Nacimiento.

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Intento alzar la vista, y por la ventana, se alza una gran ciudad gris. Los grandes rascacielos son solo un adorno en esa casa tan modesta. Volteo mi mirada sobre el salón, no parece muy grande, no la reconozco muy bien. No soy capaz de moverme, simplemente soy un testigo de una historia tal vez incompleta, a la cuál siempre vuelvo una y otra vez.

Soy un observador de un simple sueño, una imaginación a la cual hay miles de preguntas y no hay ni una sola respuesta. Soy un observador de algo que tal vez sea producto de lo que me han contado, pero que nunca sabré si con certeza pasó. Soy un observador de un puzle al cual le faltan piezas, y por lo que más intente no puedo solucionar. Soy un observador incapaz de olvidar, pero a la vez de recordar ese sitio llamado "hogar".

A la vez que me hago estas tontas visiones, vuelvo a mirar a mi alrededor. Puedo distinguir algunos muebles un poco desgastados, igual que las paredes como si la propia luz se pudiera colar por ellas. No hay mucho más dentro de esa sala, pero siempre me da la impresión de que cuando estoy en este lugar, todo está de color gris.

Por lo que recuerdo, es una ciudad inmensa, enorme... Es mayormente industrial, y eso se nota por como el olor del humo llega hasta la casa. Me acuerdo de que pasaba un gran río, pero no recuerdo haberlo visto. También creo que vivían allí miles de personas, por el ruido que se oye diariamente colándose por la puerta de ese ajetreo de las calles desnudas. Sin embargo, por lo que puedo observar, el ambiente es muy tranquilo. Incluso predomina ese silencio en esa sala, que podría incomodar a cualquiera.

Siempre que vuelvo a este lugar, es como si todo pasara más lentamente. Los segundos se alargan hasta convertirse en horas. Por el tono del cielo, distingo como lentamente se tiñe de un gris muy oscuro. Es como si de alguna manera estuviera atado a este lugar, aunque no sepa de qué lugar se trata.

De pronto por la puerta, aparece una mujer. La intento mirar de arriba, abajo, sin poder distinguir su rostro, pero me llama la atención de que está embarazada. Su largo y liso cabello negro reposa sobre sus hombros... Me fijo en que lleva ropa descuidada, incluso que hay algunas oscuras manchas. Lentamente, como si no me viera, se acerca hacia mí. Incluso a esta distancia de ella, nunca consigo poder ver su rostro. Se pasea unos segundos hasta sentarse en un sillón grande, levantando el polvo acumulado haciéndolo volar por las paredes.

Con todas mis fuerzas intento tocarla o acercarme, pero soy incapaz. La veo mover su mano acariciando su tripa. Un movimiento que lo hace repetidamente. Me fijo que mientras está hablando un idioma que no alcanzo de entender. Pero por su tono de su voz, parece que dice palabras dulces.

Tras unas horas, se oye un portazo, y entra un hombre a la sala. Tras haberse quitado los zapatos, se dirige hacia ella y le otorga un beso en sus labios. Me fijo que también, al igual que ella, tiene la ropa bastante descuidada. Entre su corto pelo negro, se encuentra alguna cana, y por lo que creo, él es mayor. Pasa unos minutos también acariciando el vientre de la mujer con suavidad. Lentamente se acerca a colgar una especie de chaqueta y pasa muy cerca mío, y al igual que antes, no importa cuánto me esfuerce, me es imposible distinguir su rostro. Tras unos segundos se sienta al lado de ella, levantando nuevamente miles de partículas de polvo.

Ya a través de la ventana se puede divisar, como ya había anochecido completamente, y como las luces de los alejados rascacielos, adornaban el cielo contaminado. Las luces de las farolas se cuelan y alumbran por las delgadas paredes al igual que el frío viento. Todo ese caos, se había ido para dejar un silencio absoluto. Es como todo dejara de existir, a excepción de esta sala...

Súbitamente, parece que a la mujer le dan dolores muy repentinos. En ese sucio sillón empieza a retorcerse de dolor, como si con el pasar de los segundos esa sensación incrementara. Con brusquedad, la mujer pone sus manos sobre su vientre, mientras que gotas de sudor empiezan a aparecer por su piel. Parece ser que está llegando la hora...

Sin darme cuenta, el hombre se acerca hacia mí, como si pudiera verme. No puedo describir todas esas sensaciones, pero por sus gestos rápidos y repentinos podría decir que está un tanto preocupado. Él empieza a caminar, de lado a lado, con la cabeza cabizbaja, como si estuviera pensando en algo...

La mujer empieza a gritar de dolor, y mediante gestos, le pide al hombre que se acerque hacia ella. Esos gritos, se sienten como si los escuchara de frente, como si atravesara mi piel dejando marcas imborrables. Aunque ahora solo puedo escuchar esos gritos de dolor y esfuerzo, de pronto noto muy al fondo, pasos bastante ligeros. Por la puerta, con un pijama también muy desgastado, aparece un niño bastante pequeño, no logro saber su edad, ni distinguir su rostro, pero su pelo negro corto, arrastraba un peluche roto. Miraba toda esa sala desde esa puerta con cierto temor, como si desde ese lugar, se sintiera de alguna manera protegido. Me fijo que el niño levanta su mirada y la conecta con la del hombre durante unos pocos momentos. A veces me doy cuenta como su pequeña mano agarra fuertemente de la puerta y del peluche, como también intenta entrar y acercarse hacia la mujer, pero se queda completamente quieto. Al ser pequeño y por sus reacciones, creo que no comprende del todo esta situación.

Entre los gritos, el hombre intenta acomodar la mujer, y muy nerviosamente la tumba en el suelo. Entre movimientos bruscos, intenta quitar sus prendas inferiores. Al fijarme en su expresión, creo que tenemos la misma hipótesis: la mujer está rompiendo aguas. La mujer tendrá un bebe. Él empieza a apartar algunos muebles, dejando un gran espacio en el centro de la sala. Pero en pocos segundos la situación de la mujer parece empeorarse. Él se agacha hacia su parte inferior, e intenta calmarla.

Entre mucha sangre, empezaba asomarse por el pubis de la mujer, una cabeza. Solo logro ver como todo el suelo se tiñe de un color negro, muy negro. Al fijarme detalladamente, noto como la mujer se está esforzando con muchos gestos de dolor. La cabeza se asoma a ese mundo nuevo, y el hombre la coge con mucha sutileza. Tras unos segundos y con mucho cuidado, ya todo el cuerpo del bebé está fuera.

Y ahí estás tú. Pequeño recién nacido.

Y ahí estás tú.

Tú.

Simplemente tú.

El hombre, vuelve a la sala y con toallas trata de limpiar con suavidad al recién nacido. Con mucho cuidado lo coge con sus manos y se lo entrega a la mujer. Noto como ella, lentamente se va relajando y recuperando del esfuerzo. Ella va recuperando el aliente, mientras que coge al bebé y empieza a cantar una especie de nana. No logro entender sus palabras, pero puedo decir que incluso noto la dulzura de esa calmada nana.

Tras unos minutos, la mujer se acomoda con cuidado al sillón. Mientras tanto por la otra parte de la sale, el hombre coge unas tijeras, y de inmediato corta el cordón umbilical. Con las mismas toallas, él empieza a limpiar todo el suelo, y las partes todavía manchadas de sangre. Se retira con la mano las gotas de sudor y empieza a recoger y reordenar algunos muebles.

Extrañamente algunas veces siento como aquel bebé conecta la mirada conmigo como si de alguna manera pudiera verme. A veces, se queda mirándome, con esos ojos borrosos. Y esa manera de mirarme, crea una extraña conexión. Como si el bebé también pudiera verla y sentirla. Pero no tarda mucho en volver a llorar. Esas lágrimas cuando las veo, cada vez me pesan más a mi conciencia. Como si por alguna extraña razón, supiera como se siente. Sus lágrimas cristalinas caen por todo su rostro hasta llegar al cuerpo de la mujer.

Sin embargo, noto que el ambiente no es normal. Pienso que tener un niño es motivo de celebración y de alegría, pero aquí todo sigue siendo gris. La mujer sí que da un poco de cariño, y lo acurruca en su cuerpo, quedándose completamente dormido. Ella con un pequeño pañuelo de papel, limpia las lágrimas y los mocos del rostro del bebé. Mientras, el hombre, aparentemente pensativo empieza a andar de un lado al otro de la sala como si algo lo estuviera preocupando. En general, no noto mucha alegría ni ilusión, incluso noto como ambos están angustiados por algo que empieza a atormentar.  

Un extraño en CHONGQING - Carlos X. GómezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora