---Recuerdo...

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No se manda al corazón.
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¿Estaba arrepentido?

–Mirando a la nada, con los ventanales de su habitación abiertos, cortinas ondeando suavemente por la brisa nocturna, dejando ver la suave luz de la luna y las llanuras de esa tierra desde el segundo piso de la casona; En estos momentos le era mejor mirar al cielo estrellado que al hombre que dormía ligeramente a su lado.
Piel blanca pulida, cabellos dorados y pestañas tupidas, labios finos, nariz recta, pomulos ligeramente marcados, cuello fuerte, hombros anchos, ¿Eso era un lunar? Pecho trabajado, seguro por los entrenamientos en combate y batallas vividas, su abdomen marcado, una que otra cicatriz, casi tan pálidas como su piel se acentúan, su vientre con una linda curva y el hueso de sus caderas sobresaliendo hasta perderse en los bordes de la fina sabana que le cubrían el lado inferior de su cuerpo, innecesario si le preguntasen en su estado embelesado, ya había visto todo lo que pudiese ver, aunque el frio de la madrugada empezaba a calarle en los huesos. Quería dejar de sentir.

No, pero debería.

Volvió a ver por el ventanal, avergonzado de descubrirse mirando de más, aunque quien lo pudiese culpar después de haber hecho lo que hizo.
Sintiendo la necesidad de saber que horas eran buscó a la luna, tal vez algo más, pronto amanecería, que hacer que hacer, muchos riesgos como para encontrarse siquiera dudando todavía en esa habitación. Aún sentado al borde de la cama recogió las prendas que horas antes se habían arrancado, empezó a vestirse comenzando por el camisón, olía a él, quizás si decidiera evitarlo hasta que le tocara partir, ¿Acaso era algún perfume? No podría durar toda la vida allí, tiene asuntos que resolver en su lado de la frontera, ambos en realidad. ¿Que dirían sus hermanos?, Su pantalón se había arrugado, la situación política entre ellos también estaba tensa, ¿Que diría el pueblo? Imposible permitir que las voces corrieran, demasiado orgulloso para ser comidilla de los lugareños, ¿Quién era él? Nada menos que el hombre que lucho por ellos, el hombre que debe representarlos... El hombre que debe ser. No. Definitivamente no dejará que esto vuelva a pasar.

Eso dice la mente.

A nada de levantarse, mirada sería, porte seguro, pero unos dedos cálidos se entrelazaban con los suyos, volteó casi espantado de un salto. Si lo estaba.

—Disculpa, ¿Te asusté?—

—No.— Vaya pregunta, si hasta su cuello lo sintió erizar. Volteó de nuevo a su mano, aún calida por el suave agarre.

Esos ojos, Alfred lo miraba a los ojos, y apretó su agarre un poco más.

—Yo debería-

—¡Angel... Tú.. t-te gustaría quedarte?—

Suspira por lo bajo, no deja que se note.

Sería estúpido? En un momento como ese sería inconcebible quedarse allí.

Pero de sus labios no hubo palabra, enarco una ceja, negra y perfectamente delineada, mirada azul profundo, noche estrellada.

—Quiero decir, no tienes que irte... No aún— Su mano toca su nuca, sus pies se mueven inquietos. Tan adorable.

Mareado, se siente mareado, ansioso, quizás es hambre, siente su estómago como un zumbido, ¿Mariposas o abejas?.

—Pronto amanecerá— No juegues con ésto, no puede ser, solo fue un error, no más, no más. Siente su pulso acelerar.

Ojos azul cielo, azul celeste, conectados con el frío de la noche y un azul profundo. —Aún no, aún está oscuro y... Y la casa está sola, digo, tus hermanos no vuelven hasta el mediodia ¿No?— Los nervios incrementan, su agarre aún está ahí, aún cálido, aún suave, un poco sudado quizás, los nervios siempre traicionan. ¿En qué piensas Jones?

Oh, esos malditos ojos azules, ese azul cielo, como le gustaría poder simplemente ignorar.
Di no, di no, di no.

—S-sí, quizás- quizás solo un rato...— Pronuncia inseguro, duda, evita ese suave y cálido azul que tanto ama ver, lo niega, pero sabe que está ahí. —Solo un poco mas.— Pero siempre termina cediendo, él lo sabe, no puede mandarle al corazón.

—Si.. solo un poco más.— Una dulce sonrisa de sus finos labios color salmón. El cielo destella en celestes.

Ya no toma su mano, ahora enreda sus brazos por su costado y pecho, se acurruca junto a el, siente su calor y su corazón latir, oh joder, está perdido ante el /ése/ cielo, él lo sabe. Aún se niega.

Pero...
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No se manda al corazón.

Y los corazones que tiemblan ansiosos inseguros, retumban al ritmo de un tambor, declarándose en silencio una eternidad juntos mientras cada latido potencie cada espasmo de sus cuerpos, ocultos donde no se ven, guiados por lo que solo el alma entiende, acompañados de la calidez humana, latiendo por ellos y para ellos, porque sus corazones dictan; y solo ellos se han de pertenecer.

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⏰ Última actualización: Jun 29 ⏰

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