𝐔𝐍𝐀 𝐇𝐔𝐌𝐀𝐍𝐀 ha estado viviendo una vida "normal" hasta el momento en que se despertó en la oscuridad, en una celda y se dió cuenta de que no estaba en su mundo, si no en uno con criaturas majestuosas y aterradoras.
𝐄𝐋 𝐑𝐄𝐘 𝐃𝐄 𝐇𝐘𝐁𝐄�...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
✩｡:*•.──── UNA CORTE DE ROSAS Y ESPINAS ────.•*:｡✩
»»----- ★ -----««
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Me encontraba en una celda oscura, el aire frío y húmedo calaba en mis huesos. Apenas podía ver nada, salvo la tenue luz que entraba por las pequeñas rendijas de la puerta de metal oxidado. Estaba sola, con miedo, abrazándome las rodillas mientras trataba de contener el temblor de mi cuerpo. El terror me envolvía, como una sombra que no podía sacudirme. Mi mente, sin embargo, no dejaba de vagar hacia los días anteriores, esos días en los que mi vida había cambiado drásticamente.
Antes de todo esto, mi vida había sido completamente diferente. Vivía en una ciudad llena de vida, donde el sol brillaba casi todo el año y el ambiente siempre estaba cargado de una energía positiva. Mis días comenzaban temprano, con el bullicio de la ciudad despertándome de mi sueño. Las mañanas eran vibrantes, con el sonido de las gaviotas, el murmullo del mar cercano y el aroma del pan recién horneado que se filtraba por las ventanas abiertas.
Mis padres siempre me recordaban que debía apresurarme para no llegar tarde a la escuela, una institución ubicada en un edificio antiguo pero lleno de carácter. Los pasillos resonaban con las risas y las voces de mis compañeros, y los recreos eran una oportunidad para compartir secretos, sueños y esperanzas. Después de la escuela, las tardes eran para pasear por la plaza, donde el olor a café y las tapas recién preparadas llenaban el aire. Mis amigos y yo disfrutábamos explorando las callejuelas, entrando en tiendas pequeñas y saboreando la libertad de nuestra juventud.
Las noches en mi ciudad eran mágicas. Después de cenar, solía salir con mis amigos a caminar por el malecón, donde las luces de la ciudad se reflejaban en el agua y la brisa del mar nos envolvía en su abrazo fresco. Sentía que esos momentos durarían para siempre, que nada podría romper esa burbuja de felicidad en la que vivía.
