La noche había caído y una semana había pasado
Y como resultado, el papeleo en la oficina del príncipe se estaba acumulando.
El tercer intento de la princesa por abordar al heredero había ocurrido un domingo muy avanzada la noche, poco después de muchos intentos en una fallida cena.
La dama, después de retirarse a sus aposentos y arreglarse para su siguiente batalla, se encaminó a la oficina del príncipe en la tercera planta, y, enervándose frente a los guardias, tocó la puerta.
No hubo anunciamiento, y después de un largo silencio, se escucho un:
—¡Háganla pasar!
Al abrirse las puertas, la joven sintió toda su valentía flaquear ante la total falta de interés, y de nuevo, ni una sola mirada por parte del príncipe, a pesar de sus esfuerzos puestos en su aspecto.
—He venido a solicitar audiencia.
Eso sí que le ganó una mirada (y un levantamiento de cejas) de Su Alteza.
—Me parece que se ha equivocado de sala, de horario y de momento.
Eso era cierto. Pero en la soledad de su habitación y sus pensamientos, no se le había ocurrido nada más como excusa para presentarse ahí. Tomando sus manos para evitar temblar, continuó.
—Solicito una audiencia con Su Alteza Real el Príncipe.
El aludido, que ya había vuelto su atención a sus documentos, se erguió en el asiento, y mirándola con más atención y hastío de lo que nunca lo había hecho, contestó:
—¿Cuáles son los términos de su demanda?
Y hasta ahí había llegado su línea de pensamiento. Jamás se le había ocurrido que llegaría tan lejos, si debía ser honesta. Así que no tenía términos ni demanda.
Tres segundos pasaron, en los que su cara debía delatar que estaba pensando a toda velocidad y que, por ende, no tenía ningún motivo para la audiencia, para que el príncipe, con un suspiro que fue la mayor muestra de humanidad y emoción que la princesa lo había visto expresar, le dijera:
—Como verá, tengo mucho que hacer aquí, como para que usted venga con demandas absurdas. El papeleo no se hará solo, señorita. No tengo tiempo para esto, y no tengo tiempo para usted.
Con las lágrimas ya asomándose en las esquinas de sus ojos, ella se enderezó, dio la vuelta, tocó dos veces la puerta y salió de la habitación.
Y puso todo de sí para no mirar atrás mientras las lágrimas le resbalaban por el rostro.
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Las Aventuras del Cruel Principe Iván (Y su pobre y desdichada prometida)
Short StoryHistorias sobre el cruel y malvado principe de nombre Iván torturando a su inocente prometida, una y otra vez.