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Poco a poco el mundo exterior invade mis sentidos y, madre mía, menuda invasión. Floto, con las extremidades desmadejadas y lánguidas, completamente exhausto. Estoy tumbado encima de él, con la cabeza en su pecho, y huele de maravilla: a ropa limpia y fresca y a algún gel corporal caro, y al mejor y más seductor aroma del planeta... a Spreen. No quiero moverme, quiero respirar ese elixir eternamente. Lo acaricio con la nariz y pienso que ojalá no tuviera el obstáculo de su camiseta. Mientras el resto de mi cuerpo recobra la cordura, extiendo la mano sobre su pecho. Es la primera vez que se lo toco. Tiene un pecho firme, fuerte. De pronto levanta la mano y me agarra la mía, pero suaviza el efecto llevándosela a la boca y besándome con ternura los nudillos. Luego se revuelve y se me pone encima, de forma que ahora me mira desde arriba.

—No -murmura, y me besa suavemente.

—¿Por qué no te gusta que te toquen? -susurro contemplando desde abajo sus ojos violetas.

—Porque estoy muy jodido, Roier. Tengo muchas más
sombras que luces. Muchas sombras más.

—Ah...

Su sinceridad me desarma por completo. Lo miro extrañado.

—Tuve una introducción a la vida muy dura. No quiero aburrirte con los detalles. No lo hagas y ya está. -Frota su nariz con la mia. Sale de mi y se incorpora.

—Creo que ya hemos cubierto lo más esencial. ¿Qué tal ha ido?

Parece plenamente satisfecho de sí mismo suena muy pragmático a la vez, como si acabara de poner una marca en una lista de objetivos. Aún estoy aturdido con el comentario sobre la 《introducción a la vida muy dura》. Resulta tan frustrante. Me muero por saber más, pero no me lo va a contar. Ladeo la cabeza, como él, y hago un esfuerzo inmenso por sonreírle.

—Si piensas que he llegado a creerme que me cedias el control es que no has tenido en cuenta mi nota media. -Le sonrío tímidamente. —Pero gracias por dejar que me hiciera ilusiones.

—Joven Luckity, no es usted solo una cara bonita. Ha tenido seis orgasmos hasta la fecha y los seis me pertenecen. -presume, de nuevo juguetón.

Me sonrojo y me asombro a la vez, mientras él me mira desde arriba. Frunce el ceño.

—¿Tienes algo que contarme? -me dice de pronto muy serio.

-Lo miro ceñudo. Mierda.

—He soñado algo esta mañana.

—¿Ah, sí? -Me mira furioso.

Mierda, mierda. ¿A que ya la he liado?

—Me he corrido en sueños.

—¿En sueños?

—Y me he despertado.

—Apuesto a que sí. ¿Qué soñabas?

Mierda.

—Contigo 

¿Y qué hacía yo?

Me vuelvo a tapar los ojos con el brazo y, como si fuera un niño pequeño, acaricio por un instante la fantasía de que, si yo no lo veo, él a mí tampoco.

Los Juegos Oscuros De Un Millonario [HIATUS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora