Ante la adversidad

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El día no había empezado nada bien para Adrián. O más bien, Adrián pensaba que el día no había empezado nada bien,  y a fin de cuentas su forma de ver las cosas es la que importa para él.

Muchas ideas pasaron por la cabeza de Adri, tantas que tuve que ir aplicando un filtro a cada una de ellas.

- No quería llamar a ningún amigo porque explicar lo que le había pasado era cuanto menos bochornoso
- Intentó jugar un poco al Fornite pero en cuanto entró al chat de voz la mayoría de jugadores le trataron con condescendencia porque su voz era claramente la de un niño pequeño, agravado por el hecho de que Adrián jugaba mejor que la mayoría.
- Si quería ponerse al día con las tareas del instituto, tenía que pedirlas y no se sentía muy cómodo dando explicaciones de qué le había pasado.

Total, que tras darle un par de vueltas decidió irse al gimnasio, ahí nadie le molestaría y podía centrarse en mejorar su forma física y su fuerza, ya que el mismo se notaba débil comparado con su versión anterior.

Su padre no se mostraba muy partidario de que fuera al gimnasio, es como si al verle con ese aspecto infantil tuviera la necesidad de sobre protegerlo, aunque finalmente le dejó ir con la condición de que no usara ninguno de los aparatos ya que estaban pensados para "Cuerpos de al menos 15-16 años". A Adrián esa frase le hizo bastante daño, por muy cierta que fuera, pero lo que sentía al escucharla era el equivalente a que le dijera su propio padre "Todavía eres muy pequeño para hacer cosas de niños grandes".  No importaba, iría y haría pesas como había hecho tantas otras tardes.

Entrar al gimnasio no fue un problema, la tarjeta de Adrián funcionaba perfectamente. El problema era intentar hacer lo que estaba acostumbrado. Cuando fue a la zona de pesos, aún sabiendo que las pesas que solía usar serían ahora demasiado pesadas, se acercó igualmente.

-"Eh chico, esta zona es para mayores, no puedes estar aquí, tienes que ir a la zona familiar"- Dijo apuntando a una zona del gimnasio en la que Adrián en realidad no había estado nunca, la zona donde padres e hijos pueden entrenar juntos.

Ni qué decir tiene que Adri se puso rojo como un tomate, mitad por la vergüenza de sentirse como un niño pequeño y mitad por el enfado que le hacía querer gritarle a aquel chico que él ya tenía 16 años.

Finalmente decidió que iría a la zona familiar, donde había de hecho unos cuantos niños y bastantes adultos, y todo tenía un aspecto vibrante y colorido. Se acercó a las pesas más grandes que vio, serían de unos 10 kg, menos de la mitad de lo que solía levantar, con eso debería poder ¿verdad?

Se agachó para coger las pesas y levantarlas y descubrió que le parecían muy pesadas, mucho más de lo que esperaba, recordó lo que dijo el médico, que aunque su aspecto fuera el de un niño de unos 9 años, sus órganos y músculos eran equivalente a ...

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Se agachó para coger las pesas y levantarlas y descubrió que le parecían muy pesadas, mucho más de lo que esperaba, recordó lo que dijo el médico, que aunque su aspecto fuera el de un niño de unos 9 años, sus órganos y músculos eran equivalente a los de un niño todavía más pequeño, de entre 4 y 7 años.

Pero su orgullo no era el de un niño pequeño, su orgullo era grande, y no iba a dejar que esas pesas ganaran, así que lo intentó con fuerza, con mucha fuerza, Adri notaba cómo estaba haciendo lo posible para levantar ese peso, y de repente...

-Pffffffffffff-

Se le escapó un pedete que resonó en toda la sala, una pequeña mirada de reojo le permitió ver que muchos de los adultos presentes estaban con una pequeña sonrisa, sin querer reírse abiertamente de aquel niño al que se le había escapado un pedete en el gimnasio, debido al esfuerzo de intentar levantar unas pesas que claramente eran mucho para él. Los niños fueron menos discretos, algunos soltaron alguna carcajada y le miraron, aunque tampoco le prestaron mucha más atención.

Adri permanecía ahí, agachado, con muchísima vergüenza, pero el pedete era el menor de sus problemas, porque de la fuerza que hizo en realidad no sólo se le escapó ese pedete, también se le escapó el pipí y toda su entrepierna estaba mojada, notó cómo el pipí bajaba por la pierna izquierda y mojaba también su calcetín. Por suerte no fue mucho más, y no había un charquito debajo de él. En ese momento se sintió por primera vez como si realmente fuera un niño pequeño, permaneció así durante un rato mas y en cuanto pudo, se levantó intentando conservar la dignidad que le quedaba (y evitando que nadie le viera la mancha de su pantalón), y se marchó del gimnasio. Y por supuesto, puso rumbo a casa intentando evitar encontrarse con cualquiera que pudiera ver su pantalón empapado.

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⏰ Última actualización: Jun 25 ⏰

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La segunda infancia de AdriánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora