Prólogo

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Una robusta silueta detuvo su caminar al escuchar unos suaves gimoteos, tocó la puerta pero nadie respondía y él no es un desvergonzado que entraría a la fuerza, sin importar que esa habitación sea la de su única y mejor amiga.

Él volvió a tocar la puerta pero obtenía el mismo resultado, nada. Para ese punto su paciencia se estaba agotando y en la manera que hunde los dedos en su cabello, peinando hacía atrás era un indicio de lo impaciente que es.

—Ginebra.—Busca obtener respuesta por cualquier medió.—¿Qué pasa?—Reclina su brazo sobre la puerta.—¿Por qué estás llorando? Y no digas que no porque te estoy escuchando perfectamente bien, hasta como te sacudes los mocosos.

—¡Son tan molestos tus oídos de perro!—Exclamó.—Solo vete a trabajar, estoy bien.—Sigue sollozando.

—Dices estar bien y sigues gimoteando cómo una gallina con bronquitis.—Perdio la paciencia y solo entro a la habitación, evitando mirar todas esas fotos de ídolos, animes, personajes 2D.

Esa es una de las razones por las que evita entrar a la habitación de Ginebra, a él le da repelús el ver todas las pares cubiertas de fotos y figuritas o cualquier cosa de sus personajes favoritos de las novelas y libros que leía.

—¿Dónde quedó tu caballerosidad?—Apaga la computadora.

—Se esfumó tras esperar que me dijeras que pasaba.—Se sentó en la orilla de la cama.—No me puedo ir sin saber que te pasa.—Descubre el rostro de Ginebra.—¡Dios mío!—Sostiene su corazón al ver ese rostro todo hinchado.

—Tan mal me veo.—No debí llorar toda la noche.

—Muy mal tanto así que pareces un pez globo y nada bonito, uno de esos muy feo.

—No pues gracias.—Le suelta un almohadazo.—Solo espera el día que te rompan el corazón, también te verás así o mucho peor.—A penas y podía abrir sus ojos.

—Suficiente tengo con mis problemas como para lidiar con problemas amorosos...¡Espera!—Su expresión preocupada se volvió enfurecida.—¿Cómo es eso que te rompieron el corazón?—Sus manos convertidos en puños se tornaron palidos.

—No quería decirte porque sabía que te podrías así.—Mi cuerpo se siente frío a causa de su aura, digno de un usuario de hielo.—¡Me quieres congelar!—Le metió un puñetazo en pecho.

Él solo gimió de dolor mientras frotaba su adolorido pecho, no era para menos que ese puñetazo doliera cuando Ginebra es experta en combate cuerpo a cuerpo.

—Y no estaba llorando por ese imbecil que me engaño.—Aclaró.—Ya le tumbé los dientes también.—Era literal que lo dejo sin dientes.

—¿Entonces?—Ya no entendía que pasaba.—¿Por qué lloraste al grado de volverte un pez globo?

—Todo es acausa de mi diosa autora, a la que en estos momentos solo quiero preguntarle ¿Por qué?—Sus lágrimas vuelven a fluir.—¿Por qué tuvo que hacerle eso a mi favorito?—Sollozo.

—¿De que estás hablando?—Limpia las lágrimas de ese hinchado rostro.—¡Estás llorando como loca todo por un personaje inexistente...Agh!—Esta vez se sostiene el abdomen.—¡Por que me golpeas!

—¡Por que ofendes a mi favorito!—Lo fulmina con la mirada.—Es una lastima que se llame igual que tú.—Frota su rostro en la almohada con la cara de su personaje favorito.—No lo escuches mi bebé, Arun es un bruto con testosterona hasta en su cerebro.

—Tú y tus fantasías extrañas.—Deja de estar sentado.—Me preocupe por nada.—Niega con la cabeza.—Solo es un personaje, ¿cuál es el alboroto?

No soy a quién buscas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora