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Chan estaba en el segundo piso preguntándole cosas sobre si había visto a Felix.
Felix aprovechó la situación para ir al teléfono.
Marcó, marcó y marcó, pero no funcionaba.
Se desesperó y justo escuchó a Chan saliendo de la habitación de su hermano, entró inmediatamente a la cocina que estaba al lado del teléfono y se escondió en un armario que estaba allá.
— ¡Ya sé dónde estás, amor! — gritó Chan.
Felix entró en pánico pero se relajó al escuchar la puerta de la sala de estar abrirse, el ya no estaba ahí.
Felix vio cuántas llaves tenía, eran en total veintitrés llaves, alguna de esas tenía que ser de la habitación de Chan, seguramente ahí podrían estar las llaves de la puerta principal y así podría salir.
Se asustó cuando escuchó la puerta de la cocina abrirse, rezaba para que Chan no lo encontrara.
Para su suerte, Chan solo entró a hacerse un té para relajarse, ni siquiera se le había pasado por la cabeza de que Felix estuviera ahí.
— Este maldito niño, cree que puede librarse de mí, que siga soñando — dijo Chan.
Dejó el té haciéndose y salió de la cocina gritando "¡Te voy a encontrar, Felix!".
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— No he hablado con él, ya te lo dije — dijo el hermano de Chan.
— ¡¿Y entonces como sabe dónde esconderse?! — Chan alzó la voz.
— ¡¿Será porque es inteligente y no un estúpido que no le ata los pies a la persona que secuestró?! — gritó el hermano de Chan.
Chan suspiró.
— Sé que has hablado con él, dime al menos una pista.
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