1. El primer rayo de Sol

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El verano ha llegado, y con él, las vacaciones. Kei disfrutaría de la tranquilidad de su apartamento en Miyagi, después de la agotadora temporada de entrenamiento.

No le había dicho a Yamaguchi ni a los chicos de Karasuno que iría a Miyagi porque Kei planeaba pasar sus días libres inmerso en sus libros y su música, lejos de Tokio, las multitudes y el bullicio. Kei, quien ama la tranquilidad, no permitiría que su paz se viera interrumpida por sus muy ruidosos amigos. Agradecía lo ocupados que estaban Yamaguchi en la oficina, Hitoka en la empresa, y el Rey con los comerciales y su entrenamiento. Nishinoya estaba viajando por el mundo, Asahi estudiaba sin descanso para la nueva temporada de moda, Sugawara estaba ocupado con las clases de verano, y Daichi trabajaba sin parar por la seguridad de todos. Los que menos le darían problemas serían Tanaka y Kyoko, ocupados con su vida de casados. Y por mucho, estaba agradecido de que el Sol se encontrara lejos, al otro lado del mundo.

Este verano lo pasaría en tranquilidad y sin interrupciones. Estacionó el auto frente al edificio, bajó un par de cajas con sus pertenencias. En ellas estaba lo útil e indispensable que necesitaría durante su estadía.

Kei cerró el maletero de su coche y miró el edificio de apartamentos. Cargó las cajas y se dirigió hacia la entrada del edificio. Al llegar a su apartamento en el segundo piso, Kei dejó las cajas en la sala y se tomó un momento para respirar. El lugar era exactamente como lo recordaba: ordenado, sencillo y, sobre todo, tranquilo. Era el refugio perfecto para unas vacaciones lejos del bullicio de sus amigos. No es que no los quisiera, pero tenerlos muy cerca a veces resultaba agotador y sofocante.

Kei se dirigió a la cocina y preparó una merienda con la comida que llevó. Al terminar, se sentó junto a la ventana, observando cómo los rayos del sol del verano iluminaban el paisaje mientras sostenía un libro entre sus manos. Todo era perfecto. Al menos, así lo parecía.

A la tarde siguiente, apenas estaba disfrutando su primer día completo de descanso y la paz que le brindaba el apartamento. Se encontraba sentado en la sala viendo en la TV un documental sobre la extinción de los dinosaurios. Justo cuando Kei estaba por comer un puñado de palomitas, escuchó un golpe proveniente del pasillo. Frunció el ceño, preguntándose quién podría estar haciendo tanto alboroto y perturbando su tranquilidad. No le dio importancia, hasta que otra vez ese molesto ruido lo sacó de sus casillas. Se levantó y abrió la puerta, asomándose al pasillo.

Frente a la puerta de al lado se encontraban un par de cajas apiladas. Detrás de ellas se asomaba una cabellera pelirroja, así que decidió acercarse al origen del ruido. Para su sorpresa, allí estaba Hinata Shōyō frente a él, y no al otro lado del mundo como pensaba. Hinata estaba cargando cajas y parecía estar luchando para mantener el equilibrio.

—¿Hinata? —preguntó Kei, incapaz de ocultar su sorpresa.

—¿¡Tsukishima!? —exclamó al verlo, agrandando sus ojos y sonriendo ampliamente—. ¡Qué sorpresa verte aquí!

—Me parece que esas son mis palabras —caminó hasta tenerlo frente a él sin quitarle la mirada de encima. Estaba molesto porque había perturbado su paz, pero por otra parte no podía evitar sentirse intrigado por la repentina aparición de Hinata frente a su puerta—. ¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar jugando voleibol de playa al otro lado del mundo?

—Oh, bueno. ¡Me mudé aquí! —Kei suspiró mientras que Hinata seguía con el mismo semblante. Kei no tardó en darse cuenta de lo mucho que había crecido, pero aún permanecía siendo más bajo. Sin embargo, tuvo la certeza que Hinata no respondería su pregunta—. ¡Quién iba a pensar que tú estarías aquí también!

Miró nuevamente a Hinata con cajas entre las manos. Suspiró nuevamente.

—Supongo que no tienes a nadie que te ayude con esas cajas, ¿verdad? —preguntó Kei, ya conociendo la respuesta.

Hinata sonrió aún más.

—¡No, en realidad no! Pero con tu ayuda, esto será pan comido.

Kei rodó los ojos. Esa situación le hizo recordar sus días de estudiante con Hinata siempre causando problemas y él tratando de no entrometerse, pero siempre de alguna forma terminaba por hacerse responsable de Hinata. Entonces, llegó a la conclusión de que este verano sería de esa forma, justo como aquellos días en Karasuno.

Esa noche, después de haber ayudado a Hinata a instalarse en su nuevo apartamento, Kei se dejó caer en su sofá, agotado. Justo cuando empezaba a relajarse, escuchó un golpe en la puerta. Con un suspiro, se levantó y la abrió, encontrándose nuevamente con Hinata.

—¿Qué necesitas ahora? —preguntó Kei, tratando de sonar impaciente, aunque en el fondo no estaba molesto.

—Pensé que podríamos cenar juntos —dijo Hinata, sosteniendo dos cajas de comida para llevar—. Es lo menos que puedo hacer para agradecerte por tu ayuda.

Kei lo miró por un momento, considerando la oferta. Finalmente, asintió y se hizo a un lado para dejarlo entrar.

—Está bien. Pero si sigues molestándome, te voy a echar.

Hinata se rió y entró, colocando las cajas de comida en la mesa.

—Prometo no ser una molestia. Al menos no mucho.

Kei se sentó junto a la mesa, observando a Hinata mientras éste servía la comida. Había algo reconfortante en tenerlo cerca, aunque nunca lo admitiría en voz alta.

—Parece que no recibiré respuesta a mi pregunta —Hinata alzó la mirada del plato—. Dime que no te metiste en problemas en Brasil.

—¡¡Nada de eso!! Cuánta imaginación, Tsukishima —Hinata rió un poco avergonzado mientras Kei lo miró con incredulidad.

—No puedo confiar en las palabras de alguien que se coló a un campamento al cual no fue invitado —Hinata desvió la mirada con los ojos y hizo un pequeño puchero con los labios, hundiendo su expresión.

—¡Oh, vamos! Eso fue hace años, Tsukishima —Kei se rió suavemente y Hinata agrandó los ojos con sorpresa, sonriendo ampliamente—. Gracias por la comida.

Se sentaron frente a frente disfrutando de la comida. Kei miró cada una de las expresiones de Hinata y pensaba que eran exageradas para tratarse de una simple comida, pero de alguna manera le parecían encantadoras. Un tanto seductoras...

—Cualquiera que sea tu motivo para volver, es bueno tenerte de vuelta —dijo Kei con una pequeña sonrisa, comenzando a comer.

Hinata se detuvo, sin poder creer lo que escuchaba, y miró tratando de descubrir el insulto detrás de las palabras de Kei.

—¡Uh! ¿La comida te ha hecho mal, Tsukki? —exclamó preocupado.

—Idiota.

Hinata escuchó esa palabra y suspiró aliviado. Se miraron el uno al otro y comenzaron a reír. Mientras cenaban, la conversación fluyó con naturalidad, como si no hubieran pasado años desde la última vez que se vieron. Después de comer, Kei nuevamente se dirigió al sofá de la sala y continuó viendo el documental. Esperó hasta que Hinata se aburriera, pero no lo hizo. Se sentó a su lado obedientemente viendo el documental, ambos sintiéndose cómodos con la presencia del otro. Era poco más de medianoche cuando terminaron de ver aquel documental. Hinata se despidió de su vecino y volvió a su apartamento.

Kei no lo admitiría en voz alta, pero estaba feliz de ver una cara conocida. Aunque pensaba que solo sería un día y luego los dos tendrían una rutina totalmente diferente. Debió suponer que sus planes de pasar unas vacaciones tranquilas cambiarían drásticamente con la llegada del Sol.

Más cuando, a la primera hora de la mañana, el radiante Sol tocó su puerta.

—¡Buenos días, Tsukishima!

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⏰ Última actualización: Jul 09 ⏰

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» El Sol tocó a mi puerta ©; TsukiHinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora