Harry Potter y las tonterías de TN || Harry Potter

12. Miradas (+18)

Comía tranquilamente en su mesa, escuchando a Luna hablar sobre Harry Potter y lo genial y amable que era. No lo dudaba. Había hablado un par de veces con el chico, y siempre se mostraba modesto y servicial. Le parecía increíble como ese pobre chiquillo se había metido en algún problema durante los últimos cuatro años que llevaba en la institución. Era interesante, y estaría más a su lado de no ser porque estaba en su último año y quería graduarse con honores. O al menos con buenas notas.

Masticó su galleta perezosamente, hasta que sintió un cosquilleo en su espalda y cabeza. Se estremeció y dejó de masticar, agudizando sus sentidos. Parpadeó, se enderezó, y giro bruscamente a la derecha.

A Cedric Diggory se le cayó la galleta de la mano, enderezándose bruscamente con un jadeo ahogado, su cara se volvió roja, y saludó tímidamente, avergonzado por haber sido descubierto. Saludó también, continuando con su desayuno.

Toda la vida había tenido cierta sensibilidad a las miradas. Por muy disimulada que fuera, la sentía. Un cosquilleo subía por su espina dorsal cada vez que alguien ponía sus ojos insistentes sobre ella, y si se lo proponía, incluso podía saber de dónde venía. Y últimamente pillaba mucho al Haflepuff mirándola.

Eran bastante cercanos, no era un secreto para nadie. Se llevaban bien y eran buenos amigos, y pasaban sus ratos libres juntos. Se entendían bastante bien, y eran buena compañía para el otro. Era bueno estar juntos en el patio, o en la biblioteca cuando debían estudiar. Alguna vez habían estado en la habitación del otro, cuando se aburrían y no sabían dónde más estar, y se ponían a hablar tirados en la cama.

No lo iba a negar, Cedric le gustaba, como más que un amigo. ¡No pueden culparla! El cabrán era tan perfecto que llegaba a dar asco. Y encima era atento, y mostraba abiertamente su interés. Ya se había llevado más de una mirada de asco porque la abrazaba o le daba regalos en mitad de los cambios de clase. Aun le sorprendía un poco que no fueran nada. Estaban a un par de besos de ser novios, ¡era ridículo!

La primera vez que lo descubrió mirándola, fue por las épocas del baile de navidad. Incluso le había pedido ser su pareja para el evento, pero se negó para salvar a Harry de un apuro. Además, a él no le costaría conseguir a una pareja. Sin embargo, bailó un par de piezas con él, y fue verdaderamente mágico y sensual, a partir de entonces, empezaron a ser aún más cercanos, y ahora, estaban como estaban.

Cuando acabó la hora del desayuno y todos empezaron a levantarse para ir a sus respectivos salones, se acercó a Ced mientras este hablaba con un amigo, y lo despeinó sin parar de caminar. El castaño se encogió y la miró irse, sonriéndole con un leve sonrojo.

(...)

—Claro. Quédate y espéralo aquí—dijo uno de los compañeros del castaño.

Aceptó, y el chico se fue. No tenían nada más que hacer ese día, así que quedaron de verse en los dormitorios de Haflepuff una vez terminaran un examen. La mayoría de personas estarían fuera y aprovecharían para ir al pueblo o quedarse por los pasillos eternos e infinitos de Hogwarts. A decir verdad, llevaba ahí metida 7 años y nunca había recorrido el castillo entero. Bueno, ya tenía un nuevo plan. Tal vez hablara con los gemelos Weasley para comprarles un par de cosas y hacer un desastre por los pasillos. Era su último año, después de todo. Debía disfrutarlo.

Se echó en la cama de Cedric, suspirando. Hogwarts había sido sus mejores 7 años, y era una pena que estuvieran a punto de terminar. Ahí había pasado por locuras, risas, lagrimas, y angustia. Había aprendido mucho de profesores poderosos y compartido conocimientos con sabios y aplicados compañeros. Jamás olvidaría su formación como maga en esa gran y cálida institución.

Le llegó un aroma agradable y familiar, y fue fácil saber de quién se trataba. Era el aroma de Cedric. Acercó su nariz a las sabanas, aspirando más de ese olor. Perfume masculino, pino, menta fresca y algo de sudor. Se sonrojó al pensar en su pecho, y ella con su cabeza en él, olisqueándolo libremente. Ugh, malditas hormonas.