En un mundo muy distinto al nuestro, la magia no era solo una leyenda, sino un aspecto cotidiano de la vida. Humanos y criaturas mágicas compartían la tierra, aunque la convivencia estaba lejos de ser pacífica. Orcos, dragones, duendes, trolls y brujas caminaban por los mismos caminos que los hombres, pero el odio y la desconfianza separaban sus vidas. Los humanos, asediados constantemente, habían aprendido a defenderse. Protegían sus aldeas y ciudades con la ayuda de caballeros que no eran simples guerreros mortales, sino hombres valientes, dotados de un coraje inquebrantable y armas forjadas con magia ancestral.
Las espadas de estos caballeros podían atravesar las pieles más duras, y sus armaduras, pesadas pero impenetrables, les permitían resistir los ataques más feroces. Para el pueblo, ellos eran algo más que defensores: eran la encarnación de la esperanza. Gracias a su valor y habilidades, las gentes dormían tranquilas, sabiendo que siempre habría alguien dispuesto a luchar por su seguridad.
Sin embargo, en la vasta extensión de estas tierras, se susurraba una leyenda que, con el tiempo, había adquirido vida propia. Era la historia de una espada misteriosamente incrustada en una roca, una espada tan firmemente atrapada que nadie, ni siquiera los más poderosos caballeros, había logrado extraerla. El rumor decía que solo quien fuera puro de corazón podría sacar la espada y que, al hacerlo, sería reconocido como el legítimo rey de todo el reino. Algunos creían que la espada tenía un poder tan colosal que podría partir a un dragón en dos con un solo golpe certero. Sin embargo, la espada permanecía oculta en el corazón del temido Bosque de la Muerte, y todos aquellos que osaban buscarla nunca regresaban. La leyenda, para la mayoría, no era más que eso: una historia para asustar a los niños.
Leif, un joven huérfano de una pequeña aldea, había crecido escuchando aquella historia en susurros durante las noches. Vivía en un modesto orfanato, donde la vida le había enseñado desde joven a soportar la crueldad de los demás. Cada día, mucho antes de que el sol saliera, Leif ya estaba en pie, realizando las tareas que se le encomendaban. Cuidaba de los más pequeños, los protegía y les enseñaba lo poco que sabía. A pesar de ser apenas un niño, había asumido una responsabilidad que no le correspondía, pero lo hacía con una bondad inquebrantable.
Sin embargo, su gentileza no le había ganado amigos. Los otros niños lo veían como un forastero. Lo golpeaban, lo insultaban y, a menudo, lo dejaban solo. Leif había aprendido a soportar el dolor, tanto físico como emocional. Había aceptado su vida en silencio, creyendo que quizás ese era su destino. No tenía la fuerza para defenderse, ni nadie en quien confiar. Aquellos que podrían haberlo ayudado no se atrevían, temiendo convertirse en el próximo objetivo de los matones.
Pero una tarde todo cambió. El cielo, cubierto de nubes oscuras, presagiaba algo malo. Aquellos que lo atormentaban habían decidido ir más allá de los insultos y golpes habituales. Lo inmovilizaron, impidiéndole cualquier intento de huida, mientras el principal de sus agresores, un aprendiz de magia, comenzaba a recitar hechizos que Leif ya conocía demasiado bien. La piel del joven aún llevaba cicatrices de quemaduras y congelamientos causados por los hechizos fallidos de su agresor.
"Hoy será diferente" dijo el aprendiz, una sonrisa maliciosa en sus labios—. Hoy veremos si podemos deshacernos de ti para siempre. Leif, resignado, no ofreció resistencia. Había perdido la esperanza de escapar de esa vida, y en su mente ya no quedaba espacio para rebelarse. El hechizo de teletransportación era nuevo, pero Leif no pensaba que funcionaría. ¿Qué podía salir bien en su vida?
Pero lo imposible ocurrió. El hechizo, aunque realizado con torpeza, fue efectivo. Cuando Leif abrió los ojos, ya no estaba en el familiar orfanato. Ante él se extendía el Bosque de la Muerte, un lugar que hasta entonces solo existía en las historias más aterradoras. El aire era frío y húmedo, y el sonido de hojas secas crujiendo bajo sus pies era lo único que rompía el silencio sepulcral. Una sensación de vacío se apoderó de su pecho. Estaba completamente solo, perdido en el corazón del bosque más temido del reino. A su alrededor, los árboles retorcidos y altos formaban una prisión natural. No había un sendero que seguir, ni una señal de esperanza.
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La maldición de ser el elegido
FantasyLa antigua historia, llena de misterios y transmitida de generación en generación, establece que solo aquel con un corazón puro puede extraer la espada mítica, incrustada en la piedra ancestral. Según la leyenda, quien lo logre será nombrado el nuev...