Capítulo único

1K 69 7
                                    

El roce de sus labios, la melodía de sus cuerpos, el acorde perfecto. Una coreografía de besos, caricias, suspiros, gemidos...dieron forma a la danza del deseo. Un baile que anhelaban. Un anhelo hecho fuego.

Si aquello era pecado, arderían al calor de sus cuerpos entregados.



En las paredes de la tienda y el almacén se grabó un nuevo capítulo de nuestra historia. Marta y yo éramos dos huracanes de sentimientos que iban desde la soledad y el miedo al vacío, hasta el más fogoso de los deseos. Era cuestión de tiempo que chocáramos y desatáramos toda la fuerza de la naturaleza.

Y entonces ya no habría marcha atrás.

Con las frentes juntas, nuestros alientos se enredaron antes incluso que nuestros labios. Busqué los de Marta con necesidad imperiosa. Como el sediento a una gota de agua. La mirada que nos dedicamos al levantarnos duró cinco segundos. Cinco segundos en los que la supliqué que no me dejara caer, que sin ella me costaba respirar. Por su parte, todo el rostro de Marta reflejaba un "cómo te he echado de menos". Y yo no necesité más para pensar que esa noche, no quedaría centímetro de su cuerpo que me sintiera en falta.

Nos acercamos, al principio lentamente, para un segundo después saltar al vacío, juntas. Porque con ella a mi lado no temía entregarme totalmente. Había desnudado con Marta mi cuerpo, mi alma, mi ser...asique saltar al precipicio sin protección, sin red no me daba ningún temor.

Ambas comprobamos la resistencia de la estructura del edificio, porque no hubo pared ni columna que escapara a nuestra fogosidad y deseo.

Marta llevaba gran parte del tiempo el control. Estaba desatada, pero sobre todo segura, muy segura, teniendo muy claro donde besarme y como, mientras sus manos viajaban por mi cuerpo, apretándome, arañándome y marcándome, haciendo arder mi piel. Sentirla de aquella manera me encendía más si es que resultaba posible. Mi amante había aprendido mucho en aquel tiempo. Ambas habíamos conocido cada detalle, cada rincón de la otra. Sabíamos lo que nos gustaba, lo que necesitábamos y lo que nos hacía perder la cabeza.

Sus finos dedos desabrochaban mi camisa con una agilidad asombrosa, dejando al descubierto mi sostén de encaje blanco. Marta me recorrió con su mirada mientras arrastraba las uñas sobre mi abdomen haciendo que temblara cada fibra de mi ser y que un gemido se escapara de mi boca en mitad de un beso. Sonrió satisfecha por lo que provocaba en mí. Nuestras miradas se cruzaron en cuanto llevé las manos a su chaqueta, deseando tener más parte de su piel a mi alcance. Sin embargo, Marta no pensaba esperar. Cogió una de mis manos y sin dejar de mirarme a los ojos, la colocó sobre mi cabeza entrelazando nuestros dedos, en un acto íntimo y sensual. Me perdían aquellos detalles. Cuando se acercó, mi boca la esperaba ansiosa, pero su intención era otra. La humedad y calor de sus labios encontraron destino en mi cuello, ese punto que conocía demasiado bien. Incliné la cabeza como pude hacia atrás para dejarla más espacio, mientras arañaba la pequeña zona de piel vista tras desabrochar ligeramente su chaqueta. Porque Marta casi no me daba tregua, ni la necesitaba.


                                                                        .                  .                   .


Ese último gemido conjunto resonó por toda la estancia como reflejo del culmen de nuestro deseo. Juntamos nuestras frentes aún entre jadeos mientras bajaban las pulsaciones. Fina acariciaba mi rostro y yo su cintura solo provista de una prenda. Nuestras ropas estaban dispersas por el suelo y el mostrador fruto del frenesí del momento. Reconozco que había fantaseado con estar aquí con ella, pero nunca imaginé que sería de esta manera, tan visceral, tan salvaje. Lo que sentía por Fina y lo que me hacía sentir, iba más allá de lo humano, era algo divino. Solo así podría explicarse el camino que había recorrido con ella y conmigo misma, gracias a su presencia en mi vida.

ClaroscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora