7. El corazón de Nekoma

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Kenma

Kenma tenía un problema de bipolaridad con las tardes de práctica.

Claro, amaba el volley con, al menos, la gran parte de su corazón. Disfrutaba la compañía de Kuroo como capitán, jugar con él era de hecho la razón principal de que aún siguiera con el juego. Pero lo que de verdad odiaba, era el hecho de que se tratara de un deporte. Un deporte en el que tenías que hacer actividad física para tener una condición estable, como si no fuesen suficientes las habilidades de estrategia y la astucia para derrotar al contrincante. La fuerza y resistencia era algo formidable de igual forma, pero Kenma estaba muy lejos de alcanzarlas.

— Kenma tres vueltas más, ya casi terminas.

Kuroo lo interceptaba cada que completaba una de sus vueltas a la cancha y se topaba de camino con su, ya casi, cuerpo inerte.

— Con tres vueltas más habré perdido el suficiente magnesio como para desvanecerme en esta cancha asquerosa y morir lentamente siendo tu testigo y culpable de mi muerte temprana. — Las palabras se le atoraban en cada aliento que esbozaba. Las piernas le ardían a más no poder y el sudor estaba comenzando a escocerle los párpados.

— Si toda esa energía que usas para maldecirme la usarás para correr, estarías en una situación distinta.

La voz de Kuroo ni siquiera sonaba agitada mientras continuaba su rutina por toda la cancha. Una parte de él quería perseguirlo por todo el lugar para vengar la nula dignidad que quedaba, pero estaba claro que eso suponía demasiada fuerza de voluntad.

— Creo que incluso Kenma podría ser maratonista si esa hipótesis se hiciera realidad. — Yaku mantenía casi el mismo ritmo que Kuroo, con una distancia considerable, la cual se burlaba de Kozume y sus contados 120 metros recorridos.

— ¿Correr bajo la luz del sol? — Kuroo río del otro lado de la cancha — A menos que Kenma fuese una planta involuntariamente dependiente de ello.

— Touché. — contestó Yaku secándose el sudor perlado en la frente con la toalla que descansaba en su hombro, llegando a una conclusión dual acerca de su persona.

— ¿Podrían callarse un segundo? Algunos tratamos de no morir aquí atrás. — No tenía idea del por qué gastaba sus últimas gotas de saliva en una respuesta.

— No hables en plural, en realidad eres el único que falta. — Yamamoto decidió unirse a la conversación con la fanfarronería pegada en su mentón desnudo.

Kenma envuelto en un hastío ineluctable, le respondió alzando su mano en el aire y sacando el dedo de forma infantil.

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Su cuerpo estaba en una situación térmica desagradable. El calor emitido en su interior era insoportable, odiaba sentirse pegajoso, afiebrado y débil.

La toalla mojada le hizo el favor de recorrer todo su cuerpo y estabilizar momentáneamente su temperatura. Tomó una liga para el pelo y la usó para sujetar los mechones sueltos y pegajosos en una coleta improvisada.

Nekoma al centro.

Escuchó el llamado de Kuroo entrar por la puerta a los vestidores. A pesar de la indicación dada, Kenma fue el único que no se movió. Tenía el "privilegio", irónico de un escaso condicionamiento físico que le permitía ahorrarse la energía en unas cuantas cosas. El resto del equipo comenzó a agruparse alrededor del capitán.

— Mañana serán las pruebas de reclutamiento, todo el equipo debe estar presente — Kenma no pudo evitar rodar los ojos al escuchar aquello. — Nos dividiremos por equipos durante la prueba final, que como ya sabemos, consiste en un amistoso juego de práctica. — Continuaba hablando Kuroo, sus ojos felinos concentrados en la labor de capitán.

Si Kuroo solía decir que Kenma era el cerebro, Kenma hablaba de Kuroo como el corazón de Nekoma. Y es que tenía una habilidad nata para los discursos cursis, tal vez para Kenma era algo ridiculo, que, muchas veces le ponía los pelos de punta por la mera vergüenza, pero para el resto realmente parecía funcionar. Kenma podía verlo en sus ojos inyectados de anhelo antes de salir y darlo todo en la cancha.

— Sean buenos mañana. Dejen la pretensión de lado, nunca saben cuando alguien puede subir hasta la cima — Aunque Kenma presumía de su estoicismo ante los discursos dramáticos, se encontró a si mismo prestando precavida atención a la mirada sólida del mayor. Como si la mezcla de la seriedad y placidez de su rostro tuviese algo indescifrable. Kenma era curioso por naturaleza. — Pero ante todo recuerden que somos un equipo.

Acto seguido Kuroo llevó su mano derecha al centro, el resto del equipo le siguió después.

Un lapso silencioso se instaló en el lugar mientras Kuroo le devolvía la mirada. Su corazón palpito avergonzado.

— Kenma ven aquí.

Sabía lo que provenía cuando las manos de todos se concentraban en el medio formando una especie de monumento a la amistad y el trabajo en equipo. Cosas cursis de reforzamiento de confianza o algo así.

Kenma se rindió, la presión de las miradas externas lo estaba ahogando. Se paró de la butaca con un largo suspiro y miró a Kuroo con fastidio, el azabache le sonrió estúpidamente. Kuroo tomó la mano derecha de Kenma y la posicionó sobre la suya. El tacto caliente volvía a chocar con su piel fría.

— Somos como la sangre que fluye en nuestras venas. — Kuroo pronunciaba el lema que se había inventado una tarde lluviosa de otoño. Kenma aún recordaba a Kuroo pronunciando palabras emblemáticas cada cinco segundos, esperando que alguna contrastara con el resto. — Debemos fluir sin detenernos. Debemos mantener el oxígeno moviéndose — Kenma alzó la mirada y recorrió los rostros de sus compañeros de equipo, cada uno con una sonrisa incontenible en el rostro. — Así nuestras mentes pueden funcionar al máximo y de manera eficiente.

Las manos de todos volaron al unísono, tras haber pronunciado el nombre del equipo con orgullo. Ahora todos recordarían la filosofía de equipo mañana por la mañana. Era una semilla psicológica, hoy plantaban valores básicos de fraternidad y lealtad y al siguiente día florecían por el mero recuerdo de un acto como ese, que en automático relacionaban con una unión intrínseca.

Los huracanes tienen nombres de personas | KurokenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora