Prólogo

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Prólogo

—¡Shota-kun, pide un deseo! —exclamó su tía Ichika. Ella era la mayor de las cinco hermanas Nakano, al menos de las cuatro que quedaban.

Sobre la elegante mesa del comedor había un pastel de tres leches de al menos dos pisos, a menos que su tía Itsuki se hubiera comido el tercer piso, embriagada por el dulzor.

—Pero no lo digas, solo piénsalo. Dicen que es de mala suerte revelar tu deseo —dijo Itsuki con preocupación. Aunque era la menor de las hermanas, solía comportarse más como su propia madre que el resto de las Nakano.

—Itsuki, si vuelves a darle un mordisco al pastel, te quitaré tu ración de comida de la semana —amenazó Nino con la mirada afilada, lista para darle un coscorrón a Itsuki, que acechaba el pastel.

Nino era la segunda hermana, la más cariñosa de todas, pero eso no evitaba que se convirtiera en un demonio andante cuando se enojaba, aunque siempre se reconciliaban.

—Shota, ten cuidado con las velas —dijo Miku, la tercera hermana. Era un poco sobreprotectora, por no decir extremadamente, pues parecía estar vigilante las veinticuatro horas del día, los trescientos sesenta y cinco días del año.

Shota miró el pastel, meticulosamente elaborado por sus dos tías, Miku y Nino, aunque Miku solo lo decoró, pero había sido hecho con amor.

Cuando se acercó a soplar las doce velas dispuestas en forma de círculo sobre el pastel, Shota cerró los ojos, preparándose para pedir su deseo. Sin embargo, un recuerdo invadió su mente.

En su cumpleaños número doce, Shota Uesugi había de recordar aquella noche tormentosa en la que sus padres murieron.

Quizás fue todo una simple coincidencia.

¿Verdad?

Mis tías NakanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora