1.Una trágica victoria

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Kenma

A veces era trágico ganar.

Desde el otro lado de la red su trabajo radicaba en la estrategia. La conciencia del equipo. Devanarle los sesos al contrincante para que la parte física cediera después.

Era ese punto en el que llegaba tan profundo que el hambre de victoria de sus rivales se le colaba en el paladar. Pensamientos desesperantes que alimentaban una máquina de éxtasis. Por sí solo no podría pender de aquella ambición, pues cualquier emoción fuerte lo llevaba a una ola de agotamiento extenso. Pero era consciente de que todos a su alrededor jugaban con aquella premisa la mayor parte del tiempo.

La victoria siempre sería un camino peligroso de ramas filosas envenenadas de esa ambición voluble. Y se decía que la derrota era aún peor.

Kenma siempre fue imparcial ante el resultado, por eso era trágico ganar. Que peor que la indiferencia misma resultará vencedora ante la dura batalla del esfuerzo y la disciplina.

Aún así dejarse ganar jamás sería una opción. Y es que tapar sus arterias para evitar que la sangre fluya en su sistema nunca podría permitirlo, iba en contra de su filosofía. El cerebro no funcionaba sin el resto y el resto estaba impregnado por esa sed ambiciosa.

Su equipo solía hacer el doble de trabajo para que él no tuviese que agotarse tanto físicamente. Era un acuerdo que su capitán y mejor amigo, Kuroo Tetsuro había hecho constar a todo el equipo. Nadie se quejaba porque Kenma era realmente un prodigio, de hecho, era un tanto inspirador compartir equipo con él.

Y es así como había llegado hasta el último set sin una sola pizca de sudor.

El equipo contrario tenía un armamento brutal de atacantes. 110 kilómetros por hora para que la pelota besara el suelo en un lacónico estruendo. Pero Kenma los había desarmado uno por uno, usando las habilidades de sus compañeros de equipo para relucir las debilidades del rival, disfrazando ataques con defensas y defensas con ataques.

El pitido reverberó en la cancha por un largo momento. Entonces esas fuertes emociones explotaron en fragmentos, el anhelo se escurría del otro lado de la red y la ambición contraria desistía frustrada.

Habían ganado el set con una ventaja de cinco puntos. Ese impecable remate de su capitán había traspasado con furor la cancha y kenma juraba haber visto un poco de polvo levantarse durante el impacto del balón al suelo. Sabía que debía pasarle el balón a Kuroo para finalizar el set, pues sus ojos ardían con esa exquisita ambición suya que aparecía cada tanto.

Entonces esa lucha entre la culpa y la satisfacción creciente se mantenían estoicas sin saber que hacer. La decepción bañaba los ojos de sus rivales y esa presión de sentimientos encontrados le hacía doler el pecho.

— Ven aquí Kenma.

Fue hasta que sintió los brazos fuertes de su amigo enredarse en su cintura que cualquier confusión desapareció por completo y la verdadera respuesta le caló en su ser. La culpa desapareció en el instante que sintió la calidez de la respiración de Kuroo sobre su nuca.

— Kuro. — Pronunció su nombre con la tranquilidad que lo poseía.

Tetsuro traducía sus palabras tejidas en el viento, así solo fuese una sílaba sin sentido, Kuroo conocía la fonética entera del idioma no verbal de Kenma. Por eso supo que debía soltarlo en ese instante, pues al parecer sus brazos eran más fuertes de lo que pensaba.

— Eres un pedazo de genio ¿lo sabes no?

Kenma sonrió apenas. Últimamente el reconocimiento le sabía amargo.

— No lo creo, solo tengo la mente dañada por los videojuegos.

— Date un poco de crédito quieres. No se va a acabar el mundo si empiezas a reconocer tu potencial.

Antes de que Kenma pudiese responder, una enorme ovación de parte del resto del equipo se atravesó en su camino. No tenía escapatoria. Respiró hondo y espero a que la tormenta de felicitaciones cesara.

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El equipo estaba reunido en los vestidores. Después de la conmoción de la victoria, el estado de ánimo de los jugadores era una pila recargada a punto de sobrecalentarse, a excepción por supuesto, de Kozume, quien yacía hecho un ovillo en una de las bancas de madera. Los mechones rubios le servían como cortinas para sus ojos, modificando su periferia y evadiendo cualquier contacto social que perturbara su recuperación.

Unos dedos intrusos le acariciaron sutilmente el cabello, de haber sido cualquier persona sus instintos se hubiesen activado casi al instante, pero conocía aquel tacto grácil mejor que el propio.

— ¿Estás cansado?

Fue el calor de su aliento chocando con sus labios al pronunciar palabra, lo que le hizo abrir los ojos.

Kuroo estaba en cuclillas mirándolo con sus ojos gatunos, enredando los mechones rubios de Kenma alrededor de su índice.

— ¿A ti qué te parece? — Pronunció con sus palabras arrastradas por el sueño.

Kuroo le tanteó los cachetes y la frente con la palma de la mano. Normalmente, después de una larga jornada de actividad física, Las defensas de Kenma se volvían pedazos de materia casi inútiles, muchas veces ocasionando severas jaquecas e incluso alguna fiebre momentánea. Kuroo era el encargado, autoproclamado cabe señalar, para atender la integridad de la endeble salud de su amigo.

— Me parece que podría besarte las mejillas ahora mismo.

Los ojos profundos de kuroo se vaciaban en aquella parte de su cuerpo. Sus  mejillas cubiertas de rojo manzano siempre lo ponían a prueba, el calor de tanto esfuerzo le estaba empapando el cuerpo.

— Estás siendo molesto.

Los párpados dormitando no podían contenerse más, querían ser sellados para siempre, o al menos hasta que aquella jaqueca culminara.

— No es mi culpa que seas tan adorable. — contraatacó Kuroo, su índice dejó de jugar con el mechón que le caía por la frente para arrastrarse hasta su mejilla y acosarla con descaro.

— Idiota.

Fue lo único que pudo decir, realmente estaba siendo invadido por el ejército de Morfeo que lo instaba a caer en sus brazos, hasta que luego de un rato se rindió. Se durmió sin más, como solía hacer después de cada partido. Su sueño era realmente pesado, ni siquiera los gritos y ovaciones del equipo lograban despertarle.

Ni siquiera los suaves labios de su mejor amigo acariciándole la piel esponjosa de la mejilla.

Los huracanes tienen nombres de personas | KurokenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora