Vuelta a la ... ¿normalidad?

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Esa tarde, tras las últimas revisiones, le dieron el alta a Adrián.

La vuelta a casa en el coche se le hizo un poco rara a Adrián. Su hermano tenía un alzador rojo para que el cinturón le ajustara a la altura indicada, pero evidentemente Adrián hacia tiempo que había dejado de usarlo. Sin embargo, con su nueva altura, tal vez fuera recomendable que volviera a tener uno.

Su hermano se dio cuenta de esto y dijo

-"Como Adrián está todavía un poco malito y ahora mide casi como yo, le puedo dejar que vaya en mi asiento"

-"No, quita, yo no necesito eso de niños pequeños como necesitas tú, Martín"

Sin embargo, su padre, se quedó pensativo durante unos segundos. Acto seguido miró a los dos niños (o bueno, al niño y al adolescente con aspecto de niño) y dijo

-"Adrián, es verdad que eres mayor, pero es cierto que no es un tema de edad, si no de altura. Si pegásemos un frenazo y llevaras el cinturón puesto, podría hacerte daño. Vamos a tener que comprarte un alzador, pero ahora mismo sólo tenemos el de tu hermano. Y aunque no me gusta llevar a uno sin alzador y al otro con el, creo que tiene sentido que esta vez vayas tú en él, porque acabas de salir del hospital y todavía estás recuperándote."

Adri no respondió, en su fuero interno estaba enfadado y quería gritar, decir que era injusto, que él no quería, pero su padre le había dicho que llevaba razón, que era injusto, pero que así eran las cosas.

Subió, con el rostro ligeramente ruborizado, y tomó el asiento que su hermano le había ofrecido. Eso sí, se puso rápidamente el cinturón para demostrar que todavía era un chico mayor y que era muy autónomo ¡Solo faltaría que le fuesen a abrochar, hombre!

En cuanto llegaron, su padre preparó una cena rápida, no tenían mucho tiempo ni tampoco demasiados ingredientes, esta semana habían estado viviendo al día, preocupados por la salud de Adrián.

En cuanto Adri se subió a la mesa y empezó a comer se dio cuenta de que no es que tuviera hambre, es que estaba famélico. Devoró la cena como si se tratase del mejor manjar del mundo, y acabó con la tripa bien llena.

Después de la cena Adrián fue a su cuarto, estaba adormilado debido a le pesadez de estómago de todo lo que había comido. Fue a ponerse el pijama y descubrió que... en realidad ninguno le valía. Hasta entonces no se había parado a pensar en ello, pero claro, tenía el cuerpo de un niño de unos 9 años, y no uno grande y fuerte si no más bien de los debiluchos y flaquitos. Su ropa era como intentar vestirse con la carpa de un circo.

Por un momento pensó en quitarse el pantalón de gimnasia que llevaba y quedarse en calzoncillos y dormir así, pero al final decidió llamar a su padre

-"Papá...."- Dijo desde la habitación.

Su padre se presentó unos segundos después

-"¿Qué pasa Adri? ¿te encuentras bien?"

-"Sí, sí, tranquilo, es solo que... ¿Qué pijama me pongo?"

-"Ostras, es verdad, no había caído... Perdona Adri... voy a arreglarlo, espérame aquí"

A los 5 minutos su padre estaba de vuelta, y traía lo que parecía un pijama de niños pequeños

-"Toma, he cogido este pijama de tu hermano, debería valerte porque ahora usáis la misma talla más o menos"

-"No fastidies, ¿Voy a tener que usar un pijama de Martín?, encima seguro que está mas meado que nada"

-"Adrián, no empecemos, primero tu hermano tiene accidentes como cualquier otro niño, y cada vez menos, y que tú saques el tema, que te recuerdo que hasta los 7 años tenías que dormir con pañales porque mojabas la cama noche sí y noche también..."

La segunda infancia de AdriánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora