[𝖊𝖓 𝖊𝖉𝖎𝖈𝖎𝖔𝖓]
En el comienzo de los tiempos, Adam y Eva viven en la perfecta armonía del Jardín del Edén, un paraíso donde la inocencia y la belleza reinan supremas. Sin embargo, su desobediencia al comer del fruto prohibido desata una serie...
En todo el tiempo que Eva había pasado con Adam, siempre habían intentado ser honestos y resolver cualquier problema que surgiera entre ellos.
Sin embargo, Adam guardaba un secreto profundo y oscuro, uno que prefería mantener enterrado: la existencia de Lilith, la primera mujer que Dios había creado para él.
No quería que Eva supiera nada de ella, temía que la presencia de Lilith creara una sombra sobre su relación, o peor aún, que Eva se alejara de él como lo había hecho Lilith.
Por eso, Adam intentaba mantener a Eva cerca, organizando largos paseos por todo el jardín para que nunca sintiera la necesidad de explorar más allá de su presencia.
Durante esos paseos, Eva solía recoger flores y hacer coronas que ofrecía con una sonrisa radiante a su esposo.
Al principio, Adam no le daba mucha importancia a estas pequeñas creaciones, pero un día, después de que Eva colocó una de las coronas sobre su cabeza, él se sorprendió al notar lo mucho que la acción significaba para ella.
Eva le miró con ojos brillantes, esperando una reacción, y fue entonces cuando Adam se dio cuenta de lo mucho que su aprobación importaba para ella.
Finalmente, aceptó usar la corona floral y, al ver la sonrisa que se dibujaba en el rostro de Eva, sintió una calidez en su corazón que no había experimentado antes.
En ese momento, se dio cuenta de cuánto le importaba Eva, mucho más de lo que había querido admitir.
Mientras tanto, Lilith observaba a la pareja desde la distancia, oculta entre los árboles.
La visión de Adam comportándose de una manera tan tierna y diferente con Eva la enfurecía.
Adam nunca había mostrado ese tipo de afecto hacia ella; todo entre ellos había sido una lucha por el control, una batalla de voluntades.
Lilith apretaba los dientes al ver a Eva colocar la corona en la cabeza de Adam y ver cómo él la aceptaba sin resistencia.
El Adam que ella había conocido nunca habría aceptado un gesto tan trivial, pero con Eva parecía dispuesto a hacer cualquier cosa para mantenerla feliz.
La sola idea de que Adam pudiera amar a otra mujer de una manera que nunca la había amado a ella era intolerable.
Lilith sabía que, en algún momento, tendría que intervenir.
No podía permitir que Adam la olvidara tan fácilmente ni que Eva viviera en la ignorancia de su existencia.
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