𝟬𝟱. Sangre y tierra levantan el velo

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ㅤHabía algo en el aire.

Para la extrañez de Davina —a lo que quizá ya debería estar acostumbrada— había una molestia merodeando los alrededores. Picaba su nariz como alergia y la hacía sacudirse de vez en cuando, como si una araña escalara sobre su espalda. No le extrañaría si aquello pasó en realidad considerando lo descuidada de la cabaña pese a que la limpieza era regular, de todas formas.

Quizá era porque ya tenían una rutina y eso significaba, de cierta forma, que estaban adaptándose al vacío de la tierra. Si bien tenían su compañía mutua para no caer en las redes de la locura, el hecho de ver nada más que un océano de árboles en lugar de pavimento y otras casas era enfermizo. Nacieron y vivieron toda la vida en una ciudad donde las personas eran constantes; con extraños a los que apenas y miraban por casualidad a los cuales ahora extrañaban. Lo más mínimo, como el sonido de las ruedas y las bocinas de los autos, el sonido del interruptor en las paredes y el tacto de las heladas manijas de la ducha eran tan anheladas que era preferible no pensar en ello. Davina pensaba más en su padre de lo que alguna vez hizo en su vida y quiso hasta abrazarlo.

Davina jamás necesitó afecto físico. Ni siquiera verbal; estaba bien sin ello. No lo pedía ni lo pensaba. La compañía casual estaba bien, pues el saber que no estaba completamente en el abandono era suficiente. Pero ahora no tenía nada. Aún no tenía ganas de compartir con las demás más allá de lo necesario, quería simplemente satisfacer su propia hambre de apoyo y evitar sus alrededores. Pero ya no podía. Odiaba admitirlo pero no era posible ignorarlo, pues era lo único en lo que pensaba; practicando puntería, limpiando, recorriendo, haciendo el mapa y cazando. Cada vez sentía más miedo. A morir, y a cómo ocurriría. Sabía que la muerte era natural y las desgracias comunes, pero no se suponía que tenía que ocurrir así. Pensaba en el futuro y sentía desagrado: moría en el bosque o quedaba con secuelas por el resto de su vida. Ya tenía problemas para dormir, ¿qué tan mal podía quedar? ¿Habría más?

Además, las miradas de Natalie no hacían más que incrementar y ni vergüenza sentía. Cuando encontraba su mirada la otra no la evitaba, sino que continuaba. No entendía la razón de ello ni sentía las ganas de saber. Su propia cabeza estaba consumiéndola por dentro, incluso cuando la música retumbaba el salón y las demás mostraban una desarmada coreografía. Ben y Travis parecían disfrutarla, riendo sin contenerse ya sea por genuina diversión o por burla. El menor, Javi, incluso había decidido formar parte de la rutina de baile y sonreía por ello. Para él y los demás, la cabaña se sentía cálida en ese momento. Con la poca iluminación amarillenta que tenían y un deseo de disfrutar a cómo lo hicieron una vez más, el lugar llegó a sentirse como una particular pijamada.

Al menos hasta que la batería se terminó y la música se detuvo, volviendo al ambiente incómodo que normalmente existía y empeorándolo con la paranoia de Mari acerca del ruido que se oyó en el piso superior. Davina, viéndolo como una señal, se levantó del lado de Travis y caminó en silencio hasta su lugar designado para dormir.

De pronto sintió sus ojos picar y su garganta apretándose, pero Davina no lloraba, así que simplemente cerró los ojos y contó hasta veinte.

El día siguiente tampoco fue mejor. Con un montón de quejas continuas y un sin fin de telas rojizas que lavar, Davina no tenía ganas de hacer nada, mucho menos al notar que al contrario de las demás, su periodo no llegó. Era virgen así que aquello no era alarmante, o al menos no más allá del hecho de que el estrés y el trauma que no había querido mostrar como lo haría la mayoría se expresó de manera distinta, terminando su ciclo menstrual al contrario de cómo normalmente ocurriría. Lo veía venir, de todas formas. Su ciclo era regular y debía pasar hace días. Pensó que no necesitaría las toallas sanitarias que tenía guardadas y simplemente las dejó sobre la mesa para que las utilizaran las demás. Siguiendo la lógica, su periodo no haría apareción por un buen tiempo, si es que alguna vez volvería. Eligió, como ya era común, no pensar al respecto al igual que los agradecimientos de aquellas que pudieron obtener un toalla.

Salivate 𓆤 Yellowjackets Donde viven las historias. Descúbrelo ahora