no dudo de el, ya que al ser la mano derecha de la princesa sabía de su existencia. Sariel los dejo pasar sin duda y los hizo sentarse en la sala, les ofreció té y galletas mientras esperaban a la princesa.
Los tres tomaron asiento mientras veían alrededor en silencio algunos de los cuadros y adornos de aquel salón.
Elizabeth pronto llegó, bajo del caballo, y pidió que lo llevarán a descansar. Subía lentamente cada escalón, estaba realmente cansada.
Apenas dió un pie en el castillo, las sirvientas se apuraron a limpiarle la cara, las manos, el vestido.
Ella no entendía, y se molestó un poco
-¡Ey! ¿Que pasa? ¿Porque me están limpiando? Ahora me doy un baño, denme cinco minutos.-
Replicó mientras intentaba alejarse de ellas, pero ellas no hicieron caso y continuaron limpiandola.
Sariel llegó con su tiara y se la coloco en su cabello empolvado, Elizabeth se confundió aún más.
-¿Podrías decirme que sucede?-
Comentó ya fastidiada.
-Le esperan en la sala majestad, debe ir lo más presentable posible.-
Comentó Sariel mientras la hacía caminar hacia la sala.
Su vestido estaba algo manchado en las orillas de tierra, sus manos y su cara estaba limpia ya, le colocaron guantes y un poco de perfume.
Ya en la puerta de la sala, Sariel la miro muy serio.
-Quiza las personas que están adentro del lugar sean su salvación, porfavor sea amable y gentil.-
Estaba más confundida aún.
Pero su atención se fijó al frente cuando el voceador anuncio su llegada.
-Presentando a la princesa Elizabeth Roses de Inglaterra -
Meliodas, Zeldris y Gelda hicieron la reverencia adecuada, las puertas se abrieron y ella entró segura de si misma con una sonrisa leve en el rostro
Miro a tres personas, una mujer, dos hombres.
Estando cerca de ellos hablo.
-Bienvenidos sean a mi castillo, Soy la princesa Elizabeth Roses, disculpen mi tardanza, pero estuve atendiendo unos asuntos de suma importancia.-
En cuanto termino de hablar, Meliodas alzo la cabeza y ambas miradas se encontraron por primera vez.
-No se preocupe majestad, no esperamos mucho, nos disculpamos por las molestias. Soy Meliodas Liones, rey de Liones en Britania.-
Elizabeth quedó asombrada, ahora entendía porque Sariel le dijo que el sería una posible solución. Estaba justo frente al mayor rey de toda la nación.

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- Bodas De Odio-
FanficDesde antiguas generaciones los matrimonios arreglados por el bien común entre dos naciones era obligatorio. Pese a que los nuevos gobernantes podían decidir su destino, para está joven pareja no era opción el casarse por amor. El amor es un sentimi...