AUSENTE

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La plaza central reboza, y las voces estruendosas y escupidoras de mierda de las personas hacen ecos gigantescos, formando y deformando lamentos que se suspenden en el aire y tratan de huir desesperados al infinito vacío del espacio. Huyen con la incertidumbre de lo oscuro que se mira, pero considerando que probablemente haya entre esos cúmulos de tinieblas algo mejor que esto.

Mi novia conversa con una amiga mientras mira indisimuladamente a un sujeto que tiene enfrente, el tipo le devuelve la mirada. Y yo me pregunto si han cogido ya, si aquellas miradas juguetonas y cargadas de deseo no serán un lenguaje en clave que expresa sudor, jadeos, choques eléctricos y las llamas del infierno. Puede que ya lo hayan hecho, lo creo así, o también puede ser una simple mirada de un deseo que nunca será satisfecho. Cómo sea, antes me hubiera enojado o el pecho se me hubiera comprimido, sin embargo, ahora soy consciente de mi propia frivolidad al clavarle la mirada al trasero de la amiga de mi novia y añorar entrar a ese paraíso con toda la violencia que un perro hambriento puede otorgarle a tan exquisito manjar. Por eso no le diré nada, puedo ser un degenerado, pero no un hipócrita. Sé que lanzo las mismas miradas que ella, y comprendo que, si ella está perdida, yo lo estoy igualmente.

Terminan de charlar, mi novia me toma de la mano con cariño mientras se despide de su fantasía con aquel otro sujeto, yo, por mi parte, procuro despedirme del trasero de su amiga, apescándolo con la vista.

Y nos vamos. Andamos por el parque y saludo a un viejo amigo que no veía desde hace tiempo. Le estrecho la mano, mientras tanto él me comenta que su querida esposa ha preguntado por mí, luego me escupe miel putrefacta sobre la visión celestial en la que tiene a su mujer: "La amo tanto, como no se puede describir con palabras". Durante el saludo puedo notar las marcas que tiene en los nudillos, que me reafirman de manera burda sus palabras. Entre esas marcas diviso una lágrima, y dios, por un instante casi siento pesar. Termina su largo e incómodo saludo, me despido y le sonrío con una hipocresía que hace poco negué, no obstante, ¿Qué es el ser humano, sino un animal que niega su verdadera naturaleza en busca de cobijantes y rescatadoras mentiras?

Damos algunos pasos más y el padre de una iglesia cercana cruza frente a nosotros, la gente lo somete a una serie de frenéticos y desesperados apretones de manos y saludos cordiales. Me pregunto si lo hacen porque piensan que al tocarlo se acercarán a dios, y recapacito enseguida, al ser consciente de que no pueden ser tan estúpidos, sino que, más bien, se mienten a sí mismos. Se engañan, pero en el fondo lo saben bien; comprenden que dios no camina junto a ese hombre con ropa cara y una superioridad que domina sus pupilas. Lo tocan como si su piel cuidada a base de los creyentes les diera una misera cantidad de divinidad, mendigan grotescamente algo que ni siquiera entienden y no se molestan en hacerlo, le entregan flores a una estatua y le arrojan toda su mierda a seres de carne y hueso que imploran por su clemencia. Veneran la humildad, pero no pueden ir a la iglesia sin sus relojes caros y miradas pretenciosas, desprenden sus buenos deseos para entregárselos al cielo y se olvidan de que su hogar está aquí en la tierra. Rezan y rezan y rezan y rezan; repiten una y otra vez las mismas frases, casi tanto como sus pecados.

"Deberíamos ir a la iglesia más seguido". Me dice mi novia, yo le asiento, a pesar de que la respuesta que me hubiera gustado darle es que aprovecharíamos mejor el tiempo cogiendo, en lugar de perseguir a dios cuando bien sabemos que él no quiere que lo encontremos. ¿Y cómo no querría evitarnos? A nosotros, existencias pecaminosas, con corazones contaminados que se mueren lentamente con cada latido, dejando escapar pequeños soplos de esperanza que corren por nuestras venas y nos encierran en la mentira de que podemos tener algún tipo de salvación. Pronto dejamos atrás al cura, le damos la espalda y nos alejamos de su "Luz".

El parque se vuelve un purgatorio abismalmente contaminado de algo que no sé describir, es como si, muy dentro mío, una parte de mi ser vomitara para después tragarse todo nuevamente y ahogarse con ello. Es un ciclo eterno y aparentemente interminable, en el que lo malo trata de ser expulsado, olvidando el innegable detalle de que está muy atado a mí, que ese mal, por más que me lo haya negado, soy yo.

ATRAPADO EN UN SUEÑODonde viven las historias. Descúbrelo ahora