1/2

1K 57 96
                                    

Tercera persona.

Post partido y con el paso a cuartos de final, el hotel en el que estaban temporalmente hospedados para jugar la competencia se había vuelto un revuelo ruidoso. Comida, música y alcohol por todos lados. Habían copado el comedor completamente.

La idea principal había sido festejar de forma tranqui -palabras del mismísimo Rodrigo De Paul- porque tenían que seguir viajando al día siguiente, pero la palabra tranqui y el nombre de Rodrigo en una misma oración perdían todo el sentido del mundo, así que fue más que obvio que sería el primero en contradecir sus propias palabras. A él se le sumaron Leandro, Ota, Lisandro y por lo tanto el Cuti, que los defensores siempre parecían venir en paquete de dos -o de tres, en caso de que Molina estuviera de humor- y extrañamente Lautaro, quien se había tranquilizado después de unas horas y había desapareció para hablar con su familia sin todo el quilombo de fondo.

Lentamente se fueron acercando los restantes; hasta Di Maria, que tenía una sonrisa imborrable en la cara y Scaloni, obligado a tomar por los más jóvenes que se volvían unos hinchapelotas insistentes después de un par de copitas de más. Con una voz temblorosa y arrastre de palabras, típica de un borracho, daba órdenes a diesta y siniestra, tales como 'tienen que irse a dormir temprano porque hay que viajar' o 'la resaca les va a pesar cuando estemos en el avión'' y cosas por el estilo, apenas oíble por sobre el estruendo musical al ritmo del cuarteto, cortesía de la playlist en común de Romero y Álvarez.

—Vamos, dale.—Al final, Pablo se lo tuvo que llevar colgado de su cuello y con una mano rodeándole la cintura para que dejara de tambalearse sobre su propio eje. El mayor dejó que el grupito de egresados siguiera divirtiéndose, se lo merecían, y al mismo tiempo se fue a dormir porque no le pagaban lo suficiente para ser padre de 26 crías deshinibidas e irresponsables con el consumo de bebidas alcoholicas.

El mas responsable, no por que no quisera tomar sino porque no sabía hacerlo, había resultado ser uno de los menores; Valentín Barco. Sentado un poco alejado del resto con una mano en el mentón y los brazos apoyados en la mesa del comedor, miraba con pereza el partido de truco que se disputaba entre los mayores y los 'mas serios' a una mesa de distancia.

Y si antes entendía un poroto sobre el juego demasiado lleno de reglas, ahora entendía mucho menos cuando la rondita de borrachos se había puesto a gritar y discutir. Ah, y coquetear sin pudor, porque Alexis no dejaba de guiñarle un ojo a Emiliano y este le devolvía el gesto con una mordida de labios que duraba demasiado tiempo como para considerarse sexy. Valentín hizo una mueca, tanto tiempo presenciando a sus amigos jugando a la misma mierda durante el mundial sub20 y seguía sin comprender como funcionaban todas las señas.

—Tengo una que te puede interesar.—El pelirrojo mayor le tiró un beso y el arquero asintió.

—Quiero.

Bueno, cosa suya si querían lanzarse a comerse la boca mutuamente sobre la mesa llena de cartas, pero él no quería ser un espectador activo. Por lo menos que avisaran con tiempo, así se levantaba y se iba a esconder a un rincón alejado de toda esa manada de veinteañeros y treintañeros hormonados.

No estaba de malas ni nada por el estilo a pesar de que Scaloni no lo había puesto a jugar ni un minuto en ninguno de los dos partidos y con Armani había sacado un certificado especializado en cebar mates en el banco de suplentes, así que no todo estaba completamente perdido. Ahora sabía como mezclar los yuyos para que no le diera diarrea, hasta qué punto calentar el agua y cuantos grados tenía que inclinar el mate para que la montañita no se le desarmara. Bah ¿para qué le iban a servir todos esos consejos buenos para nada? no sabía, siempre le habían cebado a él, nunca al revés.

donde cabe uno, caben dos (enzuli ft. v. barco)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora