7 minutos tienes para ver toda tu vida recorrer frente a tus ojos mientras vas muriendo poco a poco.

7 minutos tienes para repasar lo qué has vivido para luego olvidarlo por completo.

7 minutos tienes para poder conservar los recuerdos de tu vida pasada.

¿Vida pasada?

Puras mentiras dicen los científicos para hacerte creer que todo tiene un por qué y un para qué. Muy a mi pesar estoy dividida con esa idea que dicen ellos, resulta que cada vez un alma puede vivir más de una vez en esta tierra y que en la vida actual puedan revivir ciertos eventos que ocurrieron en el pasado, es como si el pasado y el presente se conectaran de alguna manera posible, ni hablar de lo que ahora me dijeron lo de las arcas de nacimientos. Desde pequeña mis padres no podían controlar mi curiosidad y mis preguntas por todo.

¿Era así de curiosa antes?

En fin, tener tanta curiosidad tiene sus pros y contras, por ejemplo; descubrí que mi marca de nacimiento aparte de ser una marca de renacimiento, también forma parte de lo que significo en mi familia. La última no ayuda mucho, teniendo en cuenta que está marca salta una generación, lo cual es tan extraño y hasta perturbador. Y no solo eso, sino que revela la forma en la que morí anteriormente, otros dirían que una persona en tu vida pasada te marcó profundamente para encontrarte en esta vida presente.

Me encantaría que los científicos y los supersticiosos se pusieran de acuerdo con algo por primera vez en sus vidas.

—Hoy no estás de humor... —me interrumpe mi secretaria dejando mi café frente a mí.

Llevo mis manos a la cara para sacarme los lentes de aumento, suelto un suspiro para reclinarme contra la silla cómoda, cierro mis ojos cansada y algo estresada. Se supone que hoy debo conocer al nuevo socio de la empresa, he pospuesto este encuentro como unas diez veces y aún sigue insistiendo.

—Deberías llevar todo con calma —comenta de nuevo rodeando el escritorio para ponerse detrás de mí.

El toque de sus manos en mis hombros hace que dé un respingo, pero me relajo con sus masajes mágicos y maravillosos, suelto un suspiro.

—Deberías ser masajista —confieso.

Desde que la contraté como mi secretaria, ha sido más que eso.

—No me gusta tocar a cualquiera, lo sabes —comenta en voz baja sin dejar de masajear esa parte de mi cuerpo.

Estoy sumiéndome en la relajación total cuando escucho a lo lejos un nombre extraño. Abro mis ojos de par en par y me siento rígida en la silla, provocando que Sharon deje de tocarme. ¿No le ha pasado que a veces escuchan que lo llaman, pero no es nadie? Sin embargo, este nombre nunca lo he escuchado.

—¿Pasa algo? —pregunta mi secretaria acercándose a mí tocando mi espalda, como consolándome o tranquilizándome.

Alzo la vista hacia ella lentamente, le sonrío a medio lado para que no se preocupe.

—No es nada —respondo mirando mi café que no he tocado todavía—. Recordé que hoy es la reunión con la socia.

—¡Oh, cierto! —exclama Sharon mientras corre con sus tacones aguja hasta el frente de mi escritorio para entregarme una carpeta—. Eso lo envío la señorita Carrier, quiere que lo lea antes de reunirse.

—¿Condiciones? —pregunto alzando una ceja, pero igual tomo la carpeta para leerlo—. ¿Sabes de qué trata?

—No, señorita —dice llevando sus manos al frente de su cuerpo y entrelazarlas entre sí—. Son asuntos de ustedes.

Luna de MedianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora