Capítulo 2

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Bienvenida 𝗮 𝗰𝗮𝘀𝗮
𝐴𝑑𝑎𝑟𝑎

Después de un tiempo llegamos a casa, mi hermana está charlando con Akim, contándole mis travesuras y como siempre exagerando las cosas

— Una vez, en el colegio —ábrete tierra y trágame ya va a empezar a contar mis momentos vergonzosos —en el recreo —continua ella— cayó rodando de la rectoría, y todo el colegio la vió —tapo mi rostro entre mis manos, avergonzada de la situación, no quiero mirar, sé que están partidos de risa incluso el chofer—

Es molesto que este contando este tipo de situaciones, pero a la vez me da nostalgia el recordar los momentos en los que era feliz, sin presión, sin responsabilidades, cuando no tenía sangre derramada sobre mis manos, cuando era libre, cuando podía ser yo. Fueron las épocas más lindas que viví, y son lo único bueno que ha quedado en mi memoria. Esa niña alegre y risueña murió, de ella solo existe el recuerdo, hoy solo soy alguien rota por dentro y con la obligación del legado familiar.

—Emily —le hablo a la parlanchina de mi hermana— tomaste caldo de lora al desayuno, o por qué hablas tanta mierda —le digo hastiada—

—Calmada doña gruñona —me dice muerta de la risa <que pena me hace dar >

Me siento sofocada así que prefiero salir del auto, no quiero seguir pasando vergüenza, siempre hace lo mismo, a veces me provoca ponerle cinta en la boca para que deje de decir tantas bobadas, pero es mi hermana, aunque le meta una arepa en la boca, le salen letreros por los poros, con hermanas así para que enemigas.

Mientras avanzo, la imponente mansión Meyer Schubert se alza frente a mi, sus grandes puertas se abren, como invitándome a recordar. Me detengo, inmóvil, mientras mi mente me traiciona con imágenes de momentos felices y desgarradores. De pronto, un escalofrío me recorre; siento que alguien me observa. Con sigilo, inspecciono a mi alrededor, mis sentidos agudizados, cada ruido en el bosque cercano parece demasiado fuerte. Mi vista se posa en la entrada al bosque captando a alguien con vestimenta negra en la copa de un árbol, siento como alguien se acerca, y antes de que pueda tocarme ya está acorralado en la pared, mientras sujeto su cuello con fuerza

—Señorita, tranquila —me mira con temor, pero aún así me sonríe dulcemente —trabajo aquí —lo suelto de inmediato pero no puedo creer en la palabra de alguien que no conozco así que lo vuelvo a acorralar—

—Señorita —me dice pero no lo dejo hablar, busco en su traje alguna identificación o algo que me asegure que trabaja aquí, en la mafia cada líder tiene su propio sello para marcar a los trabajadores como suyos, y el que se atreva a traicionar a su jefe muere junto con su familia.

Mis dedos recorren con precisión los pliegues de su traje, buscando cualquier indicio de traición. No confío en su palabra, no después de haber nacido en un mundo donde las mentiras cuestan vidas. Finalmente mis manos se topan con su arma. Ahí está: una “M” dorada, grabada con detalle en el mango. Respiro, pero no me relajo. Podría ser un engaño.
—Quítate el saco —ordeno con firmeza, mientras mi mirada no abandona la suya

Él titubea, pero obedece. Mis ojos examinan su camisa hasta que mis manos llegan al botón superior. No espero su permiso; lo abro yo misma, revelando su brazo. Ahí está: el tatuaje de un ángel con una gota dorada. Mi familia. Mi legado.

—Eres un Schatten —susurro, casi para mí misma. Pero no bajo la guardia. Lo suelto con brusquedad, y mientras organizo su ropa, le lanzo una última mirada severa— Espero que recuerdes lo que significa ese tatuaje. Si me fallaste, serás tú quien acabe grabado en una piedra, seis metros bajo tierra —sentencio—

—No se preocupe, se lo que conlleva llevar este tatuaje —se abotona la camisa, pasando a ponerse el saco— yo daría mi vida por esta familia —habla con firmeza —no quiero ser entrometido, pero hasta antes de que yo llegara la vi un poco distraída ¿Se encuentra todo bien señorita Meyer?

—Un poco, tuve la sensación de estar vigilada y me pareció ver a alguien por allá —le señalo el bosque — revisa el área por favor

—Claro que sí, con permiso —me dedica una última mirada y se retira —

—¿Todo bien cariño? —llega Akim abrazándome por atrás —

—Sí, solo me pareció ver a alguien

—No te preocupes, hay mucho personal nuevo, estuviste años lejos, es algo normal

—¡Akim! —lo llama mi hermana — ayúdanos aquí —se asoma por encima del auto—

—Claro ya voy —le dice dirigiendo su vista hacia mi— no te preocupes tanto —y sin más me da un beso y se va—

No quiero preocuparme de más, así que sin tanto rodeo me adentro a mi hogar, <<todo está intacto>>, al paso que avanzo recibo palabras de bienvenida por parte de los empleados, asiento agradeciéndoles, mi vista se posa en un lugar en específico <las escalas> y ahí está Alfred Meyer, con su postura tan típica de él, todo un tirano, esta mirando a su alrededor con su típica mirada fría y calculadora, hasta que sus ojos se posan sobre mi.

—Adara —dice tajante—

—Padre —inclino la cabeza con respeto, mientras que a su vez mi pecho se llena de emociones contradictoria. Lo extraño pero también le temo— te extrañé —murmuro, mi voz apenas audible, casi suplicante.
Su mirada no cambia. Esa frialdad, tan característica de él, es un muro imposible de atravesar. Se cruza de brazos, juzgándome con una mezcla de orgullo y desaprobación

—Las emociones son una debilidad Adara, no te servirán de nada en este lugar —responde tajante, cortante como el filo de un cuchillo — Espero que no hayas olvidado las reglas mientras estuviste fuera—contesta de una manera tan condescendiente que duele. Siento un nudo en el estómago. Lo que más quería de este reencuentro era escuchar algo que él jamás dirá: “me alegra que estés aquí hija”. Pero en vez de eso, me enfrento al hombre que siempre ha visto en mi, un soldado, nunca una hija.
— ahora que estás aquí —cambia el tema— vamos a hacer una fiesta para celebrar tu regreso y empezar a trabajar —dicho eso, se retira, los empleados empiezan a moverse en silencio para organizar todo, mientras yo, intento llegar a mi padre, estoy tratando de encontrar el momento para que mi padre conozca a Akim, pero me da miedo el como reaccionará. Logro llegar a él antes de que se pierda en su oficina.

—Padre —me atrevo a hablar — quizá no sea el momento, pero no quiero que al pasar de los días te enteres por alguien más, quiero que conozcas a mi pareja

—¿Tu que? —me dice sorprendido, juraría que si tuviese una bebida la hubiera escupido —

—Pareja papá —se pasa las manos a su cara con frustración —

—No arruinemos la celebración hija, hablaremos de esto después —trata de sonar tranquilo —

—No papá, luego será peor, además de que no necesito tu permiso solo te estoy informando

—Tu —me señala pero la acción queda a medias ya que alguien llega interrumpiendo —

Amor En Medio De TraiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora