Capítulo 15

20 8 54
                                    

—No es necesario —se negó Gonzalo cuando le propuse ir al hospital con él después de clases.

—Me gustaría pasar la tarde con vos —insistí.

—No, es mejor que te pongas las pilas y estudies para tu recuperatorio.

Tenía razón, me había sacado un cuatro en Química. No estaba tan mal si tenía en cuenta que había estado tan distraída durante el último mes que había hecho mi evaluación sin saber que ese día tenía que rendir. Sin embargo, no quería dejarlo solo y pasar tiempo con él era infinitamente más divertido que pasar horas y horas resolviendo problemas en mi casa.

—¿Salimos mañana? —pregunté resignada.

—No puedo, te veo el lunes —concluyó.

Me dio un fugaz beso en los labios y se alejó dejándome sola en la parada del colectivo.

Hubiera querido conversar con él durante el fin de semana, pero ya no tenía saldo en el celular y mi madre y yo pensábamos que era preferible comprar comida para la semana, antes que mantener nuestras líneas de teléfono. Después de todo, podría vivir algunos días desconectada del mundo.

Lo bueno era que al no tener nada con qué distraerme, me mantendría enfocada en resolver los problemas de Química. Lo malo era que sin la posibilidad de hablar con Lorena, no tendría idea si iba por buen camino.

Tampoco podía comunicarme con mi padre. No tenía su dirección y, aunque hubiera pedido prestado algún teléfono, lo más probable era que su celular continuase fuera de servicio. Esperaba que pronto viniera a verme. No es que fuéramos muy unidos, pero desde que no vivía en casa, sentía que me hacía falta.

Tuve que esperar al recreo del lunes para volver a encontrarme con Gonzalo. Tenía un piercing nuevo en la ceja, junto al que ya tenía, y, aunque no le quedaba mal, recordé que el expansor de la oreja se lo había realizado una chica a la que había conocido borracho.

—¿Quién te lo hizo? —pregunté intentando que mi voz sonara casual.

—Alguien de un local de tatuajes.

Mi tranquilidad duró apenas unos instantes, porque en ese momento, llegó Karen.

—Hola, ¿qué tal todo? ¿No se ve genial?

Sin esperar a que respondiera su primera pregunta, se levantó la remera hasta el comienzo del encaje rojo de su corpiño. Lucía un tatuaje de plumas con un efecto de salpicaduras de acuarelas sobre las costillas. Era evidente que habían ido al mismo local.

Julián se unió a nosotros y no pudo disimular una mirada lasciva hacia la pelirroja.

—¿Les gusta? —insistió.

—Vos me gustás —dijo Julián y Karen sonrió apenas.

—Sí, está lindo —respondí con la esperanza de que se bajara la remera.

Tenía un cuerpo espectacular y no se avergonzaba de mostrarlo.

—Al final no me dolió tanto, solo los bordes y un poco en esta parte —explicó señalando una zona del tatuaje mientras hablaba.

Cuando por fin Karen cubrió su vientre plano, Julián apartó los ojos de ella y miró a Gonzalo para preguntarle:

—¿Cómo está tu mamá?

—Mejor, ya está fuera de peligro, pero los médicos creen que lo mejor será que pase un tiempo más en el hospital y después derivarla a una clínica de rehabilitación.

Los tres nos alegramos por la noticia, luego Gonzalo continuó:

—Igual los médicos son de lo peor.

—¿La atendieron mal? —quise saber.

—No, en ese punto estuvieron bien, pero tuve que sobornarlos para que no avisaran a servicios sociales. Estoy a dos semanas de cumplir la mayoría de edad y vivo solo hace más de un año y, aún así, me querían asignar a una familia sustituta, mandarme a un orfanato o vaya uno a saber qué. Si pasara algo así, quizás hasta podría perder el año y quiero salir de acá para entrar en Administración de Empresas —explicó con la mandíbula tensa.

Pensé que era ridículo creer que una persona podía madurar instantáneamente, ni bien cumplía los dieciocho años. Me sorprendía la madurez de mi novio que seguramente pensaba en progresar con su negocio de licores.

—¿Qué vamos a hacer para tu cumple? —preguntó Julián cambiando de tema.

Sospechaba que el muchacho notaba cuando su amigo comenzaba a ponerse temperamental y sabía guiarlo hacia temas de conversación más seguros.

—No sé, no pensé en eso todavía. No sé si voy a poder hacer algo. Hay que ver cómo sigue mi vieja.

—¡Vamos, Gonza! Me encantan las fiestas —pidió Julián.

—Podemos salir nosotros cuatro. A no ser que quieran tener una noche salvaje ustedes solos.

Las palabras de Karen me hicieron sonrojar y Gonzalo sonrió con picardía colocando una mano en mi espalda baja.

—Si no somos muchos, podríamos hacer la fiesta en mi casa, no creo que mi madre tenga problemas, siempre y cuando no haya drogas, ni alcohol y no dañemos el parquet de la sala—me apresuré a decir.

—¿Una fiesta sin nada divertido? No sé... —se quejó Julián.

—Me gusta la idea. Maya, no creo que tu madre se enoje si llevo algunos de mis licores y si Julián se porta bien, podríamos dejarlo arruinar solo un pedacito del piso de madera, pero asegurémonos que sea debajo del sofá, para que Sonia no lo note.

Los cuatro reímos por la broma de Gonzalo.

—Bueno, bueno, pero ¿podrían invitar a alguna chica? Si sigo esperando a que Karen me de bola, me voy a morir más solo que un otaku el día del amigo —pidió Julián.

Volvimos a reír y luego sugerí:

—Puedo invitar a una amiga, si les parece bien.

Todos se mostraron de acuerdo con la idea. Aunque no estaba segura si Lorena iba a aceptar y yo no tenía otras amigas. Quizás podría pedirle ayuda para levantar mis materias bajas y convencerla de tener una cita a ciegas con Julián.

—No —dijo Lorena cuando le hice la propuesta en la biblioteca de la escuela.

—¿Por qué no?

—Ya te dije que no tengo pensado salir con nadie hasta que termine la escuela.

—Pero no tiene por qué ser algo que te saque el tiempo. Es solo una fiesta. Si no te gusta, no lo volvés a ver y listo. Si te gusta, no es necesario que salgas todos los días. Vas a tener tiempo. Te lo prometo —aseguré.

Necesitaba que Lorena dijera que sí, ya que la segunda opción era invitar a una amiga de Gonzalo a la que él había descrito como "extremadamente sexy". Definitivamente no quería muchachas con ese perfil en la fiesta de cumpleaños de mi novio.

—Es que... me gusta alguien más.

—Ya sé, pero podrías pensarlo como una cita de práctica para cuando te invite a salir de verdad Ezequiel.

—Shhh.

Lorena se aseguró de que nadie estuviera escuchando nuestra conversación y agregó:

—¿Qué pasaría si no le gusto?

—Nada, disfrutan de la fiesta y listo.

—Bueno, si es tan importante para vos, entonces voy a ir.

—¡Ay! ¡Gracias! ¡Sos la mejor! —grité con emoción y la abracé ignorando a la bibliotecaria que me pedía silencio.

Le debía una a Lorena, porque no solo me había ayudado durante esas dos semanas a repuntar mis materias, sino que había aceptado ser la cita de Julián solo para que mi novio no tuviera que hablar con esa chica de la que no sabía nada, pero a la que odiaba con todo mi ser. Sospechaba que podía ser la misma joven que le había colocado el expansor en la oreja, pero no tenía pruebas y no quería preguntarle de forma directa a Gonzalo, porque quizás volvería a encender la llama de su mal humor. Desde el intento de suicidio de su madre, estallaba en ira ante la más mínima provocación. Lo entendía, yo también estaba sensible por no tener noticias de mi padre.

Amor y tempestadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora