Capítulo 1

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Dió pasos torpes en la arena, y tropezó. No lloró, simplemente alzó la vista y escupió la poca arena que se le metió a la boca, sensación repugnante y poco agradable, ya recordó por qué odiaba ese lugar. Se levantó para sacudir su traje de baño, a su mamá no le gustaba que se quemara ni dañará la piel, por lo que lo obligaba a usar esos trajes completos de buzo que le cubrían la mayor parte del cuerpo.

Aun así, la maldita arena lograba meterse a partes inexplicables. Había un ceño fruncido en su mirada, uno que pronto se calmó cuando las risas del otro chico se alejaron en dirección al mar.

«¡Kenji, mantente en la orilla cielo!»

La voz femenina a sus espaldas era tan suave y enérgica como de costumbre, le devolvió la sonrisa y asintió con entusiasmo, después de todo, el mar nunca fue su paraje favorito. Era profundo, frío y oscuro, en épocas de marea alta las olas son tan salvajes y agresivas que dan miedo. Decidió quedarse en dónde le dijo su madre, en la seguridad de la costa y solo ver a su amigo a lo lejos.

Cada año, cuando los padres de ambos chicos obtenían sus semanas de vacaciones salían juntos. Trabajaban para la misma empresa, la misma causa. Las playas nunca fueron catalogadas sitios seguros debido a la actividad kaiju, pero a eso se dedicaba la madre del otro niño que surfea las olas, conocía cuando los kaijus podrían acercarse a las costas de Japón e invadir el país, pero esa época del año era la más tranquila de todas.

Con la sombrilla bien puesta, la pequeña mesa improvisada con bocadillos y comida para ambas familias, la música relajante de la bocina y el golpeteo suave de las olas contra la orilla eran un placer divino que pocos podían apreciar. El miedo se había apoderado de uno de los paisajes más comunes de aquella isla, con el océano rodeándolos por completo es un miedo constante que suele quitar el sueño a algunos.

Kenji caminó hacia sus padres, tomando asiento a las faldas de su madre y hacer un puchero. Quiere estar en el océano, surfeando con Jonathan esas enormes olas azules. Los ojos violetas siguieron su figura en silencio, el sonido de su vitoreo y emoción cuando la tabla domina cada ola nueva, cuando navega por el túnel y sale en pie. Él es joven aún, demasiado pequeño como para dominar la tabla tan bien como él lo hace.

Sí, siente envidia, pero una envidia infantil que pronto pasará como las otras veces. Lo ve ahí, tan feliz y radiante como siempre, con esa sonrisa infantil tan llena de energía que incluso siente envidia de su emoción y resistencia. Él también sería bastante bueno surfeando si sus padres le permitieran hacerlo. Con el ceño fruncido y haciendo un puchero en los labios solo le dio a los adultos la imagen más tierna y adorable que sus ojos miraron.

Cuando Jonathan salió del agua corrió emocionado hacia el grupo de adultos, enterró la tabla en la arena y rápidamente se dirigió a ellos antes de caer de cara contra el suelo. Había olvidado quitarse la licra que sujeta su tobillo con la tabla. Su cara ahora estaba completamente blanca y arenosa, sus rulos también estaban llenos de capas de arena que se sacudió cuál perro mojado en mitad de un baño.

Se quitó rápidamente el leash y corrió hacia ellos entre pequeños gritos de emoción y diversión.

«¡¿Lo vieron?! ¡Lo logré! ¡Logré montar la ola!»

El chico castaño gritó con alegría, corriendo hacia su padre quien lo recibió con los brazos abiertos y felicitó su logro entre risas y palabras de aliento. Jonathan miró a Kenji por unos segundos, antes de bajarse de los brazos de su padre y correr hacia el de cabello azabache y tomarlo de la mano.

«En un momento volvemos!»

Grito entre tiernas risas infantiles para después arrastrar al niño consigo. Los padres de ambos solo se limitaron a sonreír y verlos alejarse poco a poco, pero sin desaparecer completamente de su campo de visión. En un momento dado, a Kenji le costó un poco seguir el ritmo del otro. Sus pequeños pies se hundían fácilmente en la arena a cada paso que daba, y no era para menos, ¿cómo podría competir contra un niño seis años mayor que él?

SALVATORE ||Kenji Satō||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora