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Tercera persona.

Valentín siente que estuvo esperando durante horas a que todos desertaran de los pasillos y se fueran a dormir para escaparse de su propia habitación, a hurtadillas y en silencio, como si fuera un criminal. Da un paso dentro de la pieza de los riverplatenses y Enzo se permite revelarle una sonrisa complacida cuando le ve llegar.

Apenas hay algo de luz proveniente de la lámpara sobre la mesa de luz y se escucha un leve susurro de agua detrás de la puerta del baño. No se esmera en observar el cuarto porque es completamente igual al suyo, con la única diferencia de que ambas camas están pegadas para simular que es una sola y bastante grande. La mirada tranquilizadora de Enzo no hace nada por calmar los latidos desenfrenados del corazón de Valentín cuando se acerca a su encuentro.

—Buenas noches.—Saluda, sin saber donde meterse ahora que están a solas.

—Dejá las formalidades para otro día.—Enzo se lanza hacia Valentín y envuelve su cintura con ambos brazos, atrayéndolo hacia su cuerpo para atacar su boca directamente.

A Valentín le cuesta un momento adaptarse a la sensación de una boca demandante reclamando la suya, no sabe donde poner sus manos o como mover sus labios apropiadamente. Está tan nervioso que se le entrecorta la respiración. Enzo lo nota y se aleja apenas, lamiendo su labio inferior suavemente.

—Abrí la boca.—Pide y Valentín obedece enseguida, dejando que esa lengua húmeda y caliente se avecine a recorrer su cavidad bucal de arriba a abajo y de adentro hacia afuera. El arrastre del músculo sobre su propia lengua le arranca un gemido, se apoya contra la puerta y Enzo lo permite, ladeando su rostro y chupando y sorbiendo sus labios como un hombre ambriento.

Las manos del mediocampista recorren su cuerpo, acariciando sus costados, apretando su cadera y ahuecando su culo para levantarlo ligeramente, frotando su entrepierna con una rodilla que no se dio cuenta cuando metio. Valentín estaba como en una nube, con los ojos semi abiertos y sus manos empuñando la camiseta de Enzo como si su vida dependiera de ello.

—Vení.—Enzo no tenía que hablar dos veces para que Valentín le hiciera caso enseguida, así que lo siguió y se dejó empujar sobre la cama.

Fernandez subió detrás de él y Valentín se sentó en el hueco entre sus piernas, apoyando su espalda en el pecho del mayor. Levantó la cara y Enzo le apretó la mandíbula, obligándolo a abrir la boca para volver a meterle la lengua y frotarla con la suya. Con la otra mano le acarició el pecho aún cubierto, haciéndolo sobresaltarse ante un pellizco a su pezón izquierdo y gimió, mordiéndole el labio inferior sin querer. A Enzo no pareció molestarse, sino todo lo contrario, porque siseó y lo besó con más fuerza.

Cuando la mano inquieta de Enzo se acercó peligrosamente a la parte baja de su abdomen, Valentín se alejó y trató de regular su respiración en lo que hablaba.

—¿Y Juli?.—Preguntó, mirando la habitación en busca del nombrado.

—Debe estar por salir ¿por qué? ¿ya lo extrañás?.—Inquirió con un tono burlón, levantando la camiseta de Valentín hasta la altura de su pecho, dejando a la vista su abdomen suavemente marcado y sus pezones rosáceos para su completo deleite.—Mirá que soy celoso, eh.

donde cabe uno, caben dos (enzuli ft. v. barco)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora