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Por favor...
Por favor,
Resiste y se fuerte.






























Esme, Emmett y Carlisle habían salido de la casa para cazar y que el doctor pudiera tener conciencia fuerte a la hora de el parto de Bella, que estaba calculado para el día siguiente.

Jacob, Seth y Leah habían ido a distraer a la manada para que los vampiros pudieran pasar el territorio Quileute sin ningún problema por parte de los Lobos que tenían órdenes de desmembrar a cualquier protector de Bella Swan, quien en su vientre tenía a un ser extraño y desconocido para todo el mundo.

Mientras tanto, Bella, Rosalie, Alice, Amelia y la recién llegada Camille discutían sobre el nombre de cual sería el hijo de la humana, quien ya se encontraba mucho mejor debido a la sangre que bebía constantemente.

—Si es niño, quiero que se llame E. J.—.

Alice trató de sonreír, Amelia arrugó la nariz, Camille frunció el ceño mientras ladeaba la cabeza y Rosalie no se molestaba en mostrar su desagrado.

—Y si es niña, pensé en un nombre compuesto; Renesmee—. Confesó con la esperanza de que sus hermanas la comprendieran, siendo Reneé por su madre y Esme por la madre de su esposo.

—Son horribles—. Chasqueó la lengua Camille, haciendo reír a la rubia y causando que Alice rodara los ojos.

—¡Camille!—. Le reprendió su hermana menor, por un momento ignoró que estaba enfadada con ella, riendo divertida por su actitud.

—Solo digo la verdad, soy brutalmente honesta. Lo siento—.

—Ser "brutalmente honesta" no es lo mismo que ser "grosera"—. Le dió una mala mirada.

—Gracias por su apoyo, chicas—. Soltó sarcástica la embarazada.

—Mira, ponle el nombre que tú quieras a tu hija o hijo—. Se pasó una de las manos por su cabello la mayor de las Swan. —Es tu decisión. Y dudo mucho que tengamos algún problema en desaparecer a cualquier persona que se burle de su nombre—.

—¿Qué tal algo más clásico?—. Optó por opinar Rose, sosteniendo a Bella por los hombros.

—No lo sé, Rose. Me gustan los nombres, en serio. Pero tal vez sean un poco raros, eso lo admito—. La embarazada confesó, parecía opinar en voz alta. Cosa que rara vez sucedía en Bella.

Amelia retrocedió al sentir una mano en su espalda, que provenía de su hermana mayor. —Charlemos—. Susurró ella, lo suficiente como para no interrumpir la charla que la humana estaba teniendo con las vampiras sobre nombres para bebés.

El Heraldo de la muerte observó sus ojos oscuros, su rostro serio y sintió miedo mientras era casi arrastrada por toda la casa por su hermana mayor.
























Ella cerró la puerta de la habitación de Rosalie. Un bonito e iluminado lugar, adornado con distintas figuras de plástico y vidrio que le daban un toque sofisticado. Había una mochila con ropa en un pequeño sofá en el centro de la habitación, que Amelia reconocía como bolso de la detective.

—¿Qué pasa?—. Cuestionó, retrocediendo cuando su hermana se acercó a ella.

—Quería disculparme... disculparme por lo que te hice—.

—¿Por lo que me hiciste?—. Se hizo la que no entendía, esperando que la humana dijera la frase completa. Ella la observó, como si estuviera buscando algún indicio de que de verdad no supiera de qué hablaba.

—Por... por como me comporté contigo el otro día—.

—¿Quieres decir cuando me abofeteaste?—. No se arrepintió, ni siquiera cuando Camille la observó notablemente dolida. Como si ya hubiese reflexionado y recapacitado, como si se tratara de otra persona.

—Lo siento, Amelia. En verdad te juro que nunca fue mi intención violentarte—.

—¿Para eso me llamaste? ¿Para que te disculpara?—. La mujer negó, pasando su mano por su cabello negro largo.

Tomó aire antes de volver a verla fijamente. —Pedí transferencia a Huston—.

El cuerpo de Amelia se detuvo, mientras esa frase sonaba una y otra y otra vez en su cabeza. Como un eco, como un susurro, como una realidad que la golpeó de repente. No fue como un puñetazo o una bofetada. Fue peor, porque nunca antes había pensado en estar lejos de sus hermanas. Y sin embargo, ambas parecían ya estar a punto de irse de su vida, pasar a segundo plano.

Eso le confundió. ¿Cómo podía ser ilusa al creer que estarían las tres juntas para siempre y por siempre? Era obvio que las tres estaban en el mundo para tener sus propias vidas.

—Huston...—. Repitió en voz bajita, pensativa.

—Papá ya lo sabe. Me hizo una carta de recomendación del Departamento de Policía. Mi transferencia es en una semana—.

—¿Una semana?—. Su voz salió aguda, más de lo que era.

Notó como la mujer bajaba el rostro, pasando su lengua por sus labios. —Creí que sería suficiente tiempo para conocer al bebé de Bella, y como ella parece que estará bien en el parto... creí que...—.

—¿Rosalie lo sabe?—. Simplemente salió de su boca, notando como la mujer formaba una mueca.

—Amelia...—. Ella simplemente habló.

Pero la muchacha ya tenía la respuesta que necesitaba.

—¿La vas a dejar aquí? ¿Así? ¿Al menos le dirás algo pronto?—.

Y el silencio de su hermana mayor fue suficiente para el Heraldo. Y probablemente estaba a punto de regañarla, de ponerse a llorar y culparla por todo lo malo que sucedía en su vida.

Pero un grito y una sensación en la nuca le produjeron un escalofrío. Todo se detuvo una vez más para ella, porque tenía la seguridad de algo; que Bella estaba en problemas.


















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Atte: R. A.

Amelia.| Twilight.| Seth Clearwater. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora