Capítulo 1: Una noche tormentosa

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Capítulo 1: Una noche tormentosa.

Habían pasado ocho años desde la boda de Futarou y Yotsuba. La vida, junto con todas sus complejidades, ascendía en la montaña rusa de la felicidad matrimonial.

Futarou tenía un trabajo estable en la preparatoria Shuchin, donde enseñaba japonés, y Yotsuba estaba felizmente casada con él.

Su vida había cambiado desde sus días de preparatoria, cuando luchaban con problemas económicos, a formar parte de aquel grupo de hombres que disfrutan de una felicidad infinita junto a la mujer que aman.

Dos años después de su boda, su hogar se había llenado aún más con la llegada de su hijo, Shota Uesugui, un pequeño que con su risa daba vida al hogar.

En la noche del 24 de septiembre, una tormenta crecía estrepitosamente sobre Japón. Según las noticias, un tifón azotaba cada casa y coche a su paso.

—¿No crees que deberíamos pensarlo mejor, Futarou? El noticiero dijo que no deberíamos salir —dijo Yotsuba, visiblemente preocupada. Futarou, quien iba y venía, se detuvo y miró a Yotsuba.

—Sé que estás preocupada, pero debemos llegar temprano a la reunión —se acercó y le tomó el hombro—. Todo estará bien, Yotsuba —dijo con voz tranquila y semblante sereno. Yotsuba suavizó su mirada y asintió.

—Mamá, ¿a dónde van? —se acercó un niño pequeño de pelo negro y ojos ámbar, la viva imagen de su padre, Futarou Uesugui—. ¿Puedo ir con ustedes? —preguntó el niño. Después de ver a Yotsuba asentir, Futarou se agachó a la altura del pequeño, que apenas alcanzaba los ciento diez centímetros, y le acarició la cabeza.

—Será la próxima vez, Shota —le dijo su padre con una sonrisa tenue en el rostro. Futarou no solía sonreír mucho; de hecho, su madre solo recordaba haberlo visto sonreír como un niño risueño tres veces en la vida: cuando nació Shota, el primer día de clases del niño y esa noche, la más funesta de su vida.

No había tiempo para despedidas. Tomaron sus cosas, dos maletas de mano a juego con no mucho en ellas, y salieron de la casa a las 10:40 p. m.

—Adiós... —Shota miró la puerta por donde sus padres habían cruzado apresuradamente.

El calor del hogar disminuía y la brisa del viento golpeaba la ventana. Corrió a cerrarla y asegurarse de que no se abriera durante la noche, no quería que el frío llegara por la mañana a su habitación. La casa estaba bien iluminada, con luz en cada rincón. El teléfono negro en la sala recibió un mensaje, indicado por una luz roja intermitente.

—¿Un mensaje? —Shota apretó el botón gris en el centro y la grabadora reprodujo el mensaje.

Yotsuba: ¡Shota! Olvidé decirte que tu tía Itsuki vendrá a cuidarte. No debe tardar mucho, así que estate atento, pero no abras la puerta sin asegurarte primero de quién es, ¿vale? Te amo, mi niño.

Hubo un pitido ensordecedor y el mensaje se desvaneció. Observó la entrada, una puerta marrón con una perilla dorada, y mantuvo la cabeza en alto.

—Espero que no tarde tía Itsuki —dijo Shota. Se dirigió al comedor, tomó una de las sillas, una pequeña que era solo suya, y la arrastró por la casa hasta dejarla frente a la puerta. Se subió a ella y, con la mirada fija en la entrada, permaneció allí toda la noche. Con los ojos bien abiertos, pero poco a poco, con el sueño en el aire, sus párpados comenzaban a cerrarse.

En las afueras del hogar, por la carretera que llevaba al aeropuerto internacional Kensai, un automóvil sin identificar avanzaba rápidamente. El hombre al volante activó el limpiaparabrisas, que luchaba por limpiar el vidrio lleno de gotas de agua. La lluvia se intensificaba y Futarou lo notó cuando comenzó a llover a cántaros y el granizo golpeaba el techo con fuerza. Yotsuba advirtió que la tormenta era inevitable y sugirió que debían detenerse. Futarou no se opuso.

—Hay una posada cerca. Podemos parar ahí para descansar un poco y continuar mañana —propuso Futarou, y Yotsuba asintió. Las luces del auto se apagaron repentinamente y parecía que el camino había desaparecido. Futarou redujo la velocidad.

—¿Por qué se apagaron las luces ahora? —se preguntó desconcertado. La poca luz que había provenía de unos pocos faros que aún funcionaban en la carretera. Yotsuba lo miró confundida.

—¿Qué sucede, Futarou? —preguntó su esposa con preocupación evidente. Futarou vaciló.

—Nada, solo se apagaron las luces. Tranquila —se mintió a sí mismo, lo sabía, pero no quería preocupar a Yotsuba. Sin embargo, su esposa seguía viéndolo con semblante preocupado.

—¿En serio...? —Futarou escuchó el claxon de un camión que venía en sentido contrario. La lluvia se intensificó tanto que los limpiaparabrisas apenas podían mantener el espejo del auto despejado. Las llantas se deslizaban nerviosas sobre el pavimento mojado. El frío erizaba su piel y sentía escalofríos.

Yotsuba notó a lo lejos, y no tan lejos, la luz amarilla de un camión acercándose rápidamente hacia ellos. Futarou intentó girar el volante, pero las llantas se deslizaron bruscamente sobre el pavimento y el camión chocó contra el auto.

Eran las 11:00 p. m. cuando Itsuki manejaba su camioneta Toyota Hilux desde la universidad. Las nubes cubrían el cielo y la luna era visible mientras la lluvia cesaba. Se detuvo en un semáforo de la avenida, que emitía una luz roja intensa. Esperó en silencio bajo el calor del auto y el aroma a cereza de un nuevo ambientador recién comprado.

—Debí haberme apurado. Voy a llegar muy tarde con Shota —dijo Itsuki, inquieta, mirando la luz roja. Golpeó suavemente el volante con frustración y suspiró exasperada. Tres segundos después, escuchó la llamada de su iPhone 16, negro y reposado en el asiento del copiloto. Miró con curiosidad la pantalla que mostraba un número familiar; era Yotsuba. Temerosa pero ansiosa, contestó la llamada.

—¿Hola? —al otro lado de la línea, escuchó el golpeteo del viento sobre las ramas de los árboles que se movían con fuerza. También escuchó el sonido lejano de las sirenas de una ambulancia que resonaban en sus oídos. Poco después, alguien habló.

Policía: ¿Usted es familiar de Yotsuba Uesugui?

—Sí, soy su hermana. ¿Y usted quién es? —le dejó un sabor amargo en la boca a Itsuki.

Soy Haruka Mizuno, oficial de policía... Lamento decirle esto, pero encontramos los cuerpos sin vida de Yotsuba y Futarou Uesugui en la carretera que conduce al aeropuerto de Kensai — dijo el policía.

Hubo un silencio por un momento, y luego se escuchó el sollozo de Itsuki, que cubrió su boca con la palma de la mano izquierda mientras sostenía el iPhone con la derecha. Fuera del auto, el claxon de otros autos se unía en un solo sonido de frustración.

Pero Itsuki no avanzó, se quedó allí, con el oficial de policía al teléfono llamándole por su nombre.

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⏰ Última actualización: Sep 19 ⏰

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