V: El baile

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Soy de esas personas con dos pies izquierdos, por lo que bailar no estaba en mis planes. No supe cómo reaccionar y cuando menos me di cuenta, Raúl ya me había tomado de la mano y me llevaba a la pista de baile sin que hubiera podido hacer ninguna objeción. La calidez de su mano y su sonrisa confiada me hicieron sentir una mezcla de nerviosismo y emoción.

-No sé bailar -dije, un tanto nervioso.

-No te preocupes, recuerda que es el hombre el que guía -dijo mientras me guiñaba un ojo.

Empezamos a bailar una música tipo cumbia. Al principio, me tropezaba un poco, mis pies parecían no querer cooperar. Pero Raúl empezó a guiarme usando sus manos, las cuales, note, eran grandes y firmes. Me sujetaba a veces de la mano y a veces de la cadera, y de a poco me fui dejando llevar. Podía sentir el ritmo de la música resonando en mi pecho, y de a poco empezamos a fluir mejor. La sensación de sus manos sobre mi cadera era reconfortante, casi protectora.

El ambiente del club estaba vibrante, con luces de colores que se reflejaban en las paredes y unas cinco parejas bailando, y aunque no éramos la pareja más virtuosa en la pista, tampoco lo estábamos haciendo tan mal, o eso creía yo. Cuando empecé a agarrar más confianza, Raúl empezó a darme vueltas. Me sentía ligera como una pluma.

-No es la primera vez que haces esto -dije entre risas.

-¿Hacer qué?

-Enseñar a alguien a bailar, parece que tienes mucha experiencia.

-Bueno -dijo levantando más la voz, porque la música estaba más fuerte-, me gusta mucho bailar, y para eso necesito tener una compañera, por lo que siempre estoy listo para enseñar si hace falta.

Seguimos bailando y la verdad es que Raúl hizo conmigo lo que quiso. Me movió, me giró, y en el proceso tocó muchas partes de mi cuerpo, aunque siempre de una manera en que no se excedía. Mientras giraba, pude ver un par de veces que un tipo en la barra se me quedaba mirando. Era pelirrojo y de barba, y su mirada era intensa, casi incómoda. Al principio, pensé que era un error, pero más de una vez pude ver sus ojos que me penetraban a la distancia. ¿Acaso se habría dado cuenta de que en realidad era un hombre? Si era así, sería el único, o al menos el único que lo hacía tan evidente.

Después de lo que me pareció bastante tiempo, decidí regresar a nuestra mesa. El sudor perlaba mi frente y mi respiración era agitada.

-Estoy muy cansada -le dije a Raúl.

Él llegó un poco después con dos cervezas más. Tomé la mía y me acabé la mitad de un trago, sintiendo el frío líquido deslizarse por mi garganta.

-Vaya, sí que tenías sed.

-Nunca había bailado tanto -le dije, todavía algo agitado.

-Pues lo has hecho bastante bien.

-Es que eres un buen maestro -le dije, y le di otro trago a la cerveza.

Estuvimos platicando otro rato. Estaba sudando y me alegraba de tener el vestido y las sandalias; eran muy refrescantes. La brisa nocturna que llegaba desde la terraza era un alivio. Pedimos un par de hamburguesas ahí mismo, la mía era normal, pero la de Raúl era de dos pisos. Al terminar pedimos al mesero la cuenta, de cuál Raúl no me permitió pagar mi parte por más que insistí.

Al salir del bar ya pasaba la medianoche y hacía frío, por lo que Raúl, como todo un caballero, me prestó su chaqueta, que todavía olía a su perfume. Mientras nos íbamos, pude ver que el pelirrojo seguía mis pasos hasta que me perdí de su vista.

Raúl manejó sin prisa; seguimos platicando de todo y de nada hasta llegar a casa, donde otra vez me aseguré de que no hubiera nadie y procedimos a entrar corriendo a mi casa. Una vez cerrada la puerta, suspiré aliviado, apoyándome en la madera fría.

-Fue una gran noche, me divertí bastante.

-Yo también -dijo Raúl-. ¿Qué te pareció tu primera vez fuera como chica?

-Fue un sueño hecho realidad -admití con una sonrisa, sintiendo una oleada de felicidad que no había experimentado en mucho tiempo.

Entonces pude ver cómo Raúl se acercaba. Yo estaba todavía de espaldas a la puerta, por lo que no me pude mover hacia ningún sitio. Puso sus manos en mi cintura y acercó su cara. Sabía lo que estaba por pasar y no me moví. Sus labios chocaron lentamente con los míos. Cerré los ojos y abrí un poco mi boca para recibir su lengua, sintiendo cómo una corriente eléctrica recorría todo mi cuerpo.

Lena Cross: Diario de una Sissy (Semanal)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora